Ha muerto Juan Gelman y se va uno de las grandes voces poéticas del continente. En 2007, cuando recibió el Premio Cervantes de Literatura, escribí estas palabras que comparto ahora con ustedes.
GELMAN, EL CERVANTES Y UN CONO DE LUZ
Cuando a finales de la semana
pasada los cables periodísticos anunciaban la inminente entrega del Premio
Cervantes 2007, la mayoría, respondiendo a la lógica de entregarlo cada año a
un lado indistinto del Atlántico hispanohablante, posaban los ojos sobre el
uruguayo Mario Benedetti, el chileno Nicanor Parra y el argentino Juan Gelman.
Desde que en 1979 se otorgara “ex aequo” a
Gerardo Diego y Jorge Luis Borges, el premio se declaró indivisible. Gelman se
ha alzado con el Cervantes 2007 y en medio de la emoción ha dicho con justeza:
“los cinco o seis candidatos que mencionaron los periódicos son escritores, no
sólo amigos míos, sino poetas de primera fila, como Nicanor Parra, (Mario)
Benedetti; también (José Emilio) Pacheco (…) Realmente cuando vi a Juan Marsé y
Juan Goytisolo entre los aspirantes, y a los que mencioné, como Blanca Varela,
pensé: no, Juan, a vos no, pero resultó que sí”.
Luego hemos sabido que también estaban nominados
Alfredo Bryce Echenique (Perú), Ricardo Piglia (Argentina), Sergio Ramírez
(Nicaragua), Fina García Marruz (Cuba), Margo Glanz (México), Elena Poniatowska
(México), o los españoles Enrique Vila-Matas y Ana María Matute.
Esta nómina engrandece el Premio concedido a
Gelman, como al Cervantes todo, considerado el Nóbel de las letras en lengua
española.
Gelman señaló que el galardón, más allá de la
circunstancia personal, “es como un reconocimiento a la poesía misma que no
tienen las grandes editoriales, porque no es vendible, y también es un
desconocimiento del valor de la poesía. Eso a mí me conmueve mucho”.
Saramago ha dicho que Juan Gelman
estaba un poco olvidado hasta que recibió el Premio Reina Sofía. Es cierto.
Pero pienso en Gelman, en su vida, en la obra, y su poesía ha sido escrita en
gran parte desde ese cono de sombra a donde lo arrojó la historia de su país,
nada ajena a la de la América, recrudecida en un período que quisiéramos
olvidar. La entrega de un premio nunca debería ser motivo para hablar de cosas
tristes pero tratándose de Gelman no pueden separarse la obra de las
motivaciones más profundas que impulsaron a escribirla y el dolor, el ansia de
justicia, los más de treinta años de exilio, los horrores de la dictadura, la
fractura insalvable de la familia no pueden separarse. Tampoco la brevedad de
las noticias de salutación de estos días permite ahondar en la calidad de la
extensa obra que se premia. De cualquier manera, Gelman es poeta de nacimiento
y todos concuerdan en lo justo del galardón.
En Cuba, más que un amigo es un
viejo y querido hermano. Pienso en la temprana relación con la Isla y su causa,
en las múltiples ediciones que le ha dedicado la Casa de las Américas, desde la
más reciente antología, Pesar todo, ganadora del Premio de poesía José Lezama
Lima 2003, hasta la Poesía, escogida
y prologada para la Colección Literatura Latinoamericana por Víctor Casaus en
los años ochenta, donde resuenan todavía con aires de hoy estas palabras: Y aquí comprobamos que es cierto. De una
manera u otra, conjugándose, armando a la ternura, rabiando, contando los días
que faltan para la Revolución, recordando a sus hermanos –“hijos de la memoria”-,
Juan Gelman está en los poemas que se reúnen en este libro. Y desde aquí, por
todo ello, se le saluda y se le quiere, como el hermano que es. Como el hombre
que es y ha sufrido.
Recuerdo que, gracias a esa
antología comenzó a circular el nombre de Juan Gelman entre los jóvenes de
aquellos años y se hicieron populares, necesarios sus versos como estos que
vienen a la memoria:
Yo no sabía que
no tenerte podía ser dulce como
nombrarte para que vengas aunque
no vengas y no haya sino
tu ausencia tan
dura como el golpe que
me di en la cara pensando en vos
Y así ha ido transitando su poesía
por todos los espectros de un inmenso arcoiris espiritual, desde los tintes de
la cólera hasta los de la ternura, para darnos este ejemplo de hombre entero,
de una sola pieza, para regalarnos algo que supo captar con su peculiar humanidad
visionaria otro grande de la Argentina, de la América toda, que celebra también
este premio, Julio el Cronopio Cortázar cuando dijo refiriéndose a que el mayor
legado de la poesía de Gelman era su “actitud”:
Esta
actitud no necesita de gritos, de proclamas ni de denuestos; la fuerza más
extrema de la palabra de Juan nace de haber dejado atrás la superficie del
dolor y de la cólera para ahondar en sus raíces, en esa zona vital y mental
desde donde la reflexión y la acción pueden recomenzar con una eficacia que
tantas veces les faltó en medio del ruido y el furor. Volver positividad
la abominable suma de oprobio y la
desgracia: sí, todavía hay alquimias posibles cuando se posee «el
lugar y la fúrmula» como lo poseen hoy los poemas de
Juan.
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