El avión vuela parejo sobre
un Mar Caribe lleno de nubes blancas, apacibles, como de dibujos animados. Es
una aeronave TU-154 soviética, de aspecto saludable y pulcro, en la cual apenas
veinte pasajeros cubrimos el trayecto
Bogotá-La Habana. El TU no tiene televisores así que, después de leer y
hojear el ejemplar de El Tiempo que
me obsequiaron en el aeropuerto El Dorado, me dedico a dejar pasar las horas.
El avión vuela rápido y sin turbulencias pero, no llegará a la hora señalada.
Regreso a Cuba después de
casi un mes en Colombia, esa otra tierra que siento mía porque así lo han
querido mis hermanas y hermanos colombianos. Es sábado 8 de noviembre y ha
dispuesto la casualidad -que dicen no existe- que justo este sábado haya invitado
a mis amigos paraguayos, Deisy Amarilla y José Zanardini, a presentar sus más
recientes libros en el Centro Hispano-Americano de Cultura, mi lugar de trabajo,
allí, en la franja del Malecón habanero, es decir, al chocar este Mar
Caribe -que ahora sobrevuelo- con La
Habana.
Estoy cerca, muy cerca pero no llegaré a tiempo. Deisy y el Padre
Zanardini terminan de hablar acerca de sus libros La captura del indígena ayoreo José Iquebí, y Cultura Indígena y Cultura Ayorea en la biblioteca “Gabriela
Mistral”, del Centro Hispano, cuando las luces amarillas, naranjas y moradas
del atardecer de este sábado pintan el interior del avión donde el personal de
Cubana de Aviación reparte caramelos.
No llegaré a tiempo, lo sé.
Mis amigos saldrán de inmediato a otro destino en el interior de la Isla. Así
lo ha dispuesto esa casualidad que dicen no existe pero provoca estas
situaciones. Al llegar, me dirán que la presentación ha sido un éxito y que mis
amigos han encantado al público con sus conocimientos y su simpatía. En el aire
que empiezo a dejar para tocar tierra, queda la promesa de intentar un próximo
encuentro para reavivar la llama de estos ya casi veinte años de amistad y
correspondencia. Hoy estoy leyendo sus libros.