domingo, 3 de julio de 2022

Territorio Mancha

Foto: Ernesto Sierra. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved. 

Y llegas a creer que apenas eres una minúscula particula dentro de La Mancha hasta que comprendes que de cada punto está hecha la superficie mayor, que no te absorbe, solo te asimila, te integra, te invita a formar parte. El territorio, adusto en la apariencia exterior, es campo fértil y germinal -bien lo sabía Cervantes-; aquí la imaginación y la constancia salvan, como el calor de la leña en invierno y la alegría exprimida a la preñez de la uva. Aquellas cualidades de la locura son puro engaño, metáforas del robustecimiento del espíritu, más fuerte cuanto más ligero, esencial. Aquí el corazón aprende a latir al ritmo de la tierra con sus cauces soterrados y sus volcanes dormidos. El paisaje se te muestra como la manta que cubre un lecho interminable: el verde te dice que el Guadiana abandona, de momento, su timidez y regala la frescura del humedal que pronto cede a un recuadro oscuro, la mezcla renegrida de la sangre vertida, durante siglos, por moros y cristianos en las altura de Alarcos, en las multiplicadas Calatravas, en lugares resguardados en la memoria o en los secretos ocultos tras los muros de la imponente Toledo; el rojizo del mineral, el turquesa de los manantiales de Ruidera, el pardo de la vid y los olivos, el arcilloso de las ventas, las posadas para los peregrinos y, por encima de todos, el color del viento, escurridizo, libre, en eterna competencia con el blanco y azul de los molinos, terca ilusión de apresar lo inapresable, de etiquetar lo innombrable. En La Mancha nace y renace el viento, por eso cuando el AVE pasa raudo, con su estela fantasmal, el oído vuelve al sonido del viento, el que todo lo registra: el chismorreo en las cocinas, la soledad de las estatuas en invierno, las conversaciones de los difuntos, las voces hospitalarias de las viejas tras los visillos, la última oración de la hermandad, el rezo esperanzado, el susurro de los amantes cautelosos por la cercanía vecinal, el ladrido de los perros a los espectros, la alegría disidente de los niños... el viento, monopolio de La Mancha, su pasado, su presente, su futuro, el que nos invita cada noche a redescubrir el espíritu de la tierra, aquí, donde cada punto diminuto es parte de la esencia ¡Feliz día de La Mancha!