jueves, 10 de mayo de 2012





RESISTENCIA E INTEGRACIÓN
EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO
Anabel Caraballo


De la isla de Tenerife en España nos llegan las atractivas propuestas  del dúo de creadores plásticos conformado por Beatriz Lecuona y  Óscar Hernández. Estos artistas  se graduaron en la manifestación de pintura en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Laguna en el año 2004. Han recibido cursos complementarios con la finalidad  de enriquecer su  carrera  profesional  entre los que destacan un taller sobre el Lenguaje cinematográfico aplicado al video creación contemporánea impartido por la Facultad de BBAA de la ULLL y uno de Performance por el Centro Gallego de Arte Contemporáneo, en Santiago de Compostela, entre otros.
Como pareja artística han expuesto sus obras en numerosas instituciones culturales tanto en el interior como en el exterior de su país natal a través de exposiciones individuales y colectivas. Entre ellas sobresale Todo hielo  realizado en Espacio Canarias, Madrid, Impasse efectuada en el Área 60, TEA. Tenerife, la participación en la X Bienal Internacional de Cuenca, Ecuador, realizadas en el 2009; The Old Soldier Action en el Centro de Cultura Contemporánea de Valencia y la de Shadows of silence en Miami en los años 2010 – 2011.
Sus trabajos se caracterizan por la utilización de la tradicional y artesanal técnica del repujado en metal. En la mayoría de los casos esta práctica se lleva a cabo con materiales como el estaño, el latón, el oro o la plata. Sin embargo, ellos la emplean con el metal de aluminio como símbolo del avance científico, del progreso del arte contemporáneo. Este constituye un soporte autónomo en el que pueden explotar sus cualidades físicas y ampliar todo un universo estético-formal  y conceptual, un discurso coherente y lógico que llegue a todo tipo de público.
La muestra  titulada Impasse consistió en la exhibición de una especie de  cascada a través de la negra pintura líquida en movimiento a manera de telón de un escenario. Detrás de la superficie pictórica se podía observar el mecanismo de tuberías, bombas hidráulicas, etc. que posibilitaba el movimiento ilusorio de la pintura.  El mensaje se basa en la extrema
dificultad para representar, aglutinando así en la pintura toda una memoria colectiva de imágenes que fluyen constantemente. En palabras de los propios artistas “el discurso pasa por hablar del movimiento – emoción, en un constante deja vú en el que se aparecen todas aquellas imágenes de las que hemos bebido.  Impasse está en constante refinamiento toda vez que se vicia, pues siempre es nueva pintura y siempre es pintura usada.”
En The Old Soldier de sus serie Tiempo de espera un viejo soldado es reflejado a través de imágenes repujadas de caballo, silla de montar, tambor, trompetas, hombres uniformados.
Esta  se refiere a conceptos como presencia y ausencia  que son utilizados en un mismo plano simbólico. Es decir, estos artistas nos hablan de la existencia de un mundo saturado de imágenes, de medios publicitarios actuando al unísono creando  un sujeto alineado que no es capaz de percibir con claridad las cosas esenciales de la vida; es lo que ellos denominan exceso – desierto. Entonces valdría la pena preguntarse, como lo han hecho algunos críticos,
si estos personajes representados son los que ayudan al ser humano a escapar de esta gran burbuja que es el mundo contemporáneo.
Siguiendo esta línea discursiva Beatriz Lecuona y Óscar Hernández  nos traen dos proyectos que distinguirán a la Oncena Bienal de La Habana: Música para el Cortejo y Common Life.
En Música para el Cortejo se valen de alrededor de doce repujados sobre aluminio que representan a una serie de hombres, de guerreros musicales, de ciudadanos entonando una melodía al sonido sordo del tambor para exteriorizar un discurso sustentado en el término de resistencia del hombre a la hegemonía económica, política y cultural del régimen capitalista.
Estas piezas seriadas insertadas como un componente decorativo de la fachada del Museo de Arte Colonial exponen el binomio perfecto figura – fondo, mediante la forma del hombre tocando un tambor sobre una base neutra. Estas imágenes  se obtienen a través del ahuecamiento de su negativo previamente sobre madera, de esta manera se establece un juego entre la imagen representada y el molde original. Asimismo la incidencia de la luz, en esta
superficie metálica trabajada a manera de relieve, crea un constante cambio y movimiento debido a las variaciones dada por la luminosidad de los rayos solares.
El concepto de resistencia se basa en la existencia del ser humano que encarna el rol de sujeto político dentro de una sociedad. El hombre se encuentra dominado por la potencia imperante en el poder que lo somete y lo obliga a adecuarse a las leyes, las normas dictaminadas por la misma.
Por lo tanto el objetivo de esta praxis artística se basa  en exteriorizar el rostro  agigantado de ese sujeto político que te devuelve el espejo de ti mismo, que te insta a cuestionarte como te estás convirtiendo en un ser conquistado por las maniobras económicas y políticas que sustentan ese sistema dominante. En este caso esta resistencia presenta un carácter mudo en cuanto se traduce en el simple toque del tambor, por lo que es una manera simbólica de alentar al ciudadano a que despierte de esa tormenta opresiva, a que busque alternativas para luchar, para producir un cambio desde dentro.
Por otro lado, Common Life gira en torno al significado del concepto de metoikesis, que procede del griego Métoikos, meta o cambio y Oikos, casa. Con este trabajo se propone crear toda una reflexión sobre el tránsito que se genera no solo con el traslado físico de las personas de un lugar a otro, sino también de las transformaciones emocionales, sentimentales e intelectuales que experimenta el ser humano al decursar del tiempo; así como la integración de nuevos elementos debido a la interacción con otras personas y escenarios que los rodean.
El hecho plástico se consolida con el vertimiento de una líquida pintura negra  que se incorpora a la superficie desde unos singulares calderos de cocina. Ellos emplean el negro, según las palabras de los propios artistas, porque se auxilia de los otros colores para conformarse, por lo que es una imagen contenedora de todas en sí misma.
Teniendo en cuenta lo anterior, la acción se basa en la búsqueda del auto reconocimiento espiritual a través del intercambio con los demás, y el ser capaces de reconocer que somos el resultado de la confluencia de imágenes, de recuerdos individuales y a la vez colectivos.
Porque formamos parte  de un todo, de una comunidad. Por lo que, esta obra se ancla en la relación arte – vida, en la que el receptor juega un rol protagónico al ser el partícipe y testigo del encuentro con el otro, de este reconocer en la mirada del otro la esencia de uno mismo. En otras palabras como dijera el literato Sartre en sus obras: el espectador es el que completa el hecho artístico y literario.




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