Se suele decir que en América Latina todo llega con retraso, sin embargo a partir de la segunda
mitad de siglo pasado experimentamos una especie de puesta al día con respecto a lo
que estaba sucediendo en el arte del resto del orbe.
El Cono Sur –como suele llamársele a las regiones de Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay–
también vivió una intensa actividad creadora, especialmente desde el lenguaje abstraccionista.
Joaquín Torres García, Julio Le Parc, entre otros destacados artistas, agenciaron un
espacio para Latinoamérica en el boom de la abstracción.
Chile cuenta en su historia con una figura ya paradigmática dentro de este movimiento: Roberto
Matta. Hacer Abstracción en Chile tiene, por tanto, el doble reto de no desperdiciar
las ganancias de ese maestro de generaciones y de seguir haciendo del arte abstracto un
medio para reflexionar desde el interior de sí mismo.
El arte minimal fue adoptado por muchos creadores, desde su surgimiento por la década del
60, en Nueva York; pero en Chile, nadie ha hecho de este lenguaje un medio de expresión
tan convincente como Iván Navarro.
Nacido en 1972, en Santiago, este creador ya cuenta con un currículo impresionante. Más de
veinte exposiciones individuales y un sinnúmero de colaboraciones en otras de carácter colectivo,
hacen de este artista todo un experimentado dentro del minimalismo.
Partiendo de las lecciones de Dan Flavin, Tony Smith y Dan Graham, el chileno ha sabido
elaborar toda una poética que, aún en la más fría e impersonal interpretación del minimal,
invita a una reflexión apoyada en los juegos de luces y sombras, en espacios vacíos y otros
colmados, de sus piezas mayormente instalativas.
Navarro se nos presenta en esta Oncena Bienal con una propuesta muy interesante que sigue
la línea temática y formal de sus trabajos anteriores. A partir de unas pequeñas cajas (de un
metro de ancho por uno de largo, aproximadamente) y unos tubos de luz fluorescente, colocados
de forma horizontal, retoza con las sensaciones de vértigo que trasmite la profundidad
sugerida por los claroscuros de las piezas.
Torres Gemelas es el título que nos propone para esta exposición, y con ella Navarro les rinde
un pequeño homenaje a todas aquellas personas que aquel fatídico 11 de septiembre de
2001 perdieron sus vidas.
Al alterar las percepciones convencionales en torno al espacio, y con un marcado criterio
instalativo, esta obra de Navarro se inscribe dentro de los más ortodoxos cánones minimalistas.
Con una extraordinaria pureza de formas, economía de recursos y al apelar a las diferentes
intensidades de la luz conferida por los tubos de vidrio, esta pieza trasciende el tamaño
físico tridimensional y torna muy real la sensación de caída en el abismo que recrean.
Una vez más el arte abstracto en su vertiente óptica está ocupando un espacio importante
dentro de la visualidad contemporánea latinoamericana. La Oncena Bienal de La Habana le
abre sus puertas a esa «nueva óptica del arte», hace de ella un contexto propicio para la
reflexión y el dialogo, y nos invita a sumergirnos en ese abismo que tan bien nos ha sabido
anticipar este creador chileno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario