miércoles, 29 de mayo de 2013

La editorial Arte y Literatura en su colección Argos,  presentará por estos días el libro prendiz de América,  de Ernesto Sierra (Güines, 1968), crítico literario, ensayista y profesor adjunto de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana.

Sierra dirige además Ediciones Cubarte, en medio de una carrera a veces extenuante entre sus deberes laborales, sus compromisos con la producción multimedial de la cultura y su carrera literaria y docente.

El escritor es, como muchos de sus colegas, un amante confeso de los libros; entre un gran número de ellos trabajó durante ocho años, durante los cuales estuvo al frente  de la Biblioteca de la Casa de las Américas y otro tanto le ocurrió para su suerte, en el Instituto Cubano del Libro en cuya dirección de Literatura también trabajó. Esta pasión queda evidenciada en su libro, Avatares de una biblioteca, su primer texto de ficción, aparecido en junio del pasado año.

En las palabras preliminares, Sierra deja al descubierto que este título es de fantasmas y misterios; de ternura y devoción por los libros; a su vez se percibe el homenaje a esos santuarios que son las bibliotecas y a sus guardianes los bibliotecarios. A un año de aquella presentación llega Aprendiz de América,  en el que, al amor constante por los libros, Sierra suma su gran  amor por la América nuestra.

El autor es de la familia de Cubarte,  pero no por eso nuestro periódico iba a dejar de entrevistarlo a propósito de este nuevo libro suyo que sale a la luz y que es orgullo de todos sus compañeros.


 

¿Cuáles son los  motivos por los que construyó Aprendiz de América?

El amor. Es un libro de amor a la lectura, a la literatura, al arte y, sobre todo, un libro de amor a lo que Martí llamó nuestra América.

¿Cuándo nació este libro?

Como digo en el prólogo, es un libro que nació y fue creciendo con vida propia; sin intención de serlo en un principio y que quizás no sea más que una parte de un libro mayor, único. Es el resultado de la observación y el interés constante por lo que ocurre en nuestra América.

En cierto sentido es una especie de bitácora personal, de apuntes acerca de temas, personalidades, libros, sucesos que me van llamando la atención. Algunos textos los escribí por solicitud de colegas y fueron publicados en revistas, otros los escribí por esa motivación personal, por esa curiosidad de origen desconocido que te ronda y encuentra sosiego solo cuando la conviertes en un texto.

Por tanto, es un libro que nació desde que comencé a escribir sobre temas latinoamericanos, cuando era estudiante en la Facultad de Letras.

¿Se contradice en  algunos de los textos, al ser escritos en tiempos tan distantes? ¿O usted no ha cambiado su forma de interpretar lo que ocurre en nuestra América?

No hay contradicción, solo hay menor a mayor conocimiento, menor a mayor profundidad, diversidad de estilo, menor o mayor nivel de experimentación. Creo que puede haber textos anteriores bien logrados y algunos más recientes que me gusten menos, pero es mi visión personal. Los lectores dirán.

¿Cómo se estructura el volumen?

Lo estructuré en cuatro partes que intentan funcionar como aglutinadores de contenidos diversos en temáticas y facturas: La letra encantada, reúne un grupo de textos sobre escritores, algunos de los cuales tuve el privilegio de conocer personalmente como, Mario Benedetti o Augusto Roa Bastos; Sobre las alas de un colibrí, anuncia varios escritos críticos sobre autores y temas que van desde José Martí, hasta el colombiano William Ospina, muy leído hoy en Latinoamérica; Erupción de la palabra, funciona como una unidad de textos sobre polémicas culturales latinoamericanas de los años sesenta y, La voz de la tierra, presenta ensayos y artículos críticos sobre la temática de nuestros pueblos originarios y asuntos afines.

¿La actualidad de este libro radica en la vigencia de los idearios, temas y obras que aborda?

Es un libro que aborda temas, obras y autores muy diversos y de diferentes momentos históricos y culturales del continente, pero es un libro de ahora, de este momento.

¿Cómo se inserta este libro en el resto de su producción literaria?

Es un complemento y un importante ejercicio dentro de mi escritura publicada. Como dije antes, quizás sea parte de un libro mayor. Lo digo en el sentido de que a veces, -y es mi caso- los escritores publican varios, muchos libros, y el tema o la pasión literaria que los motiva suelen ser los mismos.

En el último año y medio he publicado tres libros y algunos poemas sueltos en antologías y revistas. Bien mirados, -con excepción de los poemas- son desarrollos de la atracción que siento por los libros, la lectura y por estos temas en Latinoamérica y España.

Esta edición de Aprendiz de América quizá sea un punto de giro de eso que llamas mi “producción literaria” pues, con este libro creo haber cerrado un ciclo de textos que me estaban rondando hacía años y no había escrito o publicado por diversas razones. Varios  textos de Aprendiz… son ejercicios, experimentos en todo el sentido de la palabra. De veras me siento un aprendiz con este libro y he ganado duras y valiosas lecciones para encarar la literatura desde nuevas perspectivas. Es por tanto un advenimiento y, a la vez, un canto de cisne.

¿Cómo sería ese «libro mayor, único» del que  quizás Aprendiz…, «no sea más que una parte»?

El resultado de que yo siga escribiendo como estoy haciéndolo ahora, con más disciplina y dedicación. Lo que pueda resultar es un misterio para mí, pero América más que un tema, es una vocación.

¿Cuáles son sus esenciales influencias literarias?

Es una pregunta que los escritores debiéramos eludir siempre, pero no deja de resultar interesante por el ejercicio de pensamiento que presupone.

Para intentar errar en menor grado, te contestaré en la órbita misma del libro, o sea, en el ámbito de la lengua española y la portuguesa de Brasil. Quevedo, Martí, César Vallejo, Leopoldo Marechal, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Julio Cortázar, Octavio Paz, Efraín Huerta, Roberto Fernández Retamar, Angel Rama, Roque Dalton, Gabriel García Márquez y el brasileño Darcy Ribeiro. Por un lado. Por otro, debo decirte que los llamados cronistas de Indias, en su gran diversidad, y la literatura colonial en general, son una compañía constante. Unos son influencias directas en la manera de escribir, otros, inspiración incombustible.

Como sospechaba, me has puesto a pensar y me doy cuenta de la influencia esencial de los poetas en mi escritura. De  la poesía me fascinan la síntesis, la búsqueda de la palabra exacta que encierre una imagen, no importa lo inmensa que sea, y la inclaudicable persecución de la belleza. Creo, junto con los clásicos, que el origen de toda literatura sigue estando en la poesía. La mayoría de los buenos narradores y ensayistas son poetas, aunque ellos no lo sepan.

Debo admitir, pasados unos años, que con Borges guardo una relación muy especial, no elegida por mi. Es como si ciertas zonas de su literatura me hubiesen elegido. Admiro y agradezco su poder de síntesis. Cada vez soy más dado a escribir textos breves. También admiro su capacidad para fusionar los géneros literarios y su amor por los libros y la literatura. Luego, ya de manera inconsciente, me siento atrapado por sus ideas. Del diálogo con sus provocaciones han nacido no pocos textos míos; en algunos de ellos lo he convertido en personaje o fantasma que revolotea sobre los párrafos.

También me acompaña la influencia de Retamar. Lo leía con detenimiento en mis años de estudiante y, luego tuve la oportunidad de trabajar muy cerca de él. Es el intelectual más lúcido que he conocido. Tiene la virtud de armonizar su gran erudición con la actitud artística esencial del poeta y el escritor que es.

En él confluyen de manera armónica el profesor universitario, el erudito, el hacedor de revistas, el intelectual de opinión y la actitud artística esencial del poeta que es. Esto da como resultado, en lo literario, un estilo ágil, dinámico y a la vez, grave, elegante y demoledor. Cuando leo un ensayo suyo me parece no solo brillante, si no, además, que ya no se puede escribir otra cosa sobre el tema. 
 
Trabajando con él amplifiqué mis escasos conocimientos de recién graduado, reafirmé mi vocación americanista, aprendí de su rigor y honestidad intelectuales, de su don oratorio y me divertí con su sentido del humor y sus anécdotas de hombre protagonista de su época.

¿Cuál es su  relación especial con Borges? ¿Llega a categoría de conflicto?

No es un conflicto con los contenidos y las formas. Es con la emoción literaria. Siento que, a veces, me choca su exceso de raciocinio. Sobre todo con su poesía, aunque resulte paradójico por lo que he dicho antes, me ocurre esto, que la encuentro fabricada, construida. Pero me ocurre poco. Luego resulta que es en la poesía donde más emotivo se manifiesta, a la vez.

¿Qué aprendió con la escritura de su libro?

A trabajar con rigor; a mirar bien hacia dentro y no apresurarme. A tratarme con distancia para desechar textos, frases, palabras de los cuales puedes haberte enamorado pero no son buenos. A revisar una y otra vez los datos y citas cuando los vayas a mencionar. A pensar en el lector. Cuando tomas la decisión de publicar, debes tener total consciencia de que al menos una persona invertirá parte de su tiempo en leerte.  A ese potencial único lector o lectora le debes todo el respeto posible.
También aprendí que sé muy poco.

¿Cuáles son los lectores que quisiera para Aprendiz de América?

Al que pueda causarle al menos una experiencia grata en la existencia cotidiana.