miércoles, 24 de abril de 2013

La biblioteca según García Márquez



Era el ámbito más grande la casa del obispo, sin una sola ventana, y las paredes cubiertas por vidrieras de caoba con libros numerosos y en orden. En el centro había un mesón con cartas de marear, un astrolabio y otras artes de navegación, y un globo terráqueo con adiciones y enmiendas hechas a mano por cartógrafos sucesivos a medida que iba aumentando el mundo. Al fondo estaba el rústico mesón de trabajo con el tintero, el cortaplumas, las plumas de pavo criollo para escribir, el polvo de cartas y un florero con un clavel podrido. Todo el ámbito estaba en penumbra, y tenía el olor del papel en reposo, y la frescura y el sosiego de una floresta.

Al fondo del salón, en un espacio más reducido, había una estantería cerrada con puertas de tablas ordinarias. Era la cárcel de los libros prohibidos conforme a los expurgatorios de la Santa Inquisición, porque trataban de ‹‹materias profanas y fabulosas y historias fingidas››. Nadie tenía acceso a ella, salvo Cayetano Delaura, por licencia pontificia para explorar los abismos de las letras extraviadas.


GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ  
(Del Amor y otros demonios)