jueves, 20 de diciembre de 2012

Leonardo Padura: Cuba es más grande que nosotros mismos.





De mis años de bibliotecario guardo muchas anécdotas insólitas y una de ellas la causó Leonardo Padura o, mejor dicho, sus libros. Una mañana de 1995 0 1996, no puedo precisar bien, un colega  vino a verme preocupado por el estado físico de los únicos ejemplares que teníamos de Vientos de cuaresma y Máscaras. Los libros apenas tenían un año o dos de publicados pero, más allá de la calidad de la impresión estaban desojados, con las cubiertas descoloridas, doblados, eran un  pequeño desastre. La causa de aquel prematuro envejecimiento era el uso constante de los libros. Los usuarios los pedían constantemente y había cola para leerlos. Ahí supe que estas novelas de Padura habían desplazado en la popularidad de los lectores a La última noche que pasé contigo, de Mayra Montero. 
Después de orientar una rápida e inusitada restauración para libros tan jóvenes, me puse en la cola de lectores y así me adentré en las peripecias de Mario Conde y sus tramas policiales sazonadas con una mirada crítica al entorno social cubano de los años 90. Fue una lectura conciliadora con la literatura policial del patio, la cual casi había recibido su acta de defunción apenas unos años antes cuando en un congreso de escritores policiales, alguien dijo que no podía haber novela policiaca en un país en el cual no podías montarte en un taxi y decirle al chofer: -¡Rápido, siga a ese coche! Había leído los ensayos de Padura, su periodismo y ahora estas novelas me llevaban al reencuentro con un género de mis preferencias pero que había caído en franca bancarrota en nuestra literatura. Y, por demás, traían el atractivo añadido de utilizar lo policial como nervio central concatenado con otras maneras discursivas y, así el realismo literario y el periodismo, se unieron en textos que generaron esa sorprendente popularidad que menciono. Desde entonces, como tantos, no he dejado de leer los libros de Padura, cada vez más versátiles más sorprendentes, más literarios. 
Quiso el azar que, a las lecturas y simpatías por su obra, nos conociéramos hace ya algunos años y desde entonces hemos mantenido una cordial relación signada por la simpatía y el respeto. Esta circunstancia nos ha deparado las sorpresas de intentar hilvanar una conversación en la esquina de la UNEAC, hasta charlar durante horas con el estelar industrialista Lázaro Vargas., sobre esa otra gran pasión de Padura: la pelota.
Ayer el Instituto Cubano del Libro anunció que le fue otorgado a Leonardo Padura el Premio Nacional de Literatura 2012 por un jurado presidido por Reynaldo González. El premio será entregado en la venidera Feria Internacional del Libro de la Habana, 2013.
En el calor de la noticia me apresuré a saber las impresiones del premiado. 



Leonardo Padura: Cuba es más grande que nosotros mismos.

Por: Ernesto Sierra


E.S:¿Cómo recibiste la noticia?
-Trabajando. Como he estado en los últimos 32 años, desde que me gradué de la Universidad. Sabes que soy un trabajador obsesivo y este ha sido un premio al trabajo. Por eso lo recibo con orgullo, como reconocimiento de las instituciones culturales y un grupo de escritores a un trabajo. Y como estaba trabajando, me sorprendió la llamada de Reynaldo González, el presidente del jurado, para decirme que yo era el elegido del 2012. Por supuesto, de la sorpresa pasé a la felicidad y, como no podía dejar de ser, a la primera persona a quien se lo dije fue a Lucía, mi mujer, que es parte importante de este premio, y luego a mis padres, que todavía están acá, con sus 80 y pico a cuestas, y que son la otra parte importante de todo lo que he sido y he querido ser, pues si no me pudieron dar un apoyo cultural, sí me dieron algo muy importante: confianza. Nunca me obligaron a hacer nada, solo confiaron en mí… incluso si no iba a la escuela para quedarme jugando pelota por los terrenitos de Mantilla, hace 50 años.


E.S: -Hace apenas unos días afirmabas en la “Semana de Autor” que te dedicó la Casa de las Américas que aceptabas con orgullo la invitación de la Casa a ese reconocimiento a tu obra pero que a la vez no podías deja r de recordar que un año atrás, cuando la Maison de América Latina de París, el Pen Club Francés y la sociedad de amigos de Roger Caillois te entregaron el premio que lleva el nombre de ese importante escritor, ningún medio oficial nacional se acercó a ti o promovió, como se promueven otros acontecimientos o acciones, un suceso que te desbordaba como escritor y entrañaba, como es evidente, un reconocimiento para la literatura cubana, sobre todo la que se hace en Cuba por los escritores que vivimos en Cuba. ¿Sorprendido con este premio a solo una semana de aquellas palabras que llamaban la atención sobre una zona de silencio en torno a tu obra dentro de Cuba?

L:P: - Sí y no. Creo que alrededor de mi trabajo y de mi persona ciertas instancias de decisión y de los medios han querido tender un manto de silencio, como respuesta a la postura que he sostenido por años en mi trabajo como escritor y como periodista, y a mi actitud como ciudadano. Muchos consideran que soy excesivamente crítico –y cosas peores, algunas de las cuales he leído hace muy poco. Lo curioso es que muchas de las personas que al frente de determinadas instancias de decisión han pesando y actuado así, hoy no están ahí (están en otros lugares, laborales, geográficos, mentales), pero yo sigo aquí, haciendo lo mismo, con un sentido de riesgo, a veces hasta recibiendo ataques, pero con la misma postura ética que se fundamenta en decir lo que creo que se debe decir, independientemente de que sea o no oportuno, solo convencido de que es necesario. Y si mi trabajo, o los resultados de mi trabajo, no han tenido la proyección que otros menos significativos pero políticamente “correctos” suelen tener, cuento a mi favor con algo que es mucho más importante: la respuesta de los cubanos para los que escribo y desde cuyas preocupaciones, frustraciones, alegrías, formas de pensar, yo escribo. ¿Y sabes qué? Ahora más que nunca me siento comprometido a seguir con el martillo en la mano, para, como me dijo un colega y amigo al felicitarme por el premio, “poner en evidencia que golpear cada día el yunque saca chispas en el metal más duro”. Porque yo soy un escritor, vivo en Cuba y escribo en Cuba por una decisión personal y cultural, y mi compromiso no es con lo que piensen o crean determinadas personas, sino con mi país, que es más grande que todos nosotros. Y si estoy o estuviera equivocado, bueno, pues también es mi derecho a equivocarme, pues lo que me hubiera podido llevar al error es mi fe y mis ideas. Otros que deciden más que yo se han equivocado más veces, en cosas más trascendentes... Pero, en cualquier caso, siempre es lamentable ver cómo ciertas mezquindades y miedos funcionan en nuestra sociedad y hasta deciden qué es lo bueno, lo regular y lo que no es conveniente… y a veces yo caigo en la categoría de lo “inconveniente”.

E.S: -¿Qué significa para tu oficio de escritor este premio con el que ha sido distinguida una nómina de escritoras y escritores que ostentan una obra tan reconocida como disímil entre si y tan diferente de la tuya en algunos casos?
L.P: -Para mí, en lo particular, es un compromiso con la cultura cubana, la que fundó Heredia hace 200 años y que tanto ha significado para la vida de este país tan chiquito y tan desproporcionado por su tremenda capacidad de crear una cultura artística que es más grande que su geografía. Ser un escritor cubano es un reto. Ser un escritor cubano en el siglo XXI, es un doble reto. Porque muchas veces hay que escribir contracorriente (o sin corriente, como nos pasó en los años 1990), porque no se acaba de separar lo político de lo artístico, lo pasajero de lo permanente, las ideas sociales de las personas individuales, la geografía de la pertenencia. Significa, también, un compromiso con mi trabajo, un nuevo convencimiento de que si en un momento se me ocurre la peregrina idea de pensar que he llegado (a dónde sea), en mi próximo libro proponerme llegar un poco más lejos, siempre retarme, siempre complicarme la existencia. Y en otro plano, el de mi generación de escritores, sobre todo los narradores, creo que significa la demostración de que teníamos la razón cuando nos propusimos cambiarle la mala cara a la literatura cubana que nos encontramos en 1980, y entre todos, comenzamos a golpear el yunque… Por eso creo que mi trabajo no hubiera sido posible sin el de los colegas y amigos que me han acompañado en ese empeño por 30 años: Arturo, Abilio, Senel, Luis Manuel, Abel, Mejides, Daína, Reynaldo Montero, Lichi, Sacha, Jorge Luis Hernández y poetas como Reina, Ramoncito, Alex Fleites, Lorente… y paro de hacer la lista porque serían muchos los que deberían estar y muchos los que se me podrían olvidar en este momento preciso: en fin, todos esos que saben que deben estar ahí, pues han estado conmigo.
Por último, creo que este premio ratifica algo muy importante para mí: y es que si un día me propuse utilizar los recursos de los “géneros” (la novela policial, la novela histórica), que para algunos eran y son formas “menores” de la literatura, me ratifica, te decía, que con esos instrumentos se podía hacer literatura si uno entraba en ellos con esa pretensión: hacer literatura. Creo que el hecho de que mis novelas “policiales” hayan ganado muchos premios de literatura “seria”, que haya sido publicada fuera de Cuba y en Cuba por editoriales y colecciones que habitualmente no publican novelas “policiales”, que los críticos y estudiosos se hayan detenido en ellas y que los lectores se interesen más en el cómo o el por qué que en el quién (un asesino), requetecontrarratifica que es posible hacer literatura desde los géneros y, chico, hasta ganar un premio nacional de literatura con esas novelas.