domingo, 7 de septiembre de 2014

Los hijos de Oshún

 
Homenaje a la Caridad. Felipe Alarcón Echenique. Cuba. Técnica mixta sobre linezo. 93 x 70 cm. 
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Hoy el domingo amaneció raro, atípico, fuera de lo común para estos meses tórridos de julio y agosto en que el Sol olvidó su función germinadora y amenazó con derretirnos a todos. Hoy, sin embargo, el gris plomizo de las novelas románticas tiñó la mañana habanera y las nubes cada vez más negras, cada vez más gordas y apretadas parecían servirnos de sombrero. Me pregunto qué pasa. Siento el día raro, como de tiempo de ciclón pero no hay anuncios de huracán y eso hace más raro el día. 

-¿Qué día es hoy? pregunto a mi mujer que está muy silenciosa esta mañana. 
-Domingo. responde.
-No, la fecha.
-Domingo 7 de septiembre, ¿por qué?  

Entonces caemos en cuenta de que hemos ignorado las fechas religiosas y nos sumergimos en una breve discusión que interrumpo con una llamada telefónica a Natacha Bolívar, quien me da una disertación digna de ser grabada y que cortamos bruscamente porque los truenos han llegado y retumban en toda la ciudad, en mi escritorio que tiembla como una hoja. Me quedo con el resumen. Hoy es 7 de septiembre, Ernesto, es el día de la Virgen de Regla, de Yemayá. Y mañana es el día de la Virgen de la Caridad del Cobre, de Oshún. Los truenos y la lluvia torrencial no dejan espacio a nada más. De repente viajamos en el tiempo, computadoras y teléfonos desconectados. Solo queda mirar el salpicar de la lluvia en los tejados y en la  tierra mojada, en la vastedad que lo permite una maceta citadina. Y quizás por eso nos pareció tan natural, encender una vela y articular unas plegarias que solo nosotros sabemos qué dicen.

La tarde pasa lenta, fresca, el aire sigue siendo como de presagio. Decidimos ir a la iglesia que queda cerca de la casa. El cura es joven, muy joven, inexperto pero entusiasta; ha organizado una vigilia de oración en las vísperas. Hay gente de todas las edades. Me conmueven las señoras de edad venerable, viejitas que no debieron desafiar la lluvia y las aceras rotas, resbaladizas. Llaman la atención, entre la muchedumbre diversa de los bancos, las mulatas voluptuosas vestidas de amarillo, las hijas de Oshún, así, esparcidas entre cabezas canas, inquietudes de niños, y los tics de los locos de turno. Entre el calor, la efusividad religiosa y los vapores del incienso, tengo unos segundos de confusión en los cuales no sé distinguir si asisto a una escena pintada por el Greco, Velázquez, Goya o Landaluze -seguramente por todos ellos juntos- hasta que el abrazo de la paz me saca del ensueño. Vuelve a resonar la voz del cura que invita a dar comienzo a la vigilia, con la proyección de un dibujo animado didáctico que recrea la historia de la Virgen.

Afuera ya ha anochecido del todo. Salgo con la sensación de ligereza que siempre me regalan las iglesias, convencido de haber asistido a un momento único, irrepetible, que se selló en ese abrazo de la paz entre cubanas y cubanos de todas las edades, de diverso acomodo económico, de creencias dispares, muchedumbre irregular y variopinta que desertó de la comodidad de sus hogares, un domingo lluvioso para celebrar la víspera de la Virgen Mambisa, la Patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad del Cobre.

Llego a la casa y me sorprende el timbre del teléfono. Es mi colega, el pintor y escritor Felipe Alarcón Echenique. Hace semanas que intentamos publicar algo juntos en mi blog, sin resultado. Internet, siempre internet. -¿Cuándo llegaste? -pregunto. -Estoy en Madrid. Y a los dos nos sorprende la nitidez de la llamada que parece hecha del teléfono de la esquina. Mira tu correo, te envié otra vez las imágenes prometidas. Me dice y, en ese "otra vez", percibo la palmada amiga que me apremia a la publicación. Hablamos, hablamos de pintura, de literatura, del clima, de la vida aquí y allá, de los proyectos personales y comunes. Enciendo la máquina convencido de que será otro día de dejar los sueños en la bandeja de entrada. Sin embargo, internet abre y funciona con la misma eficiencia de la sorpresiva llamada teléfonica. Bajo las obras de Felipe y la primera es su homenaje a la Caridad del Cobre. Le cuento rápido lo acontecido hoy en Cuba y accede a que publique esa obra suya en "algo que se me ocurra".

Me doy prisa, antes que algún inoportuno apagón provocado por la lluvia se lleve el milagro operado por la luz de una vela.