miércoles, 29 de mayo de 2013

Se presenta Aprendiz de América, de Ernesto Sierra


 




Cuando Ernesto Sierra me dijo que pasara por la UNEAC a recoger su libro Aprendiz de América (Editorial Arte y Literatura, 2012) me sentí halagado, extrañado, agradecido e intrigado, todo eso a la vez.

Al abrir el libro y ver que su prólogo era de uno de mis tocayos ilustres (Rafael Acosta de Arriba), pensé que bien poco podía aportar. Pero me arriesgué a escribir estas líneas, no por el mérito dudoso de arrojar alguna luz sobre la obra, sino por el gusto de reencontrarme con ese espíritu con el que compartí un breve pero fértil semestre.

Empecé a rememorar lo que fueron aquellos seis meses de Literatura Hispanoamericana, seis meses que siempre le parecieron pocos para un verdadero curso de Literatura, y que al final se nos quedó chico a los alumnos también. Recuerdo que no pocos compañeros de clases descubrieron el bosque de las letras del continente con los relatos de los nativos y la Araucana de Ercilla en las raíces, con la inapresable poesía de Sor Juana Inés de la Cruz, con el preciosismo del indio Rubén Darío y las batallas estéticas de las vanguardias. El bosque de las letras que, vale aclararlo, nunca se desligó de ese reino que lo contiene y que es la realidad del continente mismo: la conquista, la masacre sistemática y sostenida de los pueblos originarios, la formación de identidades nacionales, las luchas de los siglos XIX y XX y el apetito voraz de Norteamerica. (A mí, en lo particular, me reconcilió con Quiroga y sus cuentos exactos, con esa escritura seca y negra como la sangre vieja).

De los códices a Roberto Bolaño, Ernesto Sierra nos paseó por una América fecunda y diversa que poblaba con sus anécdotas y lecturas. Leía como ya no acostumbran a leer los profesores universitarios, apoyado en una mesa, con un libro muy ajado entre las manos y la voz de los lectores vibrantes, una voz cuya particular cadencia y sonoridad revelan cuánto de placer halla en el acto de la lectura.

Aun sin la nota de presentación que introduce Ernesto Sierra, basta leer las primeras páginas para vislumbrar algunas de las constantes que marcan el conjunto de ensayos reunidos en el libro: la visión personal de su autor y una mezcla de pasión y estudio por y de los libros. El fenómeno del boom, los cronistas de Indias, las revistas de las vanguardias, entrar en Aprendiz de América fue volver a unas clases que para mí no lo fueron, fue retornar a esos diálogos que sosteníamos pasadas las dos horas reglamentadas por el horario docente, horas en las que opinábamos y discutíamos como dos iguales.

La lectura atenta nos revela una suma de textos caóticos y heterogéneos, como si esta fuera la única manera de apresar el espíritu de Latinoamérica. El libro dividido en cuatro partes (bocetos diversos sobre la obra/vida de escritores; ensayos más prolijos sobre obras o fenómenos específicos; una serie de trabajos que tienen por protagonista la revista Nuevo Mundo; y acercamientos a la realidad de los pueblos originarios y a los procesos de construcción de la historia de América Latina) se resiente un tanto con el acápite dedicado a la revista Nuevo Mundo. Resulta interesante como trae a colación un caso insuficientemente estudiado y poco resaltado por los estudios literarios en Cuba como es el papel jugado por esta revista como un elemento de reconfiguración del campo literario de los años 60, y los mecanismos –pudiéramos llamarlos- extraliterarios que utilizó Emir Rodríguez Monegal para imponer un escritor brillante y aparentemente desideologizado como canon del creador del boom de la novela latinoamericana. Sin embargo, la acumulación de textos sobre el tema atentan contra el caótico concierto que alienta todo el libro.

El título del libro le hace honor como pocos a su autor. Hay cierta liturgia, cierto halo místico y arcano en su vocación por el continente. El aprendiz es un ser en transición, un viajante curioso que tantea, indaga, husmea entre los saberes mayores, lanza opiniones que pueden o no gustar a su maestro, pero sobre todo, no se detiene en la búsqueda de un conocimiento que lo apasiona. Porque no es, como pudiera parecer de una mirada superficial, un interés circunscrito a la acumulación notable de textos literarios a lo largo de los siglos de la historia americana. Estaríamos más cerca de la verdad si decimos que la literatura fue la faceta que escogió este aprendiz de América para descubrir y homenajear su tierra, su tierra inabarcable e inconclusa a la que seguirá mirando con los ojos llenos de asombro.


La editorial Arte y Literatura en su colección Argos presentó este viernes 24 de mayo a las 4:00 p.m. en la sala Martínez Villena de la UNEAC, el nuevo libro de Ernesto Sierra.

De izquierda a derecha, Ernesto Sierra, los poetas y ensayistas Guillermo Rodríguez Rivera y Rafael Acosta de Arriba y la editora Dania Pérez Rubio




Por: Camilo García López-Trigo 


"América es mucho más que un lugar en la geografía". Así empieza el escritor Ernesto Sierra la Nota Preliminar de su libro Aprendiz de América, presentado el pasado viernes 24 de mayo en la sala Rubén Martínez Villena de la UNEAC, con la presencia de los Premios Nacionales de Literatura Pablo Armando Fernández y Nancy Morejón. 

El libro, que el propio autor calificó como "una bitácora personal", constituye una nueva recopilación de un grupo selecto y muy variado de escritos sobre Latinoamérica, que ha realizado en diferentes momentos de su vida, a partir de sus reflexiones ante diversos temas que fueron inquietando al escritor.

Una primera compilación homónima fue realizada en 2005 por Ediciones Unicornio, de la entonces provincia Habana. En 2012 la Editorial Arte y Literatura decidió realizar esta nueva propuesta ampliada, a petición del Instituto Cubano del Libro -como parte de sus publicaciones en el bicentenario de la independencia latinoamericana-, con edición y corrección de Dania Pérez Rubio.
El investigador y ensayista Rafael Acosta de Arriba tuvo a su cargo el prólogo del libro y, durante la presentación, destacó que la prosa utilizada por Sierra es "eficaz" y "limpia de hojarasca", para adentrarse "con lucidez" en los más variados temas que muestran la vocación latinoamericanista del autor.

Por sus páginas desfilan personalidades literarias del continente como Benedetti, Cortázar, Borges, Neruda, además de sus coterráneos Martí, Heredia y Luis Rogelio Nogueras, y muchos otros. En sus escritos se armoniza, de forma amena y fluida, interioridades de la realidad literaria, social y política de la región, pasando por temas cruciales del sur del continente, como el racismo, las complejidades del tema indígena o el mercado de la literatura en los años 60 del pasado siglo.

"Late la vocación crítica de un buen conocedor de las letras continentales", continuó señalando Acosta de Arriba, para resaltar que: "Ambigüedad de tradiciones, extrañeza del ser, máscaras, políticas, culturas ancestrales con quebraduras de todo tiempo, excentricidad ibérica, dolor denso para repartir al mundo, espejos fragmentados, utopías volatilizadoras y retornantes, todo ello es este gran pedazo de tierra habitada por millones de seres al sur del río Bravo; y Ernesto nos da algunas de las astillas rotas o fragmentos en estos trabajos de mucho interés."

Ernesto Sierra, nacido en Güines en 1968, es Graduado en Letras por la Universidad de La Habana y Diplomado en Estudios Amerindios por la Casa de América de Madrid. Ha dictado conferencias en Latinoamérica, Europa y los Estados Unidos y actualmente compagina sus responsabilidades en Cubarte -como Director Editorial y Subdirector- con los estudios doctorales en la Universidad de Castilla-La Mancha.

De su "filiación americanista desde el primer momento" también dio fe durante la presentación del libro el poeta y crítico literario Guillermo Rodríguez Rivera, quien fuera profesor de Sierra en la Universidad de La Habana. Recomendó la lectura del libro para conocer sobre el hoy y el ayer de Latinoamérica, "para disfrutar y aprender" pues, sobre todo, "inquieta y divierte, pero al mismo tiempo ilustra y enseña".

En el contexto del resurgimiento del fervor latinoamericanista durante la última década resulta una valiosa propuesta que Rafael Acosta nos presenta como un calidoscopio donde tienen cabida "los grandes maestros de la literatura del continente, los agravios y el sufrimiento de sus pobladores más desconocidos, los avatares de las batallas políticas o comerciales de su intelectualidad".

De esa forma nos llega la invitación a una lectura atenta del libro, al constituir "un tributo a la cultura encarnada de América Latina, de su sangre generosa".

Aprender América



 Fecha: 2013-05-24
 Fuente: CUBARTE 
 
Guillermo Rodríguez Rivera habla sobre Aprendiz de América

por: Guillermo Rodríguez Rivera
Aprender América
La Editorial de Arte y Literatura del Instituto Cubano del Libro acaba de poner en circulación en su colección Argos el título Aprendiz de América, del joven ensayista Ernesto Sierra.
Hace muy poco más de veinte años (que, al decir de Quevedo, han pasado mientras uno lo duda) Ernesto Sierra (Güines, 1968) formaba entre los estudiantes de la Facultad de Artes y Letras  y figuraba en alguna de las aulas donde yo impartía clases.

Egresado como licenciado en letras por la Universidad de la Habana, Sierra definió rápidamente su vocación de americanista. Desde entonces ha sido profesor universitario e integrante del equipo de realización de Casa de las Américas, bajo el magisterio de Roberto Fernández Retamar.

Este libro que ahora empieza a circular es una muestra de esa vocación de Sierra para explorar el complejo panorama de las letras latinoamericanas, porque Aprendiz de América muestra a un estudioso que no parece encontrar valladares que lo detengan para hurgar en el vasto y diverso corpus literario de nuestra América.

Por supuesto que están aquí los acercamientos de Sierra a los narradores latinoamericanos del siglo XX. Si no me falla la memoria, su trabajo de grado para recibir su título de filólogo, giró en torno a la figura de Leopoldo Marechal, el autor de esa clásica novela hispanoamericana que es Adán Buenosayres.

Marechal, quien fuera también importante poeta de la vanguardia argentina, es estudiado aquí como parodista.

Desde la vanguardia argentina —no obviar el breve acercamiento a Jorge Luis Borges— Sierra se aproxima a maestros de la diégesis como Julio Cortázar, Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Augusto Roa  Bastos, Carlos Fuentes y Mario Benedetti.

El idioma (aquí, el tránsito del español al portugués) no amedrenta a Sierra para abordar el trabajo del narrador brasileño Rubem Fonseca, quien se vale de los artificios de la narración policial para establecer un inquebrantable vínculo con sus lectores que, como al español Juan Madrid —divertido contrabando español en esta cosecha americana— le permite ir más allá de lo que cabría llamar el ámbito lúdico del policial.

Pero Sierra, como decía al comenzar esta reseña, no le teme a los límites: es capaz de lanzarse a explicar lo poético, en figuras como el chileno Pablo Neruda y el cubano Luis Rogelio Nogueras.

No deje el lector de aproximarse al acercamiento de Sierra a las revistas de vanguardia hispanoamericanas, esencial aproximación para comprender el rico panorama de la vanguardia en Hispanoamérica, desenvuelto a lo largo de la década de los años veinte.
No menos interesante resulta la crónica en torno al papel que desempeñó en la lucha ideológica de los años sesenta, una revista como Mundo Nuevo, promovida por la CIA para quebrar el predominio de las ideas de izquierda en la América Latina de entonces.
Interesantes y como una pieza de sociología de la literatura, son los tres artículos que Sierra titula “Literatura y mercado en los 60”.

Como para completar su visión totalizadora de América —Sierra ha cursado estudios amerindios en la Casa de América, de Madrid—el autor nos presenta el que cabría llamar su homenaje a la “pacha mama”, en las páginas finales del libro, bajo el título de La voz de la tierra.

Buena presentación de credenciales de un aprendiz que ha estudiado bien lo que se ha propuesto conocer y, además de cumplir su aprendizaje, es capar de enseñarnos a sus lectores.

Con la voz de la tierra



por: Tula Ortiz, 20 de mayo de 2013


“Con la voz de la tierra”, título de uno de los trabajos que encontraremos en Aprendiz de América,  podría también  llamarse este libro que sobre la literatura  hispanoamericana ha escrito Ernesto Sierra, desde una mirada  lúcida y abarcadora que enlaza los orígenes literarios del continente, con el mundo español, su literatura ancestral y los momentos de contemporaneidad de algunos de sus mejores exponentes. 
Ninguna duda cabe que para Aprendiz de América, compilación bien estructurada de libros, autores  y temas de las letras del Nuevo Mundo, bien pudieran aplicarse las palabras con que Guiseppe Bellini culmina su Nueva historia…: “el lector tiene en sus manos el ejercicio largo de una buena voluntad sostenida por una pasión hispanoamericana de muchos años”.  
Y tiene razón y mucha también Rafael Acosta de Arriba el prologuista del volumen, cuando acusa en los textos, en general, la sensualidad de un enamorado hacia los temas que trata, por el cuidado con que se expresa y yo diría entonces, proponiendo la lectura de estas páginas visionarias,  y de alguna forma también crónicas de la vida cultural en relación a autores: momentos significativos de la producción literaria  y libros que, para construir el camino lector de cualquiera que se asome a lo aquí escrito, la frase ancestral  reelaborada  es bien válida: la letra con amor entra . 
Encuentran un destino común creadores y temas,  desde  el origen  de la formación de las identidades americanas hasta cuestiones más recientes con una visión hasta cierto punto  didáctica, pero vistas a partir de la mejor pedagogía; la del alumbramiento; la de demostrar con el ejercicio algo tan bien dicho: “no solo de críticas vive el hombre por eso le echa recuerdos adentro”; y dar a los otros con generosidad,  las memorias de una lectura que queremos tener siempre en nuestra cabecera, las palabras que le hicieron crecer, cuidando mucho ser absoluto y, sobre todo, cuidando con tino el valor de la justicia cuando de enfocar temas controversiales  se trata. 
Celebro con mucha alegría la presentación de Aprendiz de América del autor  Ernesto Sierra, porque en sus palabras encontraremos la magia de esa vieja cartuja tan celebrada por  Benedetti, uno de los autores que, entre otros, se presenta  para el elogio y el merecimiento en estas páginas.  
Lo elogio y pongo mi fe  de que con ellas, el autor está también configurando y dando a todos  el mundo maduro que es el mundo americano de las letras.

Ernesto Sierra: América más que un tema es una vocación.

La editorial Arte y Literatura en su colección Argos,  presentará por estos días el libro prendiz de América,  de Ernesto Sierra (Güines, 1968), crítico literario, ensayista y profesor adjunto de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana.

Sierra dirige además Ediciones Cubarte, en medio de una carrera a veces extenuante entre sus deberes laborales, sus compromisos con la producción multimedial de la cultura y su carrera literaria y docente.

El escritor es, como muchos de sus colegas, un amante confeso de los libros; entre un gran número de ellos trabajó durante ocho años, durante los cuales estuvo al frente  de la Biblioteca de la Casa de las Américas y otro tanto le ocurrió para su suerte, en el Instituto Cubano del Libro en cuya dirección de Literatura también trabajó. Esta pasión queda evidenciada en su libro, Avatares de una biblioteca, su primer texto de ficción, aparecido en junio del pasado año.

En las palabras preliminares, Sierra deja al descubierto que este título es de fantasmas y misterios; de ternura y devoción por los libros; a su vez se percibe el homenaje a esos santuarios que son las bibliotecas y a sus guardianes los bibliotecarios. A un año de aquella presentación llega Aprendiz de América,  en el que, al amor constante por los libros, Sierra suma su gran  amor por la América nuestra.

El autor es de la familia de Cubarte,  pero no por eso nuestro periódico iba a dejar de entrevistarlo a propósito de este nuevo libro suyo que sale a la luz y que es orgullo de todos sus compañeros.


 

¿Cuáles son los  motivos por los que construyó Aprendiz de América?

El amor. Es un libro de amor a la lectura, a la literatura, al arte y, sobre todo, un libro de amor a lo que Martí llamó nuestra América.

¿Cuándo nació este libro?

Como digo en el prólogo, es un libro que nació y fue creciendo con vida propia; sin intención de serlo en un principio y que quizás no sea más que una parte de un libro mayor, único. Es el resultado de la observación y el interés constante por lo que ocurre en nuestra América.

En cierto sentido es una especie de bitácora personal, de apuntes acerca de temas, personalidades, libros, sucesos que me van llamando la atención. Algunos textos los escribí por solicitud de colegas y fueron publicados en revistas, otros los escribí por esa motivación personal, por esa curiosidad de origen desconocido que te ronda y encuentra sosiego solo cuando la conviertes en un texto.

Por tanto, es un libro que nació desde que comencé a escribir sobre temas latinoamericanos, cuando era estudiante en la Facultad de Letras.

¿Se contradice en  algunos de los textos, al ser escritos en tiempos tan distantes? ¿O usted no ha cambiado su forma de interpretar lo que ocurre en nuestra América?

No hay contradicción, solo hay menor a mayor conocimiento, menor a mayor profundidad, diversidad de estilo, menor o mayor nivel de experimentación. Creo que puede haber textos anteriores bien logrados y algunos más recientes que me gusten menos, pero es mi visión personal. Los lectores dirán.

¿Cómo se estructura el volumen?

Lo estructuré en cuatro partes que intentan funcionar como aglutinadores de contenidos diversos en temáticas y facturas: La letra encantada, reúne un grupo de textos sobre escritores, algunos de los cuales tuve el privilegio de conocer personalmente como, Mario Benedetti o Augusto Roa Bastos; Sobre las alas de un colibrí, anuncia varios escritos críticos sobre autores y temas que van desde José Martí, hasta el colombiano William Ospina, muy leído hoy en Latinoamérica; Erupción de la palabra, funciona como una unidad de textos sobre polémicas culturales latinoamericanas de los años sesenta y, La voz de la tierra, presenta ensayos y artículos críticos sobre la temática de nuestros pueblos originarios y asuntos afines.

¿La actualidad de este libro radica en la vigencia de los idearios, temas y obras que aborda?

Es un libro que aborda temas, obras y autores muy diversos y de diferentes momentos históricos y culturales del continente, pero es un libro de ahora, de este momento.

¿Cómo se inserta este libro en el resto de su producción literaria?

Es un complemento y un importante ejercicio dentro de mi escritura publicada. Como dije antes, quizás sea parte de un libro mayor. Lo digo en el sentido de que a veces, -y es mi caso- los escritores publican varios, muchos libros, y el tema o la pasión literaria que los motiva suelen ser los mismos.

En el último año y medio he publicado tres libros y algunos poemas sueltos en antologías y revistas. Bien mirados, -con excepción de los poemas- son desarrollos de la atracción que siento por los libros, la lectura y por estos temas en Latinoamérica y España.

Esta edición de Aprendiz de América quizá sea un punto de giro de eso que llamas mi “producción literaria” pues, con este libro creo haber cerrado un ciclo de textos que me estaban rondando hacía años y no había escrito o publicado por diversas razones. Varios  textos de Aprendiz… son ejercicios, experimentos en todo el sentido de la palabra. De veras me siento un aprendiz con este libro y he ganado duras y valiosas lecciones para encarar la literatura desde nuevas perspectivas. Es por tanto un advenimiento y, a la vez, un canto de cisne.

¿Cómo sería ese «libro mayor, único» del que  quizás Aprendiz…, «no sea más que una parte»?

El resultado de que yo siga escribiendo como estoy haciéndolo ahora, con más disciplina y dedicación. Lo que pueda resultar es un misterio para mí, pero América más que un tema, es una vocación.

¿Cuáles son sus esenciales influencias literarias?

Es una pregunta que los escritores debiéramos eludir siempre, pero no deja de resultar interesante por el ejercicio de pensamiento que presupone.

Para intentar errar en menor grado, te contestaré en la órbita misma del libro, o sea, en el ámbito de la lengua española y la portuguesa de Brasil. Quevedo, Martí, César Vallejo, Leopoldo Marechal, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Julio Cortázar, Octavio Paz, Efraín Huerta, Roberto Fernández Retamar, Angel Rama, Roque Dalton, Gabriel García Márquez y el brasileño Darcy Ribeiro. Por un lado. Por otro, debo decirte que los llamados cronistas de Indias, en su gran diversidad, y la literatura colonial en general, son una compañía constante. Unos son influencias directas en la manera de escribir, otros, inspiración incombustible.

Como sospechaba, me has puesto a pensar y me doy cuenta de la influencia esencial de los poetas en mi escritura. De  la poesía me fascinan la síntesis, la búsqueda de la palabra exacta que encierre una imagen, no importa lo inmensa que sea, y la inclaudicable persecución de la belleza. Creo, junto con los clásicos, que el origen de toda literatura sigue estando en la poesía. La mayoría de los buenos narradores y ensayistas son poetas, aunque ellos no lo sepan.

Debo admitir, pasados unos años, que con Borges guardo una relación muy especial, no elegida por mi. Es como si ciertas zonas de su literatura me hubiesen elegido. Admiro y agradezco su poder de síntesis. Cada vez soy más dado a escribir textos breves. También admiro su capacidad para fusionar los géneros literarios y su amor por los libros y la literatura. Luego, ya de manera inconsciente, me siento atrapado por sus ideas. Del diálogo con sus provocaciones han nacido no pocos textos míos; en algunos de ellos lo he convertido en personaje o fantasma que revolotea sobre los párrafos.

También me acompaña la influencia de Retamar. Lo leía con detenimiento en mis años de estudiante y, luego tuve la oportunidad de trabajar muy cerca de él. Es el intelectual más lúcido que he conocido. Tiene la virtud de armonizar su gran erudición con la actitud artística esencial del poeta y el escritor que es.

En él confluyen de manera armónica el profesor universitario, el erudito, el hacedor de revistas, el intelectual de opinión y la actitud artística esencial del poeta que es. Esto da como resultado, en lo literario, un estilo ágil, dinámico y a la vez, grave, elegante y demoledor. Cuando leo un ensayo suyo me parece no solo brillante, si no, además, que ya no se puede escribir otra cosa sobre el tema. 
 
Trabajando con él amplifiqué mis escasos conocimientos de recién graduado, reafirmé mi vocación americanista, aprendí de su rigor y honestidad intelectuales, de su don oratorio y me divertí con su sentido del humor y sus anécdotas de hombre protagonista de su época.

¿Cuál es su  relación especial con Borges? ¿Llega a categoría de conflicto?

No es un conflicto con los contenidos y las formas. Es con la emoción literaria. Siento que, a veces, me choca su exceso de raciocinio. Sobre todo con su poesía, aunque resulte paradójico por lo que he dicho antes, me ocurre esto, que la encuentro fabricada, construida. Pero me ocurre poco. Luego resulta que es en la poesía donde más emotivo se manifiesta, a la vez.

¿Qué aprendió con la escritura de su libro?

A trabajar con rigor; a mirar bien hacia dentro y no apresurarme. A tratarme con distancia para desechar textos, frases, palabras de los cuales puedes haberte enamorado pero no son buenos. A revisar una y otra vez los datos y citas cuando los vayas a mencionar. A pensar en el lector. Cuando tomas la decisión de publicar, debes tener total consciencia de que al menos una persona invertirá parte de su tiempo en leerte.  A ese potencial único lector o lectora le debes todo el respeto posible.
También aprendí que sé muy poco.

¿Cuáles son los lectores que quisiera para Aprendiz de América?

Al que pueda causarle al menos una experiencia grata en la existencia cotidiana.