miércoles, 15 de enero de 2014

Adiós a Juan Gelman



Ha muerto Juan Gelman y se va uno de las grandes voces poéticas del continente. En 2007, cuando recibió el Premio Cervantes de Literatura, escribí estas palabras que comparto ahora con ustedes.



GELMAN, EL CERVANTES Y UN CONO DE LUZ


Cuando a finales de la semana pasada los cables periodísticos anunciaban la inminente entrega del Premio Cervantes 2007, la mayoría, respondiendo a la lógica de entregarlo cada año a un lado indistinto del Atlántico hispanohablante, posaban los ojos sobre el uruguayo Mario Benedetti, el chileno Nicanor Parra y el argentino Juan Gelman.

Desde que en 1979 se otorgara “ex aequo” a Gerardo Diego y Jorge Luis Borges, el premio se declaró indivisible. Gelman se ha alzado con el Cervantes 2007 y en medio de la emoción ha dicho con justeza: “los cinco o seis candidatos que mencionaron los periódicos son escritores, no sólo amigos míos, sino poetas de primera fila, como Nicanor Parra, (Mario) Benedetti; también (José Emilio) Pacheco (…) Realmente cuando vi a Juan Marsé y Juan Goytisolo entre los aspirantes, y a los que mencioné, como Blanca Varela, pensé: no, Juan, a vos no, pero resultó que sí”. 

Luego hemos sabido que también estaban nominados Alfredo Bryce Echenique (Perú), Ricardo Piglia (Argentina), Sergio Ramírez (Nicaragua), Fina García Marruz (Cuba), Margo Glanz (México), Elena Poniatowska (México), o los españoles Enrique Vila-Matas y Ana María Matute. 

Esta nómina engrandece el Premio concedido a Gelman, como al Cervantes todo, considerado el Nóbel de las letras en lengua española.
Gelman señaló que el galardón, más allá de la circunstancia personal, “es como un reconocimiento a la poesía misma que no tienen las grandes editoriales, porque no es vendible, y también es un desconocimiento del valor de la poesía. Eso a mí me conmueve mucho”.

Saramago ha dicho que Juan Gelman estaba un poco olvidado hasta que recibió el Premio Reina Sofía. Es cierto. Pero pienso en Gelman, en su vida, en la obra, y su poesía ha sido escrita en gran parte desde ese cono de sombra a donde lo arrojó la historia de su país, nada ajena a la de la América, recrudecida en un período que quisiéramos olvidar. La entrega de un premio nunca debería ser motivo para hablar de cosas tristes pero tratándose de Gelman no pueden separarse la obra de las motivaciones más profundas que impulsaron a escribirla y el dolor, el ansia de justicia, los más de treinta años de exilio, los horrores de la dictadura, la fractura insalvable de la familia no pueden separarse. Tampoco la brevedad de las noticias de salutación de estos días permite ahondar en la calidad de la extensa obra que se premia. De cualquier manera, Gelman es poeta de nacimiento y todos concuerdan en lo justo del galardón.

En Cuba, más que un amigo es un viejo y querido hermano. Pienso en la temprana relación con la Isla y su causa, en las múltiples ediciones que le ha dedicado la Casa de las Américas, desde la más reciente antología, Pesar todo,  ganadora del Premio de poesía José Lezama Lima 2003, hasta la Poesía, escogida y prologada para la Colección Literatura Latinoamericana por Víctor Casaus en los años ochenta, donde resuenan todavía con aires de hoy estas palabras: Y aquí comprobamos que es cierto. De una manera u otra, conjugándose, armando a la ternura, rabiando, contando los días que faltan para la Revolución, recordando a sus hermanos –“hijos de la memoria”-, Juan Gelman está en los poemas que se reúnen en este libro. Y desde aquí, por todo ello, se le saluda y se le quiere, como el hermano que es. Como el hombre que es y ha sufrido.

Recuerdo que, gracias a esa antología comenzó a circular el nombre de Juan Gelman entre los jóvenes de aquellos años y se hicieron populares, necesarios sus versos como estos que vienen a la memoria: 

Yo no sabía que
no tenerte podía ser dulce como
nombrarte para que vengas aunque
no vengas y no haya sino
tu ausencia tan
dura como el golpe que
me di en la cara pensando en vos

Y así ha ido transitando su poesía por todos los espectros de un inmenso arcoiris espiritual, desde los tintes de la cólera hasta los de la ternura, para darnos este ejemplo de hombre entero, de una sola pieza, para regalarnos algo que supo captar con su peculiar humanidad visionaria otro grande de la Argentina, de la América toda, que celebra también este premio, Julio el Cronopio Cortázar cuando dijo refiriéndose a que el mayor legado de la poesía de Gelman era su “actitud”:

Esta actitud no necesita de gritos, de proclamas ni de denuestos; la fuerza más extrema de la palabra de Juan nace de haber dejado atrás la superficie del dolor y de la cólera para ahondar en sus raíces, en esa zona vital y mental desde donde la reflexión y la acción pueden recomenzar con una eficacia que tantas veces les faltó en medio del ruido y el furor. Volver positividad la  abominable suma de oprobio y la desgracia: sí, todavía hay alquimias posibles cuando se posee «el lugar y la fúrmula» como lo poseen hoy los poemas de Juan.



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