jueves, 10 de mayo de 2012

Cuba y Chile: espacios, convergencias y la utopía de un nuevo lugar Wendy Peñalver Sánchez



Si existe una relación entre la obra de arte y el lugar que esta ocupa, es una de las interrogantes
que más comúnmente asoma dentro de la historia del arte. La idea de que el llamado
objeto artístico no se entiende, o cambia, fuera del sitio específico que le fue destinado,
se convierte en realidad palpable cuando en la segunda mitad del siglo XX se produce la negación
de la especificidad de las manifestaciones artísticas, y los ambientes e instalaciones
confirman en mayor medida la validez del ya mencionado vínculo.
Con el paso del tiempo las obras mismas, en su diversidad, se han convertido en respuestas.
Una de las que contesta afirmativamente, llega a esta Oncena Bienal de La Habana a través
del proyecto No hay tal lugar, de la artista chilena Ángela Ramírez. Se trata de una instalación
que aprovecha los saberes y planteos de la arquitectura, y que será realizada a partir
de la combinación de acero estructural, perfiles livianos y tensores, en uno de los edificios
no restaurados del centro de La Habana Vieja.
“En Chile –comenta la propia autora– la vivienda social siempre deviene ampliación; los
pobladores, de esta forma, dan solución a problemas básicos de espacio”.1 En Cuba, por otro
lado, este fenómeno se da de manera totalmente inversa, pues los habitantes hacen crecer
su vivienda hacia adentro, no hacia afuera como en el caso chileno. Desde ambas premisas,
el interés de Ángela está en desarrollar una propuesta que favorezca el diálogo entre las
ampliaciones que se realizan en las viviendas sociales de la periferia de la ciudad chilena,
con las transformaciones –conocidas como “barbacoas”–, que se han extendido por la capital
cubana.
Al mismo tiempo, la artista encuentra sumamente atractivo el hecho de que en esta búsqueda
de nuevos recursos para mejorar las condiciones de vivienda y de vida, los pobladores se
acerquen de manera inconsciente a un estilo ya consolidado. “ (…) si miramos la arquitectura
barroca, tiene dos características que se asemejan a la operación que realizan los habitantes
de estos edificios. Por un lado, el uso del pliegue del espacio sobre sí mismo y, por
otro, la no concordancia entre la fachada de un edificio y su interior”.2
Para llevar a cabo su propuesta, la creadora dará inicio a una dinámica de trabajo interdisciplinaria,
ya característica en su obra. En ella intervendrán un ingeniero chileno, quien
definirá los elementos estructurales, y arquitectos jóvenes cubanos que se encargarán del
estudio de campo. Luego, a partir de los resultados obtenidos, realizarán un proyecto arquitectónico
que obedecerá a las ya analizadas tipologías de las transformaciones/barbacoas.
La habilidad de un amplio grupo de colaboradores, unida a la idea creadora, dará como fruto,
terminada ya la Bienal, una estructura flexible y fácilmente desmontable, capaz de trascender
el marco teórico que la vio nacer y abrirse al espectador, para crear un espacio de
infinitas interpretaciones. No hay tal lugar, además, es una obra que, al valerse de la convivencia
de volúmenes desnudos altamente geometrizados y de los efectos luminosos provocados
por ellos, logra gran plasticidad.
Ángela Ramírez, junto a un colectivo realmente heterogéneo, será la protagonista de una
de las propuestas más interesantes de la cita habanera de este año. La separación de los
ambientes, la creación de nuevas zonas y la deformación del espacio en este proyecto, propiciarán
el contacto directo con la gente, a la que se busca interpelar. No hay tal lugar pudiera
definirse como una obra transdisciplinaria, pero es también transnacional por cuanto
acerca dos realidades nada ajenas. Sé que por todo ello y por la concepción futurista de la
instalación, la invitación a rodearla será irresistible. Quede, entonces, la elección en manos
del curioso transeúnte.
1 Proyecto presentado por Ángela Ramírez para la Oncena Bienal de La Habana.

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