Juán Marsé. foto: Tomada de internet (Wikipedia). |
Ha muerto Juan Marsé a lo
grande: en verano y de sábado para domingo. No hacía falta la confluencia para
no olvidarlo. Se ha ido, elegante y conciso, como su prosa. Con el sensato
protagonismo que practicó en vida.
Lo estoy sintiendo mucho. Me he
puesto a releerlo quizás para aplacar la culpa de no haber asistido a mis
primeras tardes con él. Para mí fue un fantasma durante muchos años. Lo
descubrí en las clases de Julio Rodríguez Puértolas, en La Habana, y empecé a perseguirlo
cuando supe de aquel mítico jurado de novela del Premio Literario Casa de las
Américas de 1967: él, Cortázar, Marechal, Lezama y Monteforte Toledo. Me le fui
acercando en las lecturas de algunas de sus novelas y en el recuerdo de algunos
que lo conocieron en sus viajes a la Isla. Me hablaban como se habla en Cuba de
las cosas queridas de las que sabes que no se puede hablar. Ahí me cautivó; no
todos saben dejar esa huella. Lo más seguro es que ni siquiera lo hizo a
propósito, y que tampoco supiera que lo seguían queriendo.
Siguió siendo ese fantasma
literario hasta que en 2017 una voz amiga nos puso en contacto. Nos escribimos
hasta que me permitió llamarlo por teléfono. Vinieron las preguntas, los
comentarios, la curiosidad que mató al gato. Yo le preguntaba por Marechal, por
Lezama, por Cortázar. Fue honesto: -Joven, no recuerdo mucho de aquel jurado.
Lo que sí recuerdo, como si fuera hoy, fue el jurado de la UNEAC del 68. Me dijeron,
-¡Juan no podemos premiar a Padilla, es agente de la CIA! Y yo les dije que eso
debía decidirlo la policía, que nosotros debíamos decidir cuál era la mejor
literatura. Hablaba con pasión, sin resentimiento, como se habla de las cosas
queridas que han abierto una herida que el tiempo no cierra porque solo la
verdad puede hacerlo.
Quedamos en vernos. Accedió a
continuar nuestra conversación en entrevista filmada. Debí ir a Barcelona, pero
tuve que viajar a Cuba. Mantuvimos correspondencia. Aplacé el encuentro que hoy
se desvanece.
Juan, ya no tendré mi tarde
contigo pero no olvidaré que lo nuestro es decidir cuál es la mejor literatura.
En esa, está la tuya.