Historial 2011


Conjuro en púrpura contra el olvido


De repente la flor solitaria se me convierte en primavera. Sin importarle la naturaleza en retiro, asoma orgullosa su corola y el aire se aviva ante el enigma de su rojo desafío. No es efímera la rosa, lo sabe, y se prende en mi chaleco con la terrible paradoja de su punzante belleza. Mas no hay contradicción, es un apremio a mi memoria, a develar la magnitud de mi secreto de viajero en el tiempo del olvido. Acércate, tócame, parece decir, y la toco, sin romper el número perfecto de su especie. Un temblor leve la sacude, de su olor anhelante contagia mis manos, mientras rasga mis dedos con la espina que brinda en sacrificio. Y de su olor, mi sangre y su reclamo, brota esta tinta púrpura, sedienta de sudores, con que escribiría hoy sobre tu piel el conjuro eficaz para mi ausencia.

©Ernesto Sierra
13-12-2011

Fina, siempre hacia los orígenes de la poesía


Tarja en la tumba de Lezama.

Andan mis pasos ahora en las frias latitudes de Castilla y leo, conmovido y alegre el corazón, las noticias de la entrega del Premio de Poesía Iberoamericana Reina Sofía a nuestra Fina García Marruz. La mente vuela, se puebla de recuerdos, de las intensas jornadas de trabajo y aleccionadoras conversaciones con Fina, mientras trabajábamos juntos en la terminación de la multimedia Orígenes, publicada por Cubarte.


Trabajando en su oficina del CEM

Lecciones inolvidables de sabiduría, ternura, reciedumbre. A sus ochentaisiete años, agravados por golpes de la vida, vallejianos casi, Fina nunca faltó a una cita, no olvidó un nombre, un documento prometido y tuvo tiempo siempre para un café que resultaba breve para sus mágicas evocaciones de María Zambrano, Juan Ramón, Orígenes todo, Lezama y Gastón Baquero, a quién me recitaba de memoria. Y Cintio, siempre Cintio, de quien organizaba su obra inédita en medio de la vorágine del centenario de Lezama.
Fina habla en poesía, con la sencillez de la poesía, es la poesía.
La tarde en que inauguraban la Casa Museo José Lezama Lima, me dijo que no iría, que no podía. -Para mi no es un museo, ¿Entiendes?, es mi casa. Y no me gustaría llegar y verla cambiada, no encontrar las cosas que tanto le gustaban a Lezama. Pero fue, y leyó unas palabras conmovedoras con las cuales puso en su sitio cada objeto y cada emoción de la casa de Trocadero 166.
Sigo leyendo las noticias y me agrada saber que su nieto, José Adrián Vitier, al recibir el premio ha dicho que, un premio a la poesía es siempre un premio a la esperanza, a la capacidad de ilusión y al misterio de la vida.
Pienso que no pudo haberlo dicho mejor. Cierro la prensa pero el insomnio me traiciona y repaso mis fotos, mi equipaje de nostalgias y alegrías, ese que no pueden pesar en las básculas de los aeropuertos. Y choco, más que encuentro, con una imagen de la tumba de Lezama, tomada al azar la mañana en que fuimos a celebrar su centenario. Se me espesa el aire, seguro exagero pero evocar en la distancia es un arte peligroso para el alma. Me salta a la vista un retoño de álamo, apenas una hojita verde, de un verde tierno como el de casi todos los retoños; pero este es verde, como esa esperanza poética que ha mencionado Jose Adrián.
Y con mis pies calzando el polvo de las tierras de Castilla y el corazón en la humedad azul de Cuba, recito en voz baja los versos de Antonio Machado:
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera.
Todavía no entiendo. Soy apenas un expectador de estos azares. Pero Machado, Lezama y Fina seguro saben el significado de esa rama, de ese árbol futuro.

©Ernesto Sierra
28-11-2011

Entregados Premios Palma Digital 2011


Rafael de la Osa Díaz, Director de Cubarte

Con la entrega de los Premios Palma Digital 2011, culminó este 16 de noviembre, en la Casa del Alba de La Habana, la II Jornada de la Cultura Cubana en Medios Digitales, convocada por Cubarte, Centro de Informática en la Cultura.
Lo intenso de los debates de las jornadas, el amplio abanico temático desplegado en ellas y la calidad de las obras en concurso y las premiadas, han demostrado el acierto de Cubarte en estas convocatorias. El destacado desarrollo educacional y cultural alcanzado por Cuba exige un mayor acceso a las nuevas tecnologías de la información, pero su uso es cada vez más creciente así como la repercusión de sus beneficios y aplicaciones en la vida cultural y social del país.
En la sesión inaugural del encuentro, Rafael de la Osa Díaz, Director de Cubarte, señaló:
“Es la época de los blog, de los chat y de otros instrumentos para los cuales debemos prepararnos; muchas veces las barreras culturales y psicológicas que tenemos superan las limitaciones tecnológicas que impiden avanzar más rápido, pero también hay muy buenos ejemplos en este sentido, como la proliferación de interesantísimos blogs y la activa participación alcanzada con la celebración de foros digitales de discusión de diversos temas; a esto debemos sumar la revolución que ha significado la utilización de las redes sociales, algo en lo que el país también trabaja a pesar de las limitaciones”.
Las jornadas académicas comenzaron con la proyección de la conferencia La convergencia de las nuevas tecnologías y la multimedia, dictada en el pasado Congreso Informática 2011 por el Presidente de la Federación Internacional de Multimedia, el Hervé Fisher, quien es además filósofo, cineasta, pintor y artista digital. Sus libros, El choque digital y Ciberprometeo, son dos referencias necesarias para entender el impacto de las nuevas tecnologías informáticas en las sociedades actuales.
Conferencias, mesas debates y exposiciones, permitieron recorrer el panorama actual de las nuevas tecnologías informáticas aplicadas a la cultura en Cuba.
Los premios Palma Digital fueron dados a conocer al cierre de las II Jornadas. Este año fue premiado en la categoría Portales Culturales y Sitios Temáticos Especializados, el sitio web del Centro Cultural Dulce María Loynaz, por la coherencia lograda entre la personalidad y obra de la figura que da nombre a la institución, la sede que ocupa y el diseño y concepción de la web; la calidad, riqueza, variedad y actualidad de los contenidos, y los funcionales recursos de navegación. Mención a: Festival Proposiciones, por los positivos valores que exalta, lo sugestivo de su lenguaje e imagen para el público juvenil, la utilidad de su información y la manera anticonvencional de mostrarla.
En la categoría Publicaciones Culturales Digitales, resultó premiada, Arteamérica, de la Casa de las Américas, por el alto nivel conceptual e informativo de los materiales recogidos en cada edición; el interés, diversidad y actualización de sus contenidos, procedentes de todo el Continente, la sistematicidad de sus entregas y la facilidad de navegación.
En la categoría Productos Culturales Multimedia, obtuvo el premio,  Museo Casa Natal de José Martí, de la Dirección de Ediciones de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, por dar a conocer de manera atractiva al público infantil, un sitio entrañable para los cubanos, mediante el empleo de videos, juegos y una muy completa iconografía, entre otros elementos que, a pesar de ciertas dificultades para la navegación, trasmiten eficazmente los valores patrióticos expresados en el Museo. Mención a: Proyecto Parábola, de Liane Ramos Romero, por la amplitud e inusual actualización de la información que reúne, de suma utilidad para artistas y estudiosos de las artes plásticas cubanas.


Pedro Juan Rodríguez, Director de Ediciones Boloña, de la Oficina del Historiador, 
recibe el premio en la categoría multimedia.

Cubarte otorgó este año Premios Especiales, por su eficacia en la labor de promoción de los valores de nuestra cultura a la Revista Literaria La Jiribilla y al Centro Pablo de la Torriente Brau.


Víctor Casaus, Director del Centro Pablo de la Torriente Brau, recibe el premio especial.

Rafael de la Osa anunció la participación de los países que integran la Alternativa Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América en la edición de 2012.

©Ernesto Sierra
24-11-2011

El sueño del cangrejo

Salir una mañana en busca de alimento espiritual para niños me hizo terminar sentado en la Sala Teatro Llauradó de La Casona, en el Vedado. El menú: Con ropa de domingo, la  versión dramatizada del cuento “El cangrejito volador”, de Onelio Jorge Cardoso. La puesta en escena es del grupo Pálpito, la adaptación del texto de Maikel Chávez, la dirección artística de Ariel Bouza y actuaron esa mañana, Corina Mestre, Maikel Chávez y Ariel Bouza.
Las actuaciones convencionales se entremezclan con el teatro de títeres, gracias al texto que cruza las líneas argumentales de la historia de Guirito, el niño campesino que quiere estudiar en la ciudad, y la fábula del cangrejo que quiere volar animado en su empeño por la paloma. El guión hace fluidas y armónicas las dos historias, al punto que parecen una. El sonido casi es un personaje más, que apoya con eficacia el ambiente rural. Las actuaciones muy sólidas y convincentes.
Corina Mestre deslumbra por la dulzura y la capacidad de desdoblamiento con que representa a la madre de Guirito, la cual, aún cuando se duela al separarse de él, apoya al hijo en sus sueños de convertirse en titiritero. Ternura y ensoñación son el saldo final de la obra.
Una hora mágica en la cual el teatro, la literatura y la música se funden, para devolvernos al estado primigenio de la niñez y la pureza de las utopías. Sentado en la rama de un árbol, Onelio nos guiña un ojo.

©Ernesto Sierra 
21-11-2011

Exposición Mujer y Agua. Prensa


Homenaje a Facundo Cabral


Viernes, 7 de octubre de 2011. Llueve en Buenos Aires, y la invitación de mi nuevo amigo Aníbal Uset se me hace difícil y letárgica. Un homenaje a Facundo Cabral, luego de su muerte. Y existe en mi cierta rebeldía en estos menesteres, pues considero que los homenajes hay que hacerlos en vida, pues es en ella donde el hombre deja su huella y se hace digno de honores, ¿de que sirven los festejos a aquel que ya ha partido?.
Dejo un escrito a medio terminar, me produzco un poco, no demasiado pues el día no está para galas y elegancias duraderas y ante el susurro lejano y persistente de un ángel que me insiste en que será para bien, salgo de mi santuario en busca de un taxi en medio de esa llovizna gris que atosiga las calles de una húmeda Buenos Aires.
Donde señorita?, me pregunta el tachero con voz de arrabalero, Virrey Loreto y Cabildo digo yo, agradeciendo en silencio el “Señorita” que a los 45 años es todo un elogio, aunque pensándolo bien, quizás me vio pinta de solterona y ya no sería un elogio…preferí quedarme con el primer pensamiento mientras mi mirada se perdía en la bruma luminosa que discurría a través de la ventanilla del taxi.
Bajo del otro lado de Cabildo, espero pacientemente a que el semáforo cambie a verde y cruzo la avenida, serena y elegante con la frente en alto y una fiaca feroz mordiéndome los tobillos.
Llego a la puerta del teatro, un señor me observa y me pregunta por la entrada, distraída yo, obviamente no la traje. Revuelvo los confines innombrables de mi bolso en busca del celular perdido y luego de unos segundos de angustioso devaneo me encuentro llamando a Aníbal, quien acude a mi rescate junto a dos bellas damas que lo escoltan y nos hace entrar al teatro por las puertas centrales sin hacer la cola…una gloriosa sensación que por lo menos a mi, me reconforta, nada mejor que entrar por la puerta grande. Nos acomoda en la tercera fila y esperamos a que comience el homenaje a Facundo Cabral en medio de charlas, sonrisas, cambios de tarjetas y números telefónicos.
Ante todo es necesario confesar mi ignorancia en cuanto a la trayectoria de Facundo. Por mi profesión, soy escritora (una excusa cómoda en verdad, pero no negaran que tiene estilo) suelo vivir un poco aislada del mundo. No miro televisión, pues me enferma esa chata sensación de masa informe tinelizada que se da en los últimos años. Eso y el echo de que los artistas a los cuales conozco por la fundación y la revista de arte que dirijo, son en su mayoría extranjeros. No es discriminación, solo se fue dando de esa manera, como el hecho de que mi novela se publicara en México y mi poemario en Londres. Cosas de la vida que a veces no tienen una lógica respuesta pero allí están. Quizás se deba también a un cierto snobismo, muy propio de mi generación, ese pensamiento de que lo nacional no es lo mismo que lo de fuera y por eso lo ignoramos, es mas top de pronto escuchar a Keane que a Facundo.
De modo que allí estoy, mirando el escenario en el cual aparece el Julio Marbiz de Argentinísima, presentando el primer tramo que consiste en un video en el cual el mismo Facundo habla y canta.
Es curioso como esa frase de no escupas para arriba me viene a colación una y otra vez en este último trayecto de mi vida. Yo, a quien no le gusta el folklore aun sin haberlo escuchado, me encuentro conmovida por la voz, la serenidad y la alegría que transmite Facundo. Mis sentimientos vuelan con esa melodía y se me adhiere a la piel una sensación de familiaridad extraña, como esas en las cuales uno se encuentra frente a frente con alguien a quien se conoce de toda la vida. No logro comprender que me sucede en verdad, y antes de poder responder la pregunta, aparece su esposa Silvia quien canta una canción que me deja aun mas abrumada. Ella está serena, como esos seres que han sabido beber de su compañero cada segundo y esa despedida no es mas que un hasta luego, un hasta pronto, nos vemos a la vuelta de este viaje y siento una admiración especial por esa mujer que se encuentra a si misma luego de una tragedia, entera y mas mujer que nunca.
Luego vienen los amigos, Yamila Cafrune cuya voz me reconforta casi tanto como esa alegría contagiosa y llena de ternura, Piero con sus anécdotas increíbles y esa juventud eterna que no lo abandona, Gian Franco Pagliaro, aun mas arrabalero que el tachero que me llevó hasta allí y que arrancó carcajadas del público en el cual me incluyo, Dina Emed, quien me detuvo el corazón con esa voz bellísima leyendo un texto de Facundo “No te deprimas” y luego bailó con maestría envidiable, Lito Nebia tocando temas inéditos con letras del maestro (nótese como de Facundo a estas alturas ya ha pasado a Maestro). Entonces pusieron un video del día en que Badia se levantaba de su lecho a conducir el programa de radio por que su amigo había fallecido y a Alberto Cortez quien recitó un poema en su homenaje escrito con la tinta de la impotencia ante un echo tan absurdo como fue la muerte de Facundo…mi alma quedó desolada ante el afecto entrañable y el dolor expresado por estos grandes de nuestra cultura. Para cerrar, apareció Víctor Heredia, contando su parte, su porción de vida junto a Facundo.
Al terminar el homenaje, tuve una extraña sensación de melancolía, extrañaba a ese amigo ausente al cual jamás conocí y que sin embargo reconocí en mi sangre.
De pronto comprendí que Facundo el artista, era magnífico, pero el que ostentaba todas las medallas y los premios, era el ser humano sensible, honesto, simple y maravilloso que conformaba a Facundo Cabral. Aquel no fue un homenaje vacío, no fue un homenaje simple o almidonado, fue una despedida a un amigo, a un hermano, a un ser de extraordinaria belleza y al cual me perdí por estar inmersa en mi mundo y en el afuera de mi tierra aun viviendo en ella.
No hace mucho estuve en el viejo mundo, he conocido allí gente maravillosa, se me ha tratado como a una reina, he cosechado amigos, afectos, y miles de increíbles experiencias que quedarán en mi memoria emocional para siempre, pero al final del recorrido, sentí una necesidad casi angustiosa de volver a mi patria, a mi gente, a mi sangre que pugnaba por arraigarse mas y mas en este lugar que compartimos con mi amigo desconocido y ausente Facundo Cabral.
Nuestro hogar a veces no nos reconoce como artistas, de echo, en su mayoría los que allí estuvieron son mas vistos fuera que dentro, yo misma como escritora soy ignota en mi propio país, pero aún así, esta es nuestra tierra, es nuestro hogar y cada uno de los que están aquí son nuestros hermanos de sangre, aun aquellos que viven en este bendito hogar sin ser Argentinos. Mi alma reconoce hoy esas palabras que en la primaria nos hacian repetir una y otra vez y que recién hoy comprendo en toda su magnitud:
“… y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia”
Se pueden decir muchas cosas de nuestra Nación, que nos falta crecimiento, que somos caóticos, adolescentes, desordenados, pero hemos sido fieles a ese espíritu y lo hemos conservado siempre, pues lo llevamos grabado a fuego en la sangre, quizás por aquello de que somos un crisol de razas, tal vez por ese afecto y camaradería que nos caracteriza y que ante cualquier excusa nos surge esa frase tan típica de nosotros "Nos tomamos unos mates" y ahí nomás se arma una reunión, por que si, por que es nuestro don el compartir.
No existe hombre, mujer o niño que no sea acogido en nuestro hogar, sea del país que sea y de la raza, color o credo que ostente, no hay un no para nadie que quiera compartir nuestro suelo.
Somos latinos, nuestra sangre es fuerte, nuestro corazón late con el ritmo de los tambores mas profundos y nuestros brazos son tan extensos que podemos abarcar al mundo entero en un hogar de imperfecto crecimiento pero de grandes esperanzas. Eso me enseño Facundo en este homenaje al ser humano que le hicieron sus amigos y nunca me sentí más orgullosa de ser latina y Argentina como en este instante.
Mi reflexión final sobre Facundo, se puede resumir en este texto de su autoría que define al hombre mas que al artista, y aunque hoy, escribo esto descubriendo su talento mientras escucho sus canciones de dos magníficos acordes como diría Piero, extraño al hombre y amigo que no supe conocer y al maestro de vida del que pude aprender.
Mi agradecimiento a esa mujer maravillosa que lo acompañó, Silvia, a Carlos Requejo, su amigo y compinche, a Anibal, por quien hoy estoy escribiendo estas lineas desde el corazón y a todos aquellos que estuvieron en ese escenario brindando una despedida a ese ser que se nos ha adelantado hacia ese otro mundo al cual todos iremos como diría el mismo.

Mercedes Mayol
Fundación Artesomos

 APOYEMOS A CUBA EN SU RECLAMO DE JUSTICIA


Los actos terroristas  contra Cuba, han cobrado más de tres mil vidas y causado lesiones y discapacidad a más de dos mil personas inocentes. Connotados criminales, autores de atentados, asesinatos y sabotajes, están libres hoy en la Florida.
Cinco jóvenes cubanos que vigilaban en defensa de su país a las organizaciones terroristas más agresivas que han venido operando con absoluta impunidad en territorio estadounidense, fueron apresados en Miami en 1998  y condenados a extensas penas de cárcel en esa ciudad, a través de un proceso amañado y bajo la presión y la hostilidad de medios de prensa pagados con dinero federal.
René González, el primero de los Cinco que ha cumplido su injusta condena, debe permanecer durante tres años en régimen de libertad supervisada en territorio estadounidense, en vez de regresar a su Patria y a su familia.
Los abajo firmantes exigimos al Gobierno de Estados Unidos  el inmediato regreso de René González a su país y la liberación de Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero y Fernando González.
Firmas iniciales:
Adolfo Pérez Esquivel, Elfriede Jelinek, Zhores Alfiorov, Nadine Gordimer, Rigoberta Menchú, Noam Chomsky, Oscar Niemeyer, Eduardo Galeano, Danny Glover, Alfonso Sastre, Alice Walker, Pablo GonzálezCasanova, Roberto Fernández Retamar, Rafael Cancel Miranda, Enrique Herrera, Ignacio Ramonet, Frei Betto, Gianni Miná, Samir Amin, Tariq Ali, Istvan Meszaros, Ramsey Clark, Yeicdkol Polevnsky Gurwitz, Fina García Marruz,  Armand Mattelart, Luis Britto García,  Cindy Sheehan,  Dennis Banks,  Thiago de Mello, Cynthia McKinney, Tomás Borge, Miguel Barnet, Miguel D'Escoto, Manu Chao, Saul Landau, Oscar González, Silvio Rodríguez, Luis Eduardo Aute,  Daniel Viglietti, Francois Houtart, Vijay Prashad, Graziella Pogolotti, Miguel Bonasso, Domenico Losurdo, Atilio Borón, Noah Gimbel, Alfredo Guevara, Fernando Morais, Walter Salles, Marcelino dos Santos, Paul Estrade, Esperanza Martínez,Martin Almada, Belén Gopegui, Ariel Dorfman, Ernesto Cardenal, Elmar Altvater, William Blum,  Jorge Fons, Omara Portuondo, Federico Mayor Zaragoza, Piero Gleijeses, Eric Toussaint, Ernest Pépin, Paul Leduc,  Jorge Sanjinés, Leo Brower, Stella Calloni, Juan Bañuelos, Frank Fernández, Constantino Bértolo, Tato Pavlovsky, Víctor Flores Olea, Pascual Serrano, Theotonio dos Santos, Isaac Rosa, César Portillo de la Luz,Manuel Cabieses, Marjorie Cohn, Magdalena Gómez, Guillermo Toledo Monsalve, Víctor Heredia, Héctor Díaz-Polanco, Santiago Alba Rico, Richard Gott, Amiri Baraka, Amina Baraka, Hildebrando Pérez Grande, Poli Délano, Setsuko Ono, Carlos Fernández Liria, Andy Spahn, Luisa Vicioso, Pedro Lemebel, Keith Ellis, Franz Hinkelammert, Marco A. Gandásegui,Antoine Blanca, Frida Modak, Michele Matterlart, Carlos Fernández Liria, Juan Segarra Palmer, Luis Rosa Pérez, Roberto Montoya, Norman Girvan, Juan Madrid, Carlo Frabetti, Irene Amador, Jane Franklin, Danny Rivera, Pablo Marcano García, Farruco Sesto,  Emir Sader, Keorapetse Kgositsile, Gilberto López y Rivas, Coriún Aharoniam, Brian Becker, Raúl Pérez Torres, James Cockcroft, Luciano Vasapollo, Ana Esther Ceceña, Carmen Bohórquez, Hugo Móldiz, Franck Gaudichaud, Adamos Katsantonis, Alicia Hermida, Jaime Losada, Bernard Cassen, Michael Parenti, Vicente Romano, Mitchel Cohen, Digna Guerra, Pablo Armando Fernández, Carilda Oliver Labra,  Antonio Preciado, José Steinsleger, Peter Bohmer, Vicente Battista, Susú Pecoraro, Isabel Parra,  Ramón Chao,   César López,  Jaime Sarusky, Reynaldo González,  Antón Arrufat, Alfredo Vera Arrata, Pablo Guayasamín,  Jaime Caycedo, Fernando Buen Abad, Higinio Polo, Marcos Roitman, Joao Pedro Stedile, Juan Carlos Camaño, Arturo Corcuera, Boris Kagarlitsky, Sandra Levinson, Carlos Fazio, Salim Lamrani, Javier Couso, Maribel Pemuy, Fernando Rendón, Montserrat Ponsa, Ana Rossetti, Shailja Patel, Jorge Bocannera,  Red Ronnie, Lasse Söderberg, Hans-Otto Dill, Hernando Calvo Ospina, Iraida Malberti, Carlos A. Cremata, Juan Carlos Cremata, Winston Orrillo, Sergio Vitier, Guido López Gavilán, Martha E. Valdés, Sara González, Rogelio Martínez Furé, Andrés Sorel, Maurice Lemoine, Heidi Boghosian, Ramón Akal, Richard Becker, Gloria la Riva, Zolani Mkiva, Víctor Ego Ducrot, Beth Carvalho, Raly Barrionuevo, Yamandú Acosta,  Luis Arizmendi, Javier Corcuera, Jorge Beinstein, Miguel Urbano, Beatriz Stolowicz, Sargento García, Arnoldo Mora, Gioconda Belli, Pepe Escobar, Robinson Salazar, Electo Silva, María Teresa Linares, Luis Carbonell, , Elma Beatriz Rosado, Rosa Meneses Albizu-Campos, Faride Zerán, Gilberto Maringoni, William Osuna, Nils Castro, Antoine Chao, Cecilia Todd, Pablo Romo, John Gerassi, Roy Brown, Jack Hirschman, Edmundo Aray, Aram Aharonian, Margarita Zapata,  Horacio González, Claudia Gómez Haro, Osvaldo León, Medea Benjamin, Roberto Valera, Jesús Ortega, Enrique Bonne, Wilfredo S. Naranjo, Félix Hernández Gamundi, Alejandro Moreano, Satchid Anandan, Carlos Alberto Almeida, Arnold August, Juan Antonio Hormigón, Marielle Nicolas, Rita Martufi, Paulo Nakatani, Claudio Katz, James Early, Plinio de A. Sampaio Jr., Julio García Espinosa, José Villa Soberón, Omar Valiño, Magda González, Rudy Mora, Senel Paz, David Couso, Carlos Martínez, Luis Bilbao, Blanca Chancosa, Michael Avery, Ricardo Flecha, Luis Morlote Rivas, Francisco Villa, José Pertierra, Ivette Viant, Eslinda Nuñez, Nancy Morejón, Carlos Padron, Lesbia Vent Dumois,  Walter Martínez Alvez,Ana Ramos, Alessandra Riccio, Susana Oviedo Rosales, Claribel Alegría,  Maricarmen Montes, Rachid Boudjedra, Ángel Guerra, Adelaida de Juan, Flora Fong, José Fuster, José A. Choy, Manuel López Oliva,  Alejandro Torres Rivera, Cesar Lazo, Reynaldo Naranjo, Rosina Valcárcel, Marcela Pérez Silva, Saskia Guayasamín, Verenice Guayasamín, Milagros Rivera, Marta Harnecker, Michael Lebowitz, Carlos Prigollini, César Seco, Lil Rodríguez, G. Arturo Limón, Gaetano Longo, Cassimiro de Britto, Claudia Camba, Daniel del Solar, Margarita Favela Gavia, Fanny Palacios, Pádraig Ó Cíobháin, Luis Martin Cabrera, Gabriel Rosenstock, Álvaro Miranda, Bruno Portuguez, Jotamario Arbeláez, Sara Rosenberg, Etna Velarde, Federico García, Antonio Gaztambide-Géigel, Israel Shamir, Reinaldo Montesinos,  Gerardo Alfonso, Alberto Faya,  María Felicia Pérez, Roberto Chorens, Juan Piñera, Caridad Diez, Omar Felipe Mauri, Aida Bahr,  Raúl Alzaga, Ángeles Maestro, Pilar Roca, Ivana Jinkings, Chiara Varese, Francisco Adrianzén, Eva Björklund, Pepe Viñoles, Gustavo Espinoza, Antonio Maira,  Arturo Arango, Marilyn Bobes, Marta Rojas, Eduardo Heras León, Gabriel Impaglione, Enrique Molina, Verónica Lynn, Daisy Granados, Juan Carlos Monedero, Tanita Temoche, Claudia Korol, Juano Vilafañe, Gerardo Fulleda León, Alden Knight, Nieves Riovalles, María Elena Molinet, René de la Nuez, Humberto Hernández, Agneta Falk,  Joseba Macías, Roberto Sánchez,  Beatriz Rajland, Juan Diego García, Cristina Prigollini, Steffen Prigollini, Marco Velázquez,  Luciano Alzaga, Marisa Rosado, María Toledano, Miguel Mirra, Susana Moreira, Alicia Jrapko, Jacobo Rauskin, Nayar López Castellanos, Manuel de la Rica, Harald Neuber, Ángel Juárez, José Rivera, Pedro Pablo Oliva, Ángel Alderete, Roberto Chile,  Mauricio Hernández, Germán Ojeda, Hiram Guadalupe Pérez,  Rebeca Chávez, Xiomara Blanco, Aitana Alberti, Alex Pausides, Salah Ahmine, Tito Alvarado, Giovanna Mulas, Raúl Delgado Wise, Lina de Feria, José Luis Fariñas, Juana García Abás,  Jaime Gómez Triana, Matías Bosch, Javier Maqua Lara, Gloria Berrocal, Marcio Alfonso Vargas Aguilar, Adnan Ozer, Euphrase Kezilahabi, Carmen Rosa Balbi,  Agnar Artúvertin, Enrique Colina, Rolando Pérez Betancourt, José Ramón Artigas, Alberto Luberta, Caridad Martínez,   Laura Albizu-Campos Meneses, Jaime Chao, María Cristina Meneses Albizu-Campos,  Liudmila Quincoses, Carlos Rodríguez Almaguer, Simón Zavala Guzmán, Rolando Revagliatti, Nery R. Toledo Álvarez,  Flor Joglar,  Patricia Barba, Eddy Rafael Pérez,   Ricardo Luis Plaul, Eduardo Gómez,  Carlos Carbone, Miguel Marquez, Antonio Trujillo, Luis Alberto Crespo, Pedro Ruiz, Leonardo G. Ruiz, Sol Linares, Ana María Oviedo Palomares, Julio Borromé, Inés Ruiz, Luis Emilio Romero, Jesús Trejo, Nelson Montiel, Yarisma Unda, Arnaldo Erazzo,Naylet Sierra, Arnulfo Quintero, Dory Rojas, Esmeralda Torres, Raday Ojeda, Yuri Patiño, Jose Gregorio González, Ana Carolina Saavedra, Andrés Mejía, Eduardo Mariño, Franklin Ledezma Candanedo, Daniel Vilá, Julio Bepré, Fabricio Estrada, José Rubens Mascarenhas de Almeida,  Paul Fortis, Gustavo Díaz,  Gil Zu, Victor Nogal, Felipe Rivas, Gabriel Jaime Franco, Carlos Andrés Sepúlveda, Agustin di Palma, Italo S. Bertoni, Rafael Quiroz, José Manuel Flanders, Jairo Guzmán, Adriana Vega, Annalisa Melandri,  Andrea Herrán Pintos, Rafael Patiño,  Edhit Muños Campana, Pilar Zumel Montes, Rebeca Becera, Jean Ortiz, Víctor Manuel Ramos, Gloria Chvatal,  Jesús Cabrera, Luciano D. Castillo, José Massip,  Rosa María Ahumada, Rosa Carlota Vargas Forona, Patricio Díaz Almirón,Silvina Delgado, Barón Hidrovo Solórzano, Mario Abel Cepeda,Rogelio Di Marco,Cristian O. Berlangha, Oscar Morán Toledo, Sebastián C. Oberti, Clara Muñoz, Irina González,  Lázaro Elizardo Castillo Pérez, Esneider Gutiérrez,  Leonardo García Rodríguez, Ernesto Rivera Rodríguez, Iriám Olivares Anglodes, Isaily Pérez González, Antonio E. González Rojas, Michel Pérez Abreu, Annielis Pérez Dieppa, Osmany González Vargas, Alcides C. González Díaz, Carelsy Falcón Calzadilla,  Luvel García, Jorge Enrique Rodríguez, Silvio Alejandro Rodríguez, Irak Sáenz Horta, Carmela Núñez Linares, Leovaldo Díaz Fernández, Eric Méndez, Marihue Fong, Susana Haug, Rewell Altunaga, Naivy Pérez, Yoel Rivero, Israel Domínguez, Karel Ducasse, Legna Rodríguez, Daer Pozo Ramírez, Miguel Sotomayor, Natacha Santiago, Sergio Leyva, Juan Saxe, Asociación de Trabajadores del Carare, Red Nacional de Escritoras y Escritores Socialistas de Venezuela, Coalición Tendencia Clasista, El Movimiento Urbano Popular-Frente Nacional del Movimiento Urbano Popular (MUP-FNAMUP), Comité Amigos de Puerto Rico, Brigada político-literaria Roberto Obregón, del FRENTE POPULAR de Guatemala, Frente Cultural Esther María Osses, Comisión Coordinadora del Movimiento de Solidaridad Nuestra América



Para adherirse:www.liberenlos5.org 



LET'S SUPPORT CUBA IN ITS DEMAND FOR JUSTICE



Terrorist acts against Cuba have taken more than three thousand lives and caused injuries and disabilities to more than two thousand innocent people.  Well-known criminals, perpetrators of attacks, assassinations and sabotage, live free in Florida today.
Five young Cubans, who in defense of their country were closely watching the most aggressive terrorist organizations operating in U.S. territory with absolute impunity, were arrested in Miami in 1998 and condemned in that city to very long sentences after a sham legal process under the pressure and hostility of media paid with federal money.
René González, the first of the Cuban Five to complete his unjust sentence, must remain after his release from prison for three years of "supervised release" in the United States instead of returning to his country and his family.
We, the undersigned, demand that the U.S. Government immediately return René González to his country and release Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero and Fernando González.

SOUTENONS LA DEMANDE DE JUSTICE DE CUBA
Plus de trois mille Cubains sont morts et plus de deux mille sont restés invalides à jamais à la suite des actions terroristes exécutées pendant un demi-siècle contre Cuba. Les monstres criminels, auteurs des attentats, des assassinats et des sabotages, ont vécu et continuent de vivre librement à Miami.
 Cinq jeunes Cubains s'étaient infiltrés dans les groupes terroristes les plus agressifs de l’extrême droite de la Floride pour découvrir les plans organisés avec une absolue impunité contre Cuba depuis le territoire étasunien. Depuis 1998,  les Cinq demeurent injustement incarcérés aux  États-Unis. Ils ont été condamnés à des peines excessives à Miami,  lesquelles furent le résultat d’un procès politisé effectué sous la pression et l’hostilité de médias payés avec de l’argent fédéral.
 René González, le premier des Cinq qui a fini de purger sa peine injuste, est maintenant obligé de rester trois longues années en « liberté » surveillée sur le territoire étasunien, au lieu de pouvoir retourner à Cuba auprès de sa famille.
 Nous joignons nos voix à toutes celles qui dans le monde réclament  le retour immédiat de René González dans son pays et la liberté pour Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero et Fernando González.

Carta al amigo muerto.


Carta al amigo muerto
Juan, acabo de leer un mensaje que me envía Alberto desde Londres, y me dice que te has suicidado. Vuelvo a leer y no dice que te has ido a otra parte o que te moriste, dice: Ernestito, siento ser portador de malas noticias pero Juan se suicidó hace un par de días. Mándale un mensajito de ánimo a Carlos que estoy seguro te lo agradecerá mucho.
¿Qué has hecho, Juan? ¿Te das cuenta? Nada que le escriba a tu hermano Carlos podrá consolarlo. Sabes que te quería como ya nadie va a quererte. ¿Cómo pudiste matarte teniendo estos amigos que no se andan con medias tintas, que no dicen, pasó a mejor vida, se fue, si no, se suicidó? Así de claro, como somos, como nos conocimos, como nos hablamos siempre.
¿Qué pasó, qué dolor puede haber sido tan fuerte, qué dosis de orgullo o timidez te invadió ahora que no te dejó hablar? La palabra sana, lo sabías, porque hablamos mucho en tu último viaje a La Habana, en la medida en que era posible hablar mucho contigo. Pero esta vez olvidaste esa lección. El año pasado, cuando estuve en España, Carlos me invitó a los toros. Allí, mirando esa liturgia fascinante y sangrienta, hablamos de ti. Tu hermano me dio tu móvil, te llamé al día siguiente y no supiste que era yo, no entendiste aquella llamada de un número desconocido. Se lo comenté a Carlos y me dijo que no te sentías bien. Lo intenté otras veces sin resultado. Yo estaba en Madrid y tú en Cordoba. Podía haber ido a verte, pero sabes que pensar así hoy es insano, es algo que ya no tiene remedio.
¿Qué pasó Juan? Nos reíamos tanto. Te reías tanto. ¿Sabías que eras un ser humano extraordinario? Eras un hombre bello. Todavía me río cuando recuerdo la cara de Dario cada vez que mis amigas cubanas me pedían que te las presentara. ¡Está buenísimo! –me decían. Y los demás nos reíamos. Tú, el más tímido, el deportista, el discreto, perseguido por las mujeres y los otros queriendo correr tu suerte. Y tu nobleza, tu bondad. ¡Cuántas veces renunciaste a la juerga nocturna para compartir mi recién estrenada condición de padre! Te quedabas conmigo a pasear al Ale, tan pequeño entonces, no lo olvido. Tampoco olvido nuestros desquites a la noche siguiente. Ya eras entonces el padre que fuiste después. Por cierto, Alejandro está conmigo aquí, ahora. Tuve que dar la noticia a su hermana, a su madre y les anegaste la casa en llanto. Aquí lo tengo a mi lado, protegiéndolo de las crudas verdades de la vida, solo por ahora, lo sé.
¿Qué hago ahora con tu ausencia Juan? ¿Crees que me consolarán pedazos de canciones, poemas y otros engaños de esa índole que nos inventamos para anestesiar el dolor y nuestros miedos? ¿De qué me sirve ahora escuchar a Serrat cantando a Miguel Hernández su Elegía…, ni recordar a Vallejo llamando a su hermano Miguel o a mi tocayo Cardenal compadecido por la suerte de Marilyn Monroe ?
Quizá para decir lo que mis palabras no alcanzan, que no perdono a la muerte enamorada, a la vida desatenta, que nos haces una falta sin fondo y que esta vez, hayas llamado o no, Dios tampoco contestó el teléfono.
Juan, debo dejarte, hermano. No estoy viendo bien la pantalla. No se qué me pasa pero veo borroso, y ya sabes que los hombres no lloramos. Al menos debemos decir que no lo hacemos.
Un abrazo, el último ¡Hasta siempre!
Ernesto.



Belleza 



Belleza...
ese reflejo efímero atrapado en tu mirada....
solo una gota de fino rocío, que se evapora ante el resplandor de un nuevo día.
Allí en ese instante donde la arrogancia del sol es devorada por el fino velo del horizonte…
donde tus manos acarician el recuerdo de una piel trémula y suave como el pálido alabastro…
perdido en esa inmensidad de fútiles pasiones…
crees conocerme.
Mas ese destello que detiene tu mirada, es solo un instante del sendero que me forja…
soy como una estatua erosionada por el tiempo, pulida por la brisa y el aliento del destino,
forjada en las entrañas de eternas tormentas anegadas de recuerdos.
Mercedes Mayol




Escritora
Escritora: Novela, relato, ensayo y poesía.
Libros publicados: "El corazón de Prometeo" (Novela romántica juvenil) Editorial Jus, México.
y "La sombra del ángel" próxima a publicarse en Argentina con la Editorial Hojas del Sur.
Fundadora y Directora de la Revista digital de arte y cultura Artesomos
Fundadora y Directora de la Fundación Artesomos de Arte, Cultura e intercambio internacional.
Buenos Aires, Argentina


Hoy sobre tus rodillas


No hay almohada mejor que la piel de tus rodillas,
sobre ellas medito sin esfuerzo,
incendio ideas viejas que se dan a una fuga sin destino,
y me entrego a una molicie azul como tu sombra.
Juegas a adivinar qué pienso,
ajeno como estoy al aletear de abejas de tu pecho.
Un volcán de deseos amenaza al norte de mi cuerpo,
lo sé, pero te dejo hacer
abandonado al tacto sabio de tus manos.
Cuando en tus rodillas recuesto mi cabeza,
no existe más mundo que la curva suave de tus senos,
la luz de tu barbilla y el hipnótico olor de tus cabellos.
Me declaro fugitivo de todo, desertor del universo
cuando sobre mi frente dejas tu beso,
y un murmullo sordo de caderas,
un anuncio de muslos en la sien,
declaran el comienzo del delirio.

©Ernesto Sierra
20-08-2011





Requiem de la ceniza emancipada

No hacen falta excusas para recordar a los amigos y hay ausencias a la que nunca nos acostumbraremos. La muerte de Rufo Caballero a principios de este año, fue una diana al centro del afecto y el dolor de los que disfrutamos de su amistad y su febril creación. En septiembre de 2010 fui invitado por él a presentar el libro de ensayos Agua Bendita, en el Sábado del Libro. No podía imaginar que sería la última presentación juntos. Mis palabras de esa mañana en La Plaza de Armas de La Habana Vieja, se convirtieron en texto y las publiqué, sin que pudiera sentir por ello alivio alguno. Meses después le escribí una pequeña nota, motivado por una conversación con mi hijo Alejandro. Fueron días difíciles, de no aceptación, de añoranza, de querer lo imposible. Días en que sostuve intensas reflexiones con el artista y amigo Jesús Lara Sotelo, acerca de la muerte, de la amistad, de la fragilidad de la vida. Lara estaba conmovido como nunca antes lo había visto. Una noche me llamó a su estudio y me leyó las palabras que siguen. Fueron días difíciles y seguimos a la espera de un alivio que no llegará.   

Presentación de Agua Bendita. foto: Lara Sotelo. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
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Hay hombres que se esparcen retornando…
Lara
…Al polvo volverás, innegable y lapidaria frase bíblica que pende irreversiblemente sobre todos. Pero no es del polvo de lo que hablaré ni de las lágrimas que no derramé en aquel diciembre. Para mí la conmoción se hizo un lacerante silencio, estuporoso, un desconcierto voraz que abría venas. Pero, como afirmé, no es de ello de lo que hablaré, no ahora, lo intentaré al menos, pues quien ha triunfado en la aflicción de la virtud, solo puede ser honrado con la hegemonía de la lealtad. Confesarse lo que no se ha querido saber es siempre difícil, como si fuese un dato falso e irreal, es al fin una evasión siniestra. En los contextos límites hay un acto de pánico confeso y un instinto amortiguador que nos defiende de lo que nos resulta destructivo, irreparable. Aquello que no quise aceptar será ahora mi reto.
Es hora de escribir a pesar del llanto o represión de él. No he de obstruir más el cauce por donde el torrente trascendental una vez surcara, fluyera, diera a luz una amistad, difícil, fascinante, pero inspiradora, rica, conciliadora al final de la contienda, del intercambio ego-reductor para ambas partes. Así crecía entre nosotros un diálogo lleno de significados, de magia humana, sin la vanidad seductora de decir la última palabra, el he dicho, diálogo bien distante de los metadiscursos y la invasión estéril, escaso de argumentos. La confrontación con la verdad siempre será hiriente y producirá inevitables enemigos, hagas lo que hagas y como lo hagas, sobre todo si su beneficiario obtiene, como subproducto de la postura hipócrita y la alienante, dividendos. Yo sé que he de ennoblecer lo que considero proteico y meritorio a pesar de las apariencias mundanas en contra, frecuentemente la cantidad atenta contra la individualidad imprescindible. Los sentimientos son para expresarlos, hay que dejarlos apaciguar, atemperarlos y reencauzarlos hasta lograr la distancia necesaria que nos permita el análisis crítico, el duelo, para admitir que un hombre tenaz, fecundo, deslumbrante, con todos los matices y torceduras humanas, como es de esperarse, haya muerto. Muerte, así de sopetón, así de infame, es muy estremecedor, pero así se nos presenta el desenlace fatal en la vida, insospechado, con ese inenarrable acento de impotencia y estupefacción, parálisis y choque caótico. El pensamiento de la muerte se manipula dentro de un autoengaño sutil, al que solo se apela de manera premeditada como acontece en el suicidio, a pesar de la contundencia de su realidad nos evadimos de ella, -de la idea de la muerte-, hasta que se hace inevitable disuadir el hecho, pero la idea “no existe”, no queremos que exista, por eso se desvanece bajo nuestras aspiraciones y manías, por supuesto, es evidente que se aprende a aceptar que moriremos, pero en ese instante de redención del ego, la idea es impensable, es aquí donde la plena capacidad de doblegar y dosificar la efervescencia del intelecto cede y convierte el examen en el ingrediente que transforma la summa de pensamiento en una poderosa dádiva de inspiración y espiritualidad, que se revela y cuestiona, dando a luz un arte de crisis o la crisis de una cultura cansada y sometida al chasquido del mercado, la oficialidad y otras interpretaciones fetichista de la insuficiencia .
Todos sabemos lo que es disnea, falta de oxígeno, o mejor dicho, problemas con el sistema respiratorio, todos sabemos del soplo gélido de las altas cumbres, al que a muchos asfixiaría si no estuvieran familiarizados con ese hálito. Igual pasa cuando la aceptación cabal y lúcida de la imperfección personal no logra ser consciente de la falibilidad. Sin esta no habría edificación posible del espíritu más allá de sus autocomplacencias, por ello hemos de valorar no el grado de morbosidad reinante en nosotros, sino más bien, el que haya hecho de la aflicción interior un caudal de firmamentos donde saciar la sed de honestidad de aquellos que hemos aprendido que el dolor es la piedra angular del crecimiento. Hemos de engrandecer lo inescrutable, lo infinito que no resulta arrogancia pedestre, hemos de dejarle la esperma infinita en el vientre de la soledad, porque allí cantó el cisne, escúchase la inmortalidad de su salmo, el estertor de fondo, pues allí reposa ferviente como un despertar atronador, incólume, inquietante de vida, el espíritu revelando sus ciencias y doctrinas aleatorias, la amenaza de venírsenos encima el desplome total del artificio, la virtud misma, la evidencia irrefutable de Rufo Caballero.

Presentación de Agua Bendita. foto: Lara Sotelo. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
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©Ernesto Sierra
08-08-2011


Tarde sobre tu cabeza


Te veo allí como tantas tardes,
cruzada de piernas sentada en medio de la cama,
centro de gravedad hoy de tu mundo,
el lugar donde esparces tu perfume
de lirio deshojado por la rosa de los vientos.
Te peinas y un frescor de años se levanta
de tu cuerpo en penumbras
me enredas en un mundo de cedros y abedules,
de jazmines y magnolias que solo existen en un recodo de mi frente.
El ritmo de tu mano me hipnotiza,
me lía entre valses y canciones con aroma de cigarras
cuando dejas al desnudo tu cuello hecho delicia.
¿Lo he besado alguna vez?
¿He deslizado mi aliento acaso sobre esa piel como de nube?
¿He escuchado tu canto de sirena en mis oídos?
¿Mi mano conoce el tacto de tu piel cuando te beso?
¿Y la humedad para mi sed de caminante de tu cuerpo?
Me abandono a un vértigo de ti
mientras te peinas
y un rayo de sol corona tu cabeza.
Tu cuello, tus hombros,
la curva leve de tus senos que nace en las axilas,
son el lugar remoto donde sacio mi sed de belleza.
Despacio y leve como un junco
te vuelves hacia mí,
Y una sonrisa trunca no logra iluminar tu cara
de virgen sin concierto,
hay un sálvame y un ven y un no te vayas,
un reclamo que muere sin nacer
que se esfuma como pasos en la arena
de una marea que hoy nos niega su espuma.
Tu cuerpo canta como un chelo enmudecido,
y hay en tus ojos un ruido de cristales rotos
por donde no puedo caminar descalzo.

©Ernesto Sierra
05-08-2011


El año de la Pupila

Fraternal encuentro el viernes en el Instituto internacional de periodismo "José Martí". Un nutrido grupo de blogueros, tuiteros y periodistas se dieron cita en la casa de 21 y G, en el Vedado, para celebrar el primer año de existencia del blog, "La pupila insomne", de Iroel Sánchez.
Al intercambio de experiencias inicial, siguió un animado encuentro en los jardines del Instituto, donde los protagonistas de la tarde disfrutaron de la actuación del cantautor Ireno García y el dúo Karma.
El cierre del encuentro fue una sorpresa, develada ahora en algunas fotos. Felicitaciones a Iroel.

La Chiringa de Cuba y Cubano1.plano. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
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Maggichu, esierra00 y laeconomista. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
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esierra00, Fidelito (¿Yohandry8787?) y José Luis Fariñas. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
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Una tarde fraternal y con música. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
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Ireno. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
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¿Yohandry?. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
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©Ernesto Sierra 
31-07-2011


Canción para tu boca
Es cierto, mujer, tu cabello es hoy tu escudo,
el velo que resguarda el milagro innombrable de tu rostro,
Se esconden esquivos tus ojos, golondrinas en celo, casi ausentes,
Pero tu boca queda al descubierto,
Y apenas disimula el deseo anhelante que te quema.
Con ella me miras,
me adelantas la urgencia de tu piel de mariposa,
la herida de tus labios es apenas un tajo al centro del deseo,
un llamado al martirio de tu orquídea en tiempo de cosecha,
sabes lo que yo sé,
Beauty is in the eye of the beholder, me dices como en una oración que es casi un rezo,
y te digo que no, que mis ojos no sirven para definirte,
y transitas del beauty al smart, a un charming
 que deja sin argumentos la poca razón que va quedando.
Un pañuelo de seda no compite con el tacto de tus labios cuando se acercan a los míos,
Tu boca sabe a miel de los crepúsculos, a lluvia sin caer, a profundidad marina,
Es el Santo Grial donde peregrino sin remedio.
Cuando me besas, el mundo entero entra en mi cuerpo,
estallo en una lluvia de estrellas fugaces y humedales exóticos,
tu saliva es el veneno que busco cada día,
el origen del tiempo,
la sustancia que anuncia mi muerte lenta de pez fuera del agua,
la canción que me anuncia, mujer,
tu eterna sed de manantiales,
el ansia de tus labios en los míos.
Toma mi beso, en él ha llegado para ti,
La estación del deshielo.
©Ernesto Sierra


31-07-2011


MISIÓN ENTRE LOS JESUITAS



"Misión entre los jesuitas" forma parte del libro, Avatares de una biblioteca, Ediciones Boloña. Oficina del Historiador de la Ciudad.


y logró que me fijara en él no fue por su belleza, sino por todo lo contrario: era feísimo. No me llamó la atención por sus vistosos colores porque no los tenía. Ni por las excelencias de la encuadernación porque estaba muy raído. El contraste con el resto de los libros de la estantería solo podía ser negado por un ciego. Lo tomé, lo abrí con cuidado y la primera impresión desapareció al instante. La textura del papel y la extraña tipografía denunciaban la antigüedad del ejemplar; podría ser del siglo XVIII o quizás de principios del XIX. El asunto despertó mi interés. Busqué en las portadillas interiores los datos que pudieran saciar mi curiosidad: nombre del autor, título, año, editorial, pero no encontré nada. El paso del tiempo y las sucesivas encuadernaciones las habían hecho desaparecer. Fui a las páginas finales y me sucedió lo mismo. Retorné al principio y observando con cuidado di con la pista que deseaba: una clasificación bibliográfica a lápiz, pero todavía legible; esta me condujo a un fichero donde después de un rato de búsqueda supe que aquel veterano sándwich de papel se llamaba Reyno jesuitico del Paraguay y había sido escrito por un tal Juan de Echavarría. Lo que no pude averiguar fue su edad; la ficha no decía nada al respecto porque, al parecer, el bibliotecario que clasificó el ejemplar lo conoció en el mismo estado que mostraba ahora. Esto aumentó mi curiosidad: ¿cómo había conseguido los datos que ofrecía la ficha? Eso y mucho más lo supe en las semanas siguientes.
Con mis nuevos datos hice lo que me pareció lógico: buscar en algún catálogo de libros antiguos. Ansioso recurrí a la segunda edición del Palau, que me era bien conocida, y comprobé con verdadera desesperación que de sus siete tomos, solo existían enla Bibliotecalos dos primeros; los restantes se los había llevado el mar en una de sus frecuentes arremetidas contra aquel laberinto de estantes y libros. Consulté diccionarios, enciclopedias, compendios de obras y autores famosos sin resultado alguno. Para entonces, mis colegas ya se habían enterado de lo que me acontecía y algunos me miraban con compasión por creerme presa de un gran estrés,  otros intentaban ser solidarios y esperaban con ansiedad el fin de todo aquello. Yo creía estar padeciendo una pesadilla, pero no me desanimé y decidí continuar mi pesquisa por otro lado.
La consagración a la lectura del escurridizo libro fue mi única ocupación en los días siguientes. Intentaba arrancarle algún secreto a fuerza de devorar párrafos y más párrafos. Primero los leía con interés de investigador, luego, sin darme cuenta, me dejé cautivar por aquel apasionado testimonio sobre los pormenores de la vida en las Misiones jesuiticas del Paraguay, el poderío de la Orden, las intrigas de fondo. Cuanto más leía, más me convencía de que el autor de aquello  debía haber vivido en ese lugar, conocido los hechos de cerca; la lectura confirmaba mi sospecha de la venerable edad del libro, pero no cedía en su impenetrabilidad. Continuaba leyendo aquella... crónica. Claro, cómo no me percaté antes de que se trataba de una crónica, y si lo era, todas las probabilidades estaban a favor de que la firma del cronista apareciera al final del texto, junto a la fecha en que había sido escrito. Sin poder controlar los nervios me lancé a la última página y por poco quemo el libro ahí mismo. En lugar de la ansiada respuesta encontré que la crónica, impresa en párrafos convencionales, había pasado a una inexplicable jerigonza a dos columnas (la izquierda en latín y la derecha en castellano) que nada tenía que ver con lo que estaba leyendo. Respiré hondo y comencé a hojear despacio. Al cabo de unos minutos lo comprendí todo. El texto bilingüe era un diario titulado Efemérides de la Guerra de los Guaranies desde el año de 1754, escrito por el Padre Tadeo Henis, jesuita alemán, y estaba inserto en la crónica de ¡Bernardo Ibañez de Echavarri! quien concluía diciendo: Yo Bernardo Ibañez de Echavarri, Presbytero, natural de Victoria, escribí esta Obra en los Pueblos de Indios y Misiones de Guaranis; y en Buenos Ayres la concluí en el año de 1761; y aquí la he copiado en Madrid por Febrero y Marzo de 1762. Y para que conste vuelvo á firmar hoy 15 de Marzo de 1762. Y a continuación aparecía su firma. Por fin sabía la fecha, pero surgía una nueva incógnita ¿Quién era entonces Juan de Echavarría? El mismo libro me respondió. Era un comisario que se menciona mucho en la segunda parte del texto, y algún bibliotecario con prisa le adjudicó la autoría del mismo por un detalle que se me había escapado. En el lomo del libro, partida por el constante abrir y cerrar de las tapas, se escondía, más que se veía, una cinta que, según pude comprobar con una lupa, había dicho en otros tiempos el título del libro y el autor. Ahora, por intermedio de la lupa solo se adivinaba un borroso "de Echavarr", y con mucho esfuerzo logré adivinar, en relieve, el título. Todo aclarado.
Todo no. Aún no conocía la fecha de impresión de la obra; tampoco si mi ejemplar era una edición sin valor o una improbable, pero ansiada primera. Agotado el recurso de los diccionarios y enciclopedias utilicé uno un tanto desesperado e inusual, pero que creía seguro. Decidí revisar, uno por uno, los índices de todos los volúmenes sobre religión, misiones y jesuitas que había enla Biblioteca. Cuandollevaba revisados unos doscientos y creía que aquello no servía para nada, encontré en los folios de un estudioso norteamericano una cita referida a Bernardo Ibañez de Echavarri. Procedí con cautela porque sabía que no podría resistir otra decepción y comprobé, no solo que tenía en mis manos un ejemplar de la primera edición, sino que, además, era rarísimo.
La causa de la rareza la atribuía el estudioso a una especie de leyenda negra que circulaba alrededor del libro. Bernardo Ibañez había trabajado dos años en los archivos secretos de los jesuitas en las Misiones de Paraguay; por alguna desavenencia abandonó la Ordeny escribe su Reyno Jesuitico... para revelar los medios y secretos con que esta había logrado construir y conservar su poder por siglo y medio. El texto es de 1761; en 1769 los jesuitas son expulsados de América, y más de uno estimó que este libro tuvo mucho que ver en ello. Se cuenta que, a su regreso al continente, los miembros dela Orden buscaron por todos lados los ejemplares del libro fatídico e hicieron con ellos una gran hoguera para borrar los vestigios de aquella traición.
Di por resuelto el misterio. El éxito de la empresa despertó mi vanidad y quise saber cuán raro era el libro. Un tiempo después comprobé que no está en las principales bibliotecas del país ni siquiera enla Nacional. Poresos días conocí al padre Bartomeu Meliá (misionero jesuita de origen español que vive hace algo más de quince años entre los indígenas del Paraguay), que se encontraba de paso en nuestra ciudad. Le mostré el volumen y, luego de examinarlo un rato, me dijo con toda la flema correspondiente a sus hábitos sacerdotales que solo lo había visto dos veces: una, en la biblioteca del Vaticano, y la otra, esta, en que lo tenía en sus manos. Estaba seguro de no haberlo visto en Paraguay. De repente tuve una idea brillante. Enla Nacionaldebía estar el utilísimo Palau. Lo pedí para comprobar todos los datos que tenía reunidos. Estaban todos los tomos, excepto el que necesitaba. Ya no me enojé. Decidí hacer público mi hallazgo, pues tenía los datos suficientes. Solo entonces me di cuenta  de que en mi asombro y júbilo había olvidado escribir las señas del libro del estudioso norteamericano. Hoy solo recuerdo que era un libro amarillo.


©Ernesto Sierra
31-07-2011


Elicura Chihuailaf, mensaje en azul para un mundo sin color


Acaba de salir de imprenta el número 4 de Amnios, revista cubana de poesía. Sus editores tuvieron la generosidad de incluir un texto mio sobre el poeta mapuche Elicura Chihuailaf. Comparto con ustedes esta alegría literaria.
En clara referencia a La Araucana, del español Alonso de Ercilla, Andrés Bello llama la atención sobre el hecho que Chile es el único de los pueblos modernos cuya fundación ha sido inmortalizada por un poema épico. Dejando a un lado por el momento el sintagma “pueblos modernos” y otras sutilezas en los términos, el enunciado de Bello no deja lugar a dudas, y abre una línea de pensamiento, que nos permite afirmar que Chile es también el único de nuestros países que cuenta hoy con otro texto fundacional en las bases de su literatura y su cultura modernas.
En un hecho inusitado y sin precedentes, el poeta mapuche Elicura Chihuailaf publicó en octubre de 1999 Recado confidencial a los chilenos, un texto en prosa que revela la cosmogonía, la visión histórica y actual, el sentir y el pensar del pueblo mapuche, confinado en la geografía y el espíritu del Chile moderno.
En 1995 Elicura había publicado el poemario De sueños azules y contrasueños. Vis
tos en su conjunto, De sueños azules… y Recado confidencial… pueden ser leídos como un solo texto, en el cual se complementan las imágenes del discurso poético y el narrativo.
Si Ercilla, 500 años atrás, inmortalizaba con ojos europeos la conquista —no la fundación— sangrienta del territorio americano donde se asienta el Chile actual, si dejaba testimonio de la guerra desigual entre españoles y araucanos, en nuestros días, Chihuailaf le da voz a sus antepasados, a Lautaro, Caupolicán, Crepino, Colocolo, Tegualda, Glaura…, y a los contemporáneos, dejando testimonio, con ojos nativos, sobre la visión mapuche y sus acontecimientos. Chile cuenta así con dos pilares literarios excepcionales que sustentan su cultura y su historia.
Pero si bien podemos ubicar estos textos en un mismo nivel de significación social e histórica, sería un error hacerlo en el plano literario. Ercilla opta por el poema épico dentro del corpus literario de la Conquista, dominado por el modelo discursivo de la crónica y, en ese sentido asume una tradición: la de la épica clásica, aunque introduzca nuevas características, en función de la inmediatez de los hechos que asume como material literario. De ahí, la división de la obra en partes y cantos, la versificación utilizada o el asumir un código ético y honorífico entre ambos bandos, como si de Héctor y Aquiles se tratase.
Sin embargo, Ercilla presenta un tratamiento novedoso de la épica al asumir los personajes colectivos (españoles y araucanos) y al incluir los personajes femeninos con un destacado protagonismo. En su apego por la veracidad, por el cuidado que pone en el valor testimonial de su texto, en su inclinación natural, Ercilla termina —como reconoce gran parte de la crítica— siendo un conquistador conquistado por el valor de los araucanos y por la exuberante naturaleza americana.
Por su parte Elicura asume una tradición bien diferente de la de Ercilla: la de la oralidad. Los códigos que maneja son válidos y funcionales en la conversación, en la expresión hablada. Y acepta el reto de llevar su mensaje, su “recado”, a mayor número de oídos receptivos construyendo una suerte de “oralitura”. Por eso reconoce primero su condición de “oralitor” y cuando cree necesario explicar el motivo de su texto dice:
¡Nos conocemos tan poco! (…) Es la razón por la que le entrego este recado confidencial, lleno de voces que quizás me “avalen” ante la suspicacia que el peso de la cultura dominante ha puesto sobre nosotros. Recado, porque es un Mensaje verbal (que se hace de Palabra) Confidencial, que se dice en confianza. La paradoja implícita en la coexistencia de nuestras culturas, de nuestros pueblos. (p. 11)
Así revela su mundo, el mundo originario de la tierra chilena. El recado cala hondo en la sumatoria de esas voces que anuncia el poeta. Su libro es pródigo en datos, citas, referencias, que denuncian e ilustran la difícil situación de las comunidades mapuches en el Chile moderno, esa “paradoja implícita” de la que habla. Y junto a esas fuentes, la voz mapuche. Para escribir su recado, Elicura recorrió durante meses las comunidades mapuche de Chile y recogió la memoria y la voz colectiva de su pueblo. Ahí radica un valor fundamental de su discurso: el defender sus ideas asumiendo la tradición y la contemporaneidad.
Elicura es un escritor bilingüe que domina el castellano de manera excelente, maneja fuentes actualizadas, es hombre de amplia cultura y alza su voz con fuerza manejando los mismos argumentos de las culturas que oprimen la suya, aunque con los matices propios de su formación. La gravísima situación de las tierras, las aguas, la deforestación, el despilfarro de recursos, el mal uso de los recursos naturales y otros males de urgente actualidad, son tocados con mano de cirujano para llegar a la esencia del problema:
Estamos frente a un sistema que lleva a la autodestrucción humana; a la destrucción de la vida de las plantas, de los animales, y de los espíritus que gobiernan nuestro espacio sagrado (…) Como mapuche estamos obligados a decir y a demandar ante el mundo capitalista “moderno” que muchas de sus creaciones sirven muy poco a la integridad y felicidad humana. El sistema emergente de la famosa Revolución Industrial nos lleva a profundas contradicciones y actos de lucha donde nuestros valores no están considerados. (p. 100)
En todo momento se refiere con claridad a la relación antinómica entre los mapuche y el estado chileno moderno, conflicto que conoció sus tintes más agudos durante la dictadura de Augusto Pinochet, quien promulgó un grupo de leyes para poner punto final al “problema indígena y al asunto indígena”:
La política del desarraigo y asimilación conocerá un punto extremo tras el Golpe Militar de septiembre de 1973. El régimen militar adoptará el principio por el cual todos los habitantes de Chile son solamente chilenos, negando la identidad de los Pueblos indígenas y reprimiendo violentamente las organizaciones mapuche así como sus dirigentes (asesinatos y desapariciones). (p. 136)
El reflejo de esa situación lo complementa Elicura con la visión de su cultura. Si critica con ímpetu el despilfarro de la llamada civilización occidental, es por la importancia capital que concede su cultura a la tierra, a la relación del hombre con su entorno y la naturaleza, con la familia y las costumbres. Nos invita a conocer su pueblo, pletórico de sabiduría, de una ternura ancestral, de la poesía de los orígenes del hombre:
Aprendo entonces los nombres de las flores y de las plantas. Los insectos cumplen su función. Nada está de más en este mundo. El universo es una dualidad, lo bueno no existe sin lo malo. La tierra no pertenece a la gente. Mapuche significa Gente dela Tierra—me iban diciendo. (p. 19).
Deja vagar en la memoria el recuerdo del abuelo, los padres, los hermanos, las tardes en busca de yerbas para remedios, las noches en la intemperie donde alternaban los largos relatos con los largos silencios en que le revelaban el origen de los mapuche. El conocimiento de la estaciones: Brotes de luna fría (el invierno), Luna del verdor (primavera), Luna de los primeros frutos (fin de la primavera y comienzo del verano), Luna de los frutos abundantes (verano) y Luna de los brotes cenicientos (el otoño).
Pero, advierte el poeta que no vive en un mundo idílico y asume su contemporaneidad, donde se mezclan el campo y la ciudad, la estancia en su comunidad y los viajes, los vasos comunicantes entre un mundo y el otro. En medio, el poeta, el hombre que ama su familia pero que conoce su lugar en el mundo, lo acepta y vive como en estos versos:
Llueve, llovizna, amarillea
el viento en Ámsterdam
Brillan los canales
en las antiguas lámparas
de hierro
y en los puentes levadizos
Creo ver un tulipán azul
un remolino cuyas aspas giran
y despegan
Tenemos deseos de volar:
¡Vamos!, que nada turbe
mis sueños —me digo
Y me dejo llevar por las nubes
hacia lugares desconocidos
por mi corazón (p. 39).
Es el poeta que sueña y navega en las aguas de la creación y el amor:
La poesía no sirve para nada
me dicen (…) La poesía, la poesía
es un gesto, un sueño, el paisaje
tus ojos y mis ojos muchacha
oídos corazón, la misma música
Y no digo más porque nadie
Encontrará
la llave que nadie ha perdido
Y la poesía es el canto de mis
Antepasados
el día de invierno que arde
y apaga
esta melancolía tan personal (p. 59).
Es el lenguaje de la poesía, lenguaje universal, vehículo de comprensión y entendimiento entre los pueblos y así lo demuestra Elicura al revelar la identidad plural de su pueblo y la propia, la individual, al expresar los sentimientos más visibles y los más recónditos.
Es así, combinando el lenguaje directo de la prosa con la polisemia de la imagen poética, que se trasmite el Recado… a los chilenos. Elicura Chihuailaf dice “así hemos sido, así somos y aquí estamos, así tratamos, así nos tratan”. Nos da a conocer el linaje espiritual de su pueblo y la tosca relación con sus coterráneos chilenos. Con voz firme, pero no belicosa marca las diferencias y llama al entendimiento. Su poesía se alza por encima de cualquier clasificación reduccionista. Es hoy uno de los mejores poetas de América y quizás como nadie, sea él quien haya lanzado el mensaje más completo para hacer de Chile un solo pueblo, reconocido y aceptado en su diversidad.

©Ernesto Sierra 
25-07-2011


SINFONIA EN LA-MAYOR ©Ernesto Sierra

El danza su sinfonía en La-Mayor
bajo el gélido aliento de la Cruz
del Sur.
Un universo de miradas le puebla los pinceles
en el sagrado recinto huérfano de palabras.
Allí solo se escucha la melodía de los cuerpos
tensados como cuerdas,
el susurro felino de pasos sobre la alfombra,
alumbrando la noche con sus ojos de miel,
y el murmullo inaudible
de lo que no se dijo nunca,
sino en la noche ancestral,
en que las almas firman el pacto con su sombra.
Un ramillete de labios corona la frente del poeta,
bajo su peso, cae de bruces
y casi a ras del suelo asoma su ojo de cíclope
a la ventana vertical de esas dos piernas,
el límite infinito donde se asoma el mundo.
El danza su melodía en La-Mayor,
salpicada de tangos y boleros,
de noches de satén y días fríos,
de tez de azabache y blanca nieve,
en esa latitud donde hasta el Sol resulta ajeno
y la luna despierta un viejo andar
de lobo en cautiverio,
que danza su melodía bajo el cielo sin fondo
de la Cruz del Sur.

©Ernesto Sierra
http://sierraernesto.wordpress.com/

22-07-2011


Hojas en el centenario de Sábato


Portada del no. 64 de Hojas Universitarias.
Portada del no. 64 de Hojas Universitarias.
"Los Tiempos Modernos fueron promovidos por dos potencias dinámicas y amorales: la razón y el capital. En tales condiciones, el hombre ansioso de poder –animal instrumentificum- se lanzó a la conquista del universo, pero esta conquista se logró a costa de una creciente  abstracción. Desde la palanca hasta el logaritmo, desde el lingote de oro hasta la letra de cambio, la historia del dominio fue también la historia de sucesivas y cada vez más vastas abstracciones: una técnica es tanto más poderosa cuanto más realidad abarca, o sea, cuanto más general; pero como la generalización implica pérdida de lo particular, el resultado es la pérdida de lo concreto. Así, la concentración capitalista e industrial llevó, al menos en las regiones más avanzadas, a un hombre desposeído de atributos individuales, a una especie de ser intercambiable como la pieza de un aparato fabricado en serie, del mismo modo que la aritmética se generaliza en álgebra. Y de esta forma la modernidad llevó a cabo una siniestra paradoja, pues el hombre logró la conquista del mundo material a costa de su propia cosificación. Empujado por los objetos, títere de la misma circunstancia que había contribuido a crear, dejó de ser libre y concreto para volverse tan determinado y abstracto como sus instrumentos. En esta caída del ser ganó el mundo pero se perdió a sí mismo."  Apologías y rechazos, 1979.
Se te va Sábato, me decía en  medio de las ocupaciones diarias y los artículos por encargo. Se te va, estos meses literarios  son argentinos, Borges, Marechal, y el centenario de Sábato. En eso llega por correo el más reciente número de la revista Hojas Universitarias. La envía desde Bogotá mi amigo, el profesor y crítico colombiano Isaias Peña. Hace años que lo hace y esta vez el sentido de la oportunidad es casi fantástico. Lo cierto es que el flamante número 64 está dedicado a recordar a Sábato en su centenario. Estas Hojas... coladas en mi buzón, me traen el aliento siempre estimulante de la amistad y el aviso de no dormirme con las letras que le debo a mi tocayo en el año de su centenario.

©Ernesto Sierra
18-07-2011

Raúl Torres canta a Facundo Cabral


Raúl Torres
Raúl Torres
El cantautor cubano Raúl Torres rindió homenaje en la ciudad de Holguín al compositor y poeta argentino Facundo Cabral, asesinado en Guatemala.
Para esa inolvidable voz de América dedico mi tema Candil de Nieve, expresó Torres el pasado domingo ante el auditorio que se dio cita en el Teatro Comandante Eddy Suñol de esta nororiental urbe.
Cabral, afirmó, seguirá como un referente indiscutible de la canción latinoamericana, una fuente de la cual tenemos que beber continuamente por la inteligencia y profundidad de sus textos, además de su proyección escénica, es una figura imprescindible en el pentagrama musical del continente.
Durante su presentación en la conocida como la Ciudad de los Parques, el autor de Se fue hizo un recorrido por su más reciente producción discográfica Fénix de Cristal, además de regalar la antológica pieza Regrésamelo todo.
(Fuente AIN)

©Ernesto Sierra
13-07-2011

Tristezas y cabralidades

El brutal y absurdo asesinato del cantautor argentino Facundo Cabral, ha conmocionado a la América latina. Destacadas personalidades, sus seguidores y su pueblo, se han pronunciado contra tan estúpido crimen. En Cuba, el trovador Silvio Rodríguez le dedicó, desde su blog personal, un homenaje poético. El poeta Víctor Casaus, ha hecho públicas unas palabras que reproduzco a continuación.

El poeta Victor Casaus. foto tomada de www.archivocubano.org/victor_casaus_01.
El poeta Victor Casaus. foto tomada de www.archivocubano.org/victor_casaus_01.
El asesinato de Facundo Cabral ha producido una conmoción inmensa por la irracionalidad del hecho y por las características de la víctima: un autor de obra personalísima y sostenida a lo largo de décadas en la que conviven el amor y el humor, la crudeza y la ternura. Su vocación libertaria convirtió a Facundo Cabral en un compañero en el viaje interminado (interminable) hacia la utopía.
Por eso en el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, territorio donde han estado presentes durante estos años todas las generaciones y tendencias de la nueva trova cubana, hemos condenado la brutalidad y la irracionalidad de ese crimen de lesa cultura, de lesa humanidad, de lesa imaginación.
En lo personal, si eso existe, también he compartido la sorpresa, la angustia, la rabia y la conmoción que ha ocasionado el asesinato de este artista a tiempo completo. Disfruté y reflexioné a partir de sus canciones desde muy temprano. Llegaron entonces en casetes pasados de mano, en copias de copias que los poetas o los trovadores amigos habían obtenido de igual manera. Como en el caso de Les Luthiers, conocimos la importancia de la belleza y de la inteligencia de sus obras sin haber visto aún el rostro de su creador.
Rigoberta Menchú ha dicho que a Facundo Cabral lo ha matado el fascismo. En el país donde se cometió el crimen se investiga para aclarar los hechos. Se dice que el ataque criminal no estaba dirigido precisamente al cantautor. En todo caso, la bestialidad del procedimiento asesino, la impunidad con que fue perpetrado y el balance terrible de su cuerpo balaceado, le otorgan a este acontecimiento trágico la fuerza y la significación de una metáfora de nuestro tiempo.
En un mundo donde la vida ha perdido todo valor en muchas de sus regiones el asesinato de Facundo Cabral se nos muestra como una triste metáfora de nuestra época. La belleza y la inteligencia arrasadas por la violencia y la barbarie.
Facundo Cabral cantó también, desde su pasión libertaria, contra esa forma de barbarie.
Él y sus canciones representaban -y representan- la vida. Por eso, en realidad Facundo Cabral era y es de aquí y de allá, del territorio de la búsqueda de la justicia. Y por ello seguirá, incluso después de los fusiles de asalto que lo emboscaron, en el camino común hacia la utopía. Ahí seguimos, ahora entre tristezas y cabralidades, tarareando sus canciones memorables y admirando y compartiendo su pasión libertaria.
(Especial para Prensa Latina. Tomado de Cubarte)



©Ernesto Sierra
13-07-2011

Contar con Benedetti



Mario Benedetti
Mario Benedetti
Recuerdo a Salvador Redonet comenzar una clase de Teoría y Crítica Literarias, precisamente interrumpiéndola. El Redo –antes de entregar para su discusión, un examen- anunció que en el alumnado se encontraba un amigo de Mario Benedetti e invitó a que revelara su identidad. Nos miramos sorprendidos unos a otros, pero se hizo un silencio cerrado. Ante la circunstancia el profesor optó por aclarar el asunto. El examen versaba sobre un cuento del escritor uruguayo y un estudiante durante las largas páginas de respuestas, rehuyendo la dudosa ortografía del apellido Benedetti, hablaba de…”en este párrafo Mario quiso decir”…”con esa oración Mario propone”…”aquí Mario introduce”…Todos nos reímos, y luego de algunos comentarios típicos de su humor, Redonet escribió en mayúsculas el apellido en el pizarrón.
Nunca supimos quién fue la infortunada o el infortunado que utilizó tan legítima defensa. Solo sé que no fui yo y que, en aquel entonces, no podía imaginar que con el tiempo conocería a aquel escritor de apellido difícil y terminaría llamándolo por su nombre.
Pero eso sería mucho después. Por el momento corrían los finales de los ochenta y la Universidad era un hervidero de acontecimientos. Las relaciones con Benedetti eran librescas, hasta que un día anunciaron que estaba en Cuba y leería en el Aula Magna. Aquella lectura fue inolvidable y nos hizo a muchos volcarnos sobre su obra. Nos sorprendió el poeta para multitudes, la fascinación de su palabra, la comunicación sencilla, el tener siempre un verso a mano para cada unos de los presentes. Parecía que leía para ti y, a la vez, para todos. Revelaba lo cotidiano o en apariencia trivial, como el instante más trascendente del universo. Y es cierto que leía para cada uno pues, esa noche el Aula Magna se repletó, cada vez llegaban más estudiantes y los organizadores estaban un poco desconcertados. El poeta pidió calma, que esperaría a que todos se acomodaran. Y así ocurrió.
Estuve varios meses bajo el influjo de aquella lectura y leí todo lo que pude de Benedetti. Eran los años de casi un libro por día, La TreguaGracias por el fuegoPrimavera con una esquina rotaLetras del continente mestizo y la poesía al alcance de la mano.
En los noventa, ya graduado de Letras, fui a trabajar a la Casa de las Américas. Tenía de antes, una estrecha relación con Arquímides, fundador de la Casa y benefactor de los estudiantes que como yo, asistían a la Biblioteca casi a diario. Un día, en su cuartico atestado de libros, vi un curioso artefacto rojo con partes metálicas. Le pregunté qué era y me respondió: -La cafetera de Mario. Se la estoy cuidando. Tuve que preguntar más para saber que era una cafeterita eléctrica que usaban con Benedetti en los años en que trabajaban juntos en la Casa y que todavía funcionaba por los cuidados de Arquímides. Fue él quien comenzó a hablarme de Mario y de Luz, de los seres sencillos y extraordinarios que eran. Y el escritor se me fue revelando como persona.
En 1994, Benedetti anunció una nueva vuelta a su Casa de las Américas. Fue algo fuera de lo común. Los trabajadores que lo conocían se apresuraron a recibirlo con un júbilo que yo no comprendía bien. -¡Vienen Mario y Luz! -Decían. Se preparó la edición de su Antología Poética y, a esperar. Hasta que llegó, para sumarse a las labores del Premio Literario de ese año. Fue la oportunidad de conocerlo de cerca.

Mario Benedetti
Mario Benedetti
El jurado de hospedaba en el Hotel Capri y a Benedetti se le veía a diario, tenía un andar dinámico mezclado con cierto aire de timidez. Prefería ir a la Casa de las Américas donde conversaba con los que habían sido sus compañeros años atrás. Allí nos lo presentaban a los más jóvenes y nos preguntaba qué hacíamos o intercalaba comentarios de cómo era esta o aquella oficina en los años en que trabajó en la institución.
De ese año guardo dos anécdotas relacionadas con su viaje.
En esa época la Feria de Artesanía estaba en la Avenida de los Presidentes, a unas pocas calles del Capri. Hasta allí fueron Benedetti y Luz una mañana. En uno de los puestos una mulata joven insistió en venderles un poema pirografiado en una tablita. –Mira, regálaselo a tu mujer. Le decía a Benedetti. Este le dijo que no le interesaba. La mujer insistió con todo el gracejo de la edad y el oficio pero él, respetuoso, se negaba, hasta que la joven hizo el comentario del día: – ¡Muchacho, cómpraselo, que es un poema de Benedetti! La cara del poeta cambió y le pidió a la mujer ver la tablilla. Después de leerla con atención, se la devolvió: -No me interesa. Le dijo. –Tú si eres duro de pelar. Insistió la vendedora. -No, es que no es de Benedetti. Yo soy Benedetti y no escribí eso. Y se quedó mirándola con los ojos encogidos por la risa.
La noche que correspondió a la presentación de su Antología Poética, el público no cabía en la “Sala Che Guevara”. Se pusieron altavoces en la calle. Al finalizar la lectura la gente pedía que le autografiara los ejemplares. Benedetti accedió y bajó a la “Sala Manuel Galich” donde se colocó una larga mesa frente a la cual se organizó la cola. Los que estábamos cerca de él nos mirábamos asombrados de cómo gastaba un bolígrafo tras otro. Algunos afirmaban al día siguiente que habían sido unos diez. Lo cierto es que, en determinado momento se nos hizo casi imposible mantener el orden, la circunstancia amenazaba con dar por terminada la sesión de firmas. Fue Benedetti entonces quien se levantó y pidió con voz firme que se organizaran o se iría. A partir de ahí la noche transcurrió tranquila. A los trabajadores de Casa –más de cien- se nos pidió entregarle nuestros ejemplares en otro momento para aliviarlo. Al día siguiente teníamos los flamantes ejemplares con nuestros nombres en la portadilla.
Tres años después regresó Mario para las sesiones del Premio Literario. Esta vez el jurado se reunía en el Motel El Valle, en las inmediaciones de la ciudad de Matanzas. Para entonces yo dirigía la Biblioteca de la Casa y Jorge Fornet, su Centro de Investigaciones Literarias. Una noche cenamos con Retamar en el alegre restaurante del motel. La conversación iniciada en torno a la mesa se trasladó a la salita de una de las habitaciones. Retamar es un excelente conversador pero algo me decía que la charla se extendía de una manera sospechosa. Al rato llegó Mario Benedetti. Cruzamos unas breves presentaciones. Se hizo un corto silencio que este aprovechó para dirigirle una mirada interrogante a Retamar. Ya me estaba despidiendo de mi silla cuando Roberto le dijo: -Mario, puedes hablar con confianza. Yo los invité. Y así viví aquel encuentro inolvidable entre dos titanes de nuestras letras. Libros, ciudades, coloquios, gobiernos, amigos, desencuentros, realidades, sueños, versos, confluían en las respectivas visiones. Pasaron frente a nosotros los sesenta, los setenta, ochenta, los días presentes, con una precisión y un poder de síntesis casi delirante. Fue una puesta al día entre dos hermanos que habían dejado de verse por un tiempo. Yo salí convencido de que con algunas pocas conversaciones más como aquella, hubiera hecho la carrera de Letras en menos tiempo.

Notas al vuelo
Notas al vuelo
En los días siguientes los acompañé en varios recorridos por Matanzas y Varadero. Siempre, mientras esperábamos que Luz saciara su infinita curiosidad en algún establecimiento, un jardín o la fachada de un edificio, Mario iniciaba unas conversaciones intensas en las cuales, claro, él llevaba la voz cantante y me preguntaba sobre temas diversos. Pero, por sobre todo me llamaba mucho la atención el modo en que hablaba de Luz. Me daba cuenta que cada vez que ella se demoraba un poco en sus paseos, él comenzaba a extrañarla: -Cómo se demora. Me decía. Durante esas salidas, en más de una ocasión conversó con un grupo de niños a los cuales preguntaba por la escuela, los estudios y sus intereses. Nunca se había ido de Cuba y la sentía como suya.
Después de ese año no volví a verlo, aunque mantuvimos una escueta pero eficaz correspondencia cada vez que necesitábamos un libro para la biblioteca. Las ocupaciones no le dejaban tiempo para cartas enjundiosas sin embargo, los libros siempre llegaron a tiempo con una nota firmada por: Mario.
Hoy cuesta aceptar la idea de su muerte. Es demasiado profunda su lección de sencillez, ternura, su fuerza ante la adversidad, su fidelidad a la suerte de la América toda, su confianza en el ser humano, su amor por Luz. Mario Benedetti es parte ejemplar de ese pequeño género humano del que nos habló Bolívar, y su sencillez desciende de la estirpe de los Versos…de nuestro José Martí. En vida recibió el mayor premio al que puede aspirar un poeta: ser leído sin cansancio por sucesivas generaciones de jóvenes, desde Gelman, Viglietti, Retamar, Serrat, Sabina, hasta los miles que lo acompañaron en su viaje final lanzando lápices y bolígrafos para cumplir uno de sus últimos deseos: Cuando me entierren / por favor no se olviden / de mi bolígrafo.

©Ernesto Sierra
06-07-2011


Las palabras y el silencio


Juan Rulfo
Juan Rulfo
Nunca conocí a Juan Rulfo, lo que es igual a decir que ya no lo conoceré jamás. Como tantos lectores, como tanto devorador de libros picado por el animal roñoso de la literatura, solo puedo acumular repetidas lecturas suyas y un desordenado y poco confiable anecdotario que me ayuden a construir algunos párrafos ahora, justo cuando Pedro Páramo está cumpliendo cincuenta años de publicada.
No lo conocí y no lo lamento. Dicen que era huraño, esquivo, de pocas palabras; que en los años setentas cuando un joven escritor le mostró unos textos en el Círculo Mexicano de Escritores le respondió: «—Usted ya escribe bien, pero le hace falta sufrir». No creo que me hubiera gustado frecuentarlo.
García Márquez no lo conocía aún cuando corrió una suerte distinta a la del joven escritor de arriba. Estaba recién llegado a México, con pocos amigos y la mala suerte de no ser todavía el escriba de Cien años de soledad. Un día lo visitó Alvaro Mutis, quien ya llevaba cinco años viviendo en tierra azteca, y Gabo le preguntó cuáles eran los autores y obras que había que leer en aquel país. Al poco tiempo Mutis regresó con un paquete de libros, separó los dos más delgados y le dijo: «—Léase esa vaina, y no joda, para que aprenda cómo se escribe». Eran El llano en llamas y Pedro Páramo. Cuentan que no durmió aquella noche hasta fatigar dos lecturas de Pedro Páramo y que al día siguiente agotó El llano en llamas. Dicen, también, que se aprendió a Rulfo de memoria, que confesó después no haber leído nada más aquel año porque todo le resultaba inferior.
La lectura entonces. Nos quedamos con la lectura y, de paso, entendemos mejor el silencio de Rulfo, su negativa a conceder entrevistas, su aversión por la publicidad, por el magisterio, su decisión de no escribir más. No llegaba a los cuarenta años cuando publicó su único libro de cuentos y su única novela. Y con tal suerte, que entregó dos obras maestras en sus respectivos géneros, reconocidas de manera unánime por sus contemporáneos y sucesores. Muchos afirmaron entonces, entre ellos con especial énfasis, Carlos Fuentes, que con la obra de Rulfo quedaba agotada una vertiente de la narrativa mexicana y latinoamericana. La novela realista de los primeros años del siglo XX, la llamada novela de la tierra, la novela rural habían conocido su cima ¿Qué hacer ante tal afirmación? Rulfo se cruzó de brazos; quizás atónito frente a su propia creación.
Pero no. Si había escrito aquellas obras maestras antes de los cuarenta años, sus contemporáneos querían más, esperaban la repetición del milagro o un tropezón ¿quién sabe? Pedían más y más se encaracolaba Rulfo.
Y bueno, llegó el boom y con este la eclosión de los realismos imaginarios; otra vuelta de tuerca sobre El llano en llamas y Pedro Páramo. La maravilla y el éxito de Cien años de soledad, arrojaron nueva luz sobre los viejos maestros, Asturias, Carpentier, Rulfo. La antigua devoción de Gabo por el mexicano alumbró la cabeza de este como una  potente bombilla de feria. Ahora Rulfo no solo era el autor de dos obras maestras, sino también protagonista y cofundador de una nueva corriente literaria que reforzaba la identidad de todo un continente.
Y la gente volvió a pedir ¿Dónde está La cordillera? ¿Dónde están los nuevos textos de Rulfo? Pero esta vez el maestro sí tenía algo que decir y, en una de las contadas entrevistas que concedió reflexiona acerca del “realismo mágico”.  Para él «la religión de los indios, que se manifiesta tanto durante la guerra, como a lo largo de toda su vida cotidiana, resulta sincrética (...) Los indios consideran la muerte como un retorno al pasado. Es por ello por lo que la muerte no es muerte. Y es por lo que el indio no le teme a la muerte (...) Alejo Carpentier encontró otro término al afirmar que nuestra literatura se ocupa de describir “lo real maravilloso”. A mi juicio, lo real maravilloso no existe; sólo puede hablarse del realismo mágico como un retroceso simbólico al pasado indígena (...) Todos los hombres vivimos un momento en nuestra vida en que un consuelo espiritual nos resulta necesario. Así pues, la religión proporciona el consuelo, en tanto que el retorno al pasado es fuente de felicidad». Otra vez es certero Rulfo en su laconismo como letal resulta la punta de flecha en su minúscula estatura.
Entre muchas otras virtudes, se han resaltado en los cuentos y la novela de Rulfo la originalidad del ambiente fantasmal que recrea, la síntesis del mundo dramático del campo mexicano, el manejo de un lenguaje que articula con singular maestría, los registros del habla popular mexicana y el lenguaje literario del narrador. En Pedro Páramo, continúa asombrando esa historia familiar, dramática, intensa, en que Juan Preciado regresa al pueblo de sus padres, en busca de su progenitor, Pedro Páramo, instigado por las palabras de Susana San Juan, su madre, para revelarnos a la mitad de la narración que todos los personajes están muertos. La historia está siendo contada por un muerto a otra muerta, Dorotea. Ambiente fantasmal, mortuorio, cadavérico que, paradójicamente refleja el drama de las pasiones humanas, de la venganza familiar que se teje en torno a los personajes, con una vitalidad asombrosa.

Rulfo con Figura
Rulfo con Figura
Rulfo nos ha dado las claves de su creación en las breves palabras ya citadas. El mundo indígena, al que se siente estrechamente ligado, le enseñó que la muerte es el retorno al pasado y que ese viaje de retorno es la fuente de la felicidad. Cuando resalta el carácter sincrético de la religión de los indios (para él, los de México y Guatemala), nos revela que no asume el legado de estas cultura en su estado más puro, por tanto no se identifica de manera directa con el indígena sino con el campesino mexicano, el resultado sincrético de las culturas fundacionales que cimientan “lo mexicano”: la indígena y la española. De esta última, asume y eleva a planos novedosos las posibilidades de su lengua. En este sentido traza, sin proponérselo, las fronteras y los puntos de contacto con Asturias y Carpentier. No hay antagonismos, solo matices que emanan de una matriz única. Asturias se asume como indio. Asimila y reelabora los ingredientes mágicos y míticos presentes en las Leyendas de Guatemala. Es el sobreviviente maya que vuelca el Popol Vuh al alfabeto castellano. Carpentier, hijo de un país del que solo quedaron vestigios de la original cultura indígena en la toponimia, se reconoce heredero del cronista de indias. Su punto de vista es el de Bernal Díaz del Castillo, el del europeo que se asombra ante la maravilla del Nuevo Mundo y lo asume como “real maravilloso”. Rulfo está más cerca de la visión de los vencidos, de Guamán Poma; es la amalgama, la distancia que hay entre el cuchillo de obsidiana y la espada, entre la pirámide y la catedral.
A pesar de los halagos de la nueva estética Rulfo siguió en su mutismo. En 1970 añadió dos cuentos a El llano en llamas. En 1980 dio a conocer El gallo de oro, un volumen que reúne varias fotografías y algunos textos, entre ellos, un guión para cine que da título al libro. Gabo, ya famoso, celebraba su silencio inteligente, mientras Tito Monterroso lo inmortalizaba en su fábula del Zorro escritor.
Juan Rulfo murió el 7 de enero de 1986. Hacía tiempo que, como sus personajes, era un muerto vivo. Desde su mundo insonoro parecía gritar:
—Déjenme tranquilo, solo lean lo que he escrito. Soy Quetzatcoatl con una cruz a cuestas.

©Ernesto Sierra
04-07-2011

Viengsay Valdés, diadema del ballet cubano

El arte, cuando es verdadero, trae consigo la vocación del asombro, la capacidad de estremecernos o hacernos levitar, perdernos en el laberinto de la imaginación y descubrir universos insospechados dentro de nosotros mismos. El arte rompe todas las barreras, desde las del idioma, hasta las de las mutilaciones del alma que engendran las exclusiones y los fundamentalismos.
Desde su blog "Tiempo de hibernación", recibo esta excelente entrevista de Rafael Alvarez Rosales a Viengsay Valdés, una mensajera del arte de todos los tiempos.
ADAGIO
Tu vocación por la danza: ¿cuándo despertó y cuándo advertiste que querías recibir una formación profesional?
Desde pequeña me gustaba todo lo que fuera danza. Fui atleta de gimnasia artística, lo que me permitió desarrollar habilidades físicas. El ballet, en un principio, lo aprecié como una forma más de baile. Era una buena vía para explotar mis aptitudes e iniciar una carrera que combinara ambas cosas: la destreza física y la danza. Mi abuelita me llevó a hacer las pruebas en L y 19, la escuela elemental. En aquel momento yo vivía con ella, pues mis padres estaban en el extranjero cumpliendo una misión diplomática. Cuando me vi en la lista de los seleccionados les comunicamos la buena nueva. Tenía las condiciones óptimas: salto, demi-plié, empeine, etc… Al poco tiempo ellos llegaron al país. Me apoyaron muchísimo. La disciplina me vino desde pequeña, me la inculcaron mis mayores, desde entonces forma parte de mi personalidad. En aquellos momentos no tenía la conciencia de lo que era interpretar, actuar en la escena; sólo con el tiempo lo pude incorporar y asimilar.
Aunque resulta familiar a los asiduos al medio, nos gustaría que explicaras por qué tus padres decidieron nombrarte “Viengsay”.

Foto: Lara Sotelo. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Foto: Lara Sotelo. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Viengsay significa “victoria” en idioma laosiano. Mi padre fue el primer embajador de Cuba en Laos, y mi nombre se origina de la primera región liberada durante la guerra contra los norteamericanos. El entonces primer ministro de la República, gran amigo de mis padres, Phoumi Vongvichit, les sugirió este nombre, no sólo por su significación histórica sino como símbolo de la amistad que une a nuestros dos pueblos.
VARIACION


¿Cuáles consideras son los personajes en que te desenvuelves más a gusto? ¿Cuáles te resultan más complejos? ¿Por qué?
Personajes como Kitri (protagonista del ballet Don Quijote), Odette/Odile (El lago de los cisnes), Carmen, Lisette (La fille mal gardée), Swanilda (Coppélia), Greta (La Cenicienta), Julieta (Shakespeare y sus máscaras) y Diana (Diana y Acteón) -entre otros- compaginan con mi personalidad. El más complejo que he asumido hasta ahora es Giselle. Cada vez que voy a interpretarlo siento como si me fuera a estrenar. Tengo que volver a interiorizar el personaje, la época, documentarme y hacer acopio de muchísimos detalles artísticos. Sin embargo, en cada ocasión lo disfruto más. Giselle es una fuente inagotable. ¡Lleva tantos matices e intenciones en ese primer acto!
Asimismo se debe conservar en todo momento el estilo de la obra, el estilo romántico: la inclinación del torso y la cabeza, ligeramente hacia adelante; los brazos que no son en primera o en quinta cerradas, como en el estilo clásico, sino un poco más abiertos y redondeados; la suavidad en el descenso, después de un salto; el pas de bourrée, rápido para transmitir la sensación de ingravidez y levedad…

Sin embargo, los otros roles que mencioné son más explosivos, muchos de ellos alegres. Kitri, Swanilda, en ocasiones Lisette, me son más naturales, afines. Técnicamente son más fuertes, mucho más que Giselle. A mí me gusta el despliegue técnico, y le respondo bien. Yo defiendo el virtuosismo, si lo tengo, si una bailarina lo tiene, hay que defenderlo.
 Mucho se ha polemizado sobre el binomio técnica-interpretación. Ofrécenos tu visión “desde dentro”.
La técnica y la interpretación son inseparables. Constituyen la combinación perfecta para lograr que el arte trascienda al espectador, lo conmueva, lo haga partícipe de la historia, y vibre con cada movimiento. La interpretación le da un sentido, una implicación a la técnica.
La base está en la escuela, donde enseñan la técnica de ballet. A medida que empiezas a bailar e incorporas un repertorio nace la conciencia de la interpretación. Siempre un movimiento o un paso tiene una intención, a no ser que sea repetitivo. Es esencial esa complementación. Esencial porque garantiza la calidad del espectáculo, te confirma que lo presenciado no es gimnástica, un movimiento por el otro, por sí mismo, o un deporte. Tampoco es sólo interpretación, pues entonces dejaría de ser ballet para convertirse en teatro, cine, o telenovela. Por otra parte, los actores no tienen las aptitudes y facultades físicas de los bailarines. Lo importante es esa fusión que define el arte del ballet: movimiento, técnica, estilo, gestualidad, mímica, interpretación. Te conviertes en un ser “especial” que puede transmitir a través de la danza (de su cuerpo y rostro) una historia. La música, la escenografía, el vestuario tributan a favor de esa historia, y ayudan también al bailarín a concientizar quién es, qué lugar ocupa en ese espacio.
¿Qué obras desearías mejorar o simplemente retomar?
El bailarín está en constante desarrollo. Para el artista no puede haber conformismos. Las funciones que realizo hoy son incomparables a las que hacía cuando debutaba profesionalmente. Con el tiempo alcanzaron una madurez, en un futuro serán mejores. De todos los ballets el que más deseo retomar (lo deseo a diario) es Carmen. Tuve la oportunidad de bailarlo en Cuba y luego en México e Italia; pero me gusta tanto que no me cansaría nunca de interpretarlo. Para mí es una joyita. Interpretativamente es tan rico que yo lo representara todos los fines de semana, pero todos los fines de semana de modo diferente.
CODA
 Tus giros y equilibrios en punta han devenido revelación para la danza mundial contemporánea, provocando el asombro y estupefacción de muchos críticos, al punto de aparecer, en relevantes publicaciones internacionales, expresiones como: «¿De qué secreta fuerza antigravitatoria obtiene Viengsay esos equilibrios tan prolongados que parecen provenir de un “más allá” fuera de este espacio? Su dominio de los giros múltiples continúa siendo sin par…»1,“¡Jesús! ¡Los hace todos dobles! [los fouettés]”2.  ¿Cómo es que has logrado esa “capacidad para trocar la ejecución en sensación”?
Eso sólo se adquiere con la experiencia, no ha sido fácil. Es el resultado de un estudio muy personal. Una vez escuché decir a un crítico español que el talento cuando es evidente no es preciso medirlo, basta con disfrutarlo. Creo que aunque no haga falta medirlo, soy consciente del virtuosismo, y me deleita el reto.
Ese virtuosismo lo siento como un medio para enriquecer la interpretación. Por ejemplo, los equilibrios en Giselle reafirman su ingravidez, los fouettés de Odile pretenden confundir, envolver y finalmente convencer al príncipe. Todos son elementos que le aportan dramatismo a la coreografía. El baile debe ser orgánico, sin aparentar el menor esfuerzo, debe transmitir seguridad y disfrute.
Agradezco mucho la asistencia y la dedicación de mi fisioterapeuta el doctor Miguel Capote. Desde 1999 ocupamos una hora diaria en mi tratamiento. Él me adiestra cada músculo para que mi cuerpo se conserve en óptimas condiciones. Gracias a él y al trabajo incesante he alcanzado un mejor rendimiento físico, he alcanzado esa “capacidad”.
Ensayadores, partenaires: ¿con quiénes has congeniado particularmente en función de la escena?
He trabajado durante gran parte de mi carrera con “las joyas”: Josefina Méndez (me preparó para mis estrenos de El lago…Giselle y Coppélia), Loipa Araújo (su exigencia me encanta, y más en estos momentos como primera bailarina, pues me impulsa siempre a tratar de alcanzar la perfección), Mirta Plá, Aurora Bosch. También he ensayado con Orlando Salgado, Marta García, Cristina Álvarez, Svetlana Ballester, Elena Madan, entre otros.
He tenido la valiosa oportunidad de trabajar con el maestro Fernando Alonso, con Cyril Atanassoff en Cuba, con Azari Plisetski tanto en Cuba como en Rusia, y con el maestro ruso Eldar Aliev en París, director del Ballet Internacional de Indianápolis (Estados Unidos). Por otra parte, me he sentido muy a gusto compartiendo con partenaires como Carlos Acosta, Víctor Gilí, Joel Carreño, Rómel Frómeta, Rolando Sarabia, Lienz Chang, Giuseppe Picone y Alexei Tyukov.

 Entre las figuras pinaculares de la danza nacional, ¿cuáles son aquéllas que más han influido en la conformación de tu estilo personal?
Con seguridad Ofelia González, Svetlana Ballester, y Alicia Alonso. Indiscutiblemente las generaciones de la Compañía nos hemos creado y forjado por su calidad técnica e interpretativa. Todos los ballets, las variaciones que ejecutamos han sido transformados por Alicia. De hecho, las variaciones femeninas del Ballet Nacional de Cuba, son, en general, mucho más difíciles que en otros países. Esto implica que, desde que estamos en la escuela, procuramos ser diariamente bailarinas de ataque, de virtuosismo, muy completas.
De Ofelia puedo decir que me preparó cuando yo hice mi primer Don Quijote. Ella me impartió las primeras lecciones para llegar a Kitri: los pasos por dónde dirigirlos, los brazos por dónde pasarlos, el abanico, el balancé, etc… Luego con otros ensayadores dominé otros perfiles. Siempre la admiré muchísimo porque a pesar de que no tenía un cuerpo ideal para el ballet fue tan artista, tan trabajadora, tan dulce, con grandes logros como bailarina.
Cuando pasé al Ballet Nacional de Cuba trabajé con Josefina Méndez, con Loipa Araújo, y aunque nunca las vi bailar en persona, de todas ellas, ya por sus formas de moverse, ya por el modo de pedirme determinado movimiento, gesto o expresión artística, pude captar cómo bailaron en su época. De ahí que en los port de bras de El lago… haya incorporado detalles de Josefina tomados de los videos, y que en la forma de rechazar al príncipe tenga rasgos de Loipa. De todas ellas, acoplando ciertos detalles con mi personalidad, me he nutrido y he conformado mi propia visión de los personajes, he logrado formar mi propia interpretación. Éste es un legado generación tras generación: de los grandes maestros a Alicia, de Alicia a “las cuatro joyas”, de “las cuatro joyas” a “las tres gracias” y así consecutivamente. Me tocó la buena fortuna de trabajar con ellas, de que me ensayaran en todos los detalles posibles. Detalles que con la madurez uno incorpora, es consciente de ellos, y del legado invaluable que en conjunto representan.
 ¿Cómo valoras el estado actual del ballet clásico tanto en nuestro contexto como fuera de él? ¿Qué representa ser hoy un bailarín cubano?
Ser un bailarín cubano es ante todo una credencial en cualquier parte del mundo. La escuela cubana de ballet está reconocida como una de las mejores porque su formación profesional es fuerte, muy completa. El respeto a los estilos de cada ballet, la relación de pareja, la musicalidad, forman parte esencial de ella. Ves a un bailarín cubano en escenarios internacionales y enseguida lo reconoces. Es una dicha. Si quizá hubiera sido un bailarín danés o ruso, hubiera tenido una línea bella, un empeinazo, pero sería poco expresivo en escena. Sin embargo los nuestros, aparte de la técnica fuerte que tienen, sí expresan, sí cuentan una historia, porque son extrovertidos, porque sienten lo que bailan. Hay algo muy bueno que poseen y es la interpretación. Los críticos y la prensa especializada destacan y señalan esa interpretación. Por ejemplo la de El lago de los cisnes. La mirada es muy importante, es clave, sino cómo es que él puede quedar hipnotizado, dejarse llevar, confiar en el amor ciegamente. Hay mucha fuerza en la relación de pareja Una pareja cubana saca a la luz todo lo que siente: extrae esa fuerza, esa atracción fatal, por decirlo de algún modo, que ella (Odile) ejerce sobre él (Sigfried). Y esa sugestión se percibe desde las butacas. Los especialistas la indican como una de las cualidades efectivas de la Compañía. Por eso se exhorta a nuestros estudiantes desde la escuela elemental o ya en la Escuela Nacional de Arte a que se dediquen por entero a la carrera, que traten de documentarse por medio de libros o videos sobre las actuaciones de otros bailarines. Sólo con la práctica se llega a la perfección. Particularmente sugiero que confíen sobre todo en sus capacidades y sean firmes en su vocación. Cada vez descubro mayores exigencias técnicas en el ballet a nivel mundial. Compañías como el Bolshoi y el Kirov, de Rusia, el Royal Ballet, de Inglaterra, el American Ballet Theatre, de Estados Unidos, y el Ballet de la Ópera de París, compiten constantemente por destacarse y elevar su fama. Los bailarines talentosos incrementan el nivel en muy poco tiempo, con bastante rigor. Nosotros no debemos quedarnos rezagados, creo que con nuestro estilo, nuestra escuela y nuestra compañía podemos aspirar a mantener el renombre y el reconocimiento que hemos ostentado históricamente.
1 Isis Wirth: “Cannes también baila. Gala de Nuevas Estrellas de Ballet 2000”, Danzahoy (www.danzahoy.com), 15 de agosto de 2005.
2 Sergio Trombetta: “Don Quijote cubano”, Danza & Danza, septiembre-octubre de 2002.



©Ernesto Sierra
03-07-2011


Perseverar por toda la justicia: cultura en revolución. En el aniversario 50 de Palabras a los intelectuales



Palabras de Jaime Gómez Triana, viceresidente de la "Asociación Hermanos Saíz".

Jaime Gómez lee sus palabras.
Jaime Gómez lee sus palabras.
Debo confesar que resulta sumamente extraño para mí estar hoy en esta mesa, diríase que es un honor y lo es, aunque no estoy seguro de que pueda satisfacer las expectativas de Luis Morlote, Presidente Nacional de la Asociación Hermanos Saíz, quien me solicitó estas palabras, y mucho menos las del auditorio aquí reunido, es por eso que quiero ante todo pedir perdón si necesariamente repito asuntos consabidos o tratados por otros compañeros y decir, además, y aunque resulte obvio, que hablo desde mí y por mí y que en ningún caso pretendo erigirme en vocero de las más jóvenes generaciones de escritores y artistas cubanos aunque en algún modo las represente esta mañana.
Hace 50 años yo aún no había nacido. Mis padres ni siquiera se conocían entonces. En 1961 estaban ambos ocupados con las faenas de la alfabetización. Mi padre en La Habana, a donde había llegado varios años antes en busca de prosperidad y mi madre en un perdido caserío, ubicado entre Vueltas y La Quinta, en Las Villas, donde vivió desde su nacimiento y donde enseñó a leer y a escribir a su propio hermano analfabeto. Bien lejos estaban los dos de los debates que se sucintaban al interior del campo cultural cubano de la época. Comprometidos con sus disímiles tareas apenas tenían tiempo para descansar, aunque, como es lógico, se mantenían al tanto de las noticias y sobre todo de los trascendentales discursos que, en caliente, iban perfilando un proyecto social que, sometido a constantes y tremendas presiones externas –recordemos la invasión de Girón en abril de ese año–, aspiraba a toda la justicia. Nada supieron mis padres, sin embargo, de las reuniones de la Biblioteca Nacional, quizás no le prestaron mayor importancia, era aquel un tema más entre los miles que se debatían a diario en un momento en el que, como ha dicho Ambrosio Fornet, “no se trataba de poner al mundo de cabeza sino de enderezar un mundo que estaba al revés”.
Empiezo de este modo para recordar rápidamente el contexto de grandes transformaciones y por tanto de profundas confrontaciones ideológicas, que sirve de marco a aquellos tres días de junio del 61 en los que quedaron establecidos los principios de la política cultural de la Revolución cubana. Obviamente un encuentro de tal magnitud, sin precedentes en la historia de Cuba, no hubiera sido posible sin la Revolución misma y si la Revolución no se hubiera propuesto desde el inicio ser también una transformadora “Revolución cultural” de alcances inéditos en el devenir, no solo de la nación, sino de la América Latina toda; testimonio de lo cual fue sin duda la trascendental campaña de alfabetización de la que participó todo el pueblo –también mis padres– y la creación, a pocos meses del triunfo de enero del 59, del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y de la Casa de las Américas.
Por supuesto que lo más recordado de aquel encuentro son las palabras de Fidel. Su discurso fue el cierre de las tres jornadas y en él dio respuesta a las principales preocupaciones que se habían expresado en aquellas sesiones. Lamentablemente no se han publicado el resto de las intervenciones, solo se conoce la de Alfredo Guevara, que apareció en la compilación de sus textos, publicada por Ediciones ICAIC bajo el título Revolución es lucidez. Años más tarde y a propósito de conmemoraciones como esta: Graziella Pogolotti, Roberto Fernández Retamar y Armando Hart –participantes ellos mismos de aquellas jornadas– han recordado el encuentro e insistido en caracterizar el contexto y en explicar en detalle el suceso desencadenante: la prohibición en los cines del documental PM, peripecia sobre la cual el propio Guevara ha aportado suficientes argumentos que muestran ese hecho desde un punto de vista más general y como parte de la confrontación ideológica de la época. Más allá de los temas puntuales abordados, que las palabras de Fidel resumen y desarrollan con total transparencia, el encuentro entre la vanguardia intelectual cubana y la vanguardia política marcaría un hito en la historia de la Revolución a solo unos meses de la proclamación de su carácter socialista.
De más está decir que he leído el texto decenas de veces e incluso he escuchado su grabación , pieza invaluable que nos permite no solo calibrar el sentido exacto de las palabras a partir del tono y los énfasis del orador, sino también escuchar los aplausos, el momento en el que estos se producen, su intensidad, la huella de cada frase en el auditorio, extraordinariamente diverso, que fue protagonista de aquel intercambio. Confieso que cuando escuché por vez primera la intervención de Fidel, seducido ante la novedad de documento que ponía vida, emoción y acción concreta –la de la palabra centellante que reflexiona y exhorta– sobre la letra impresa, me sorprendió su capacidad de diálogo, su sentido del riesgo, su originalidad y sobre todo su extraordinario liderazgo que, más allá de su peculiarísimo carisma, ha sido y es, en su caso, habilidad para poner a participar a todos, para procurar y sostener la unidad. De ahí que uno de los aspectos que considero más trascendentales en relación con Palabras a los intelectuales sea justamente el hecho de que la intervención de Fidel resulta de lo que Graziella Pogolotti ha denominado un “diálogo profundo, intenso, rico que se sustentó en la tradición de nuestra historia y de nuestra cultura”.  Nacía así de la discusión y el intercambio, una propuesta de participación en la vida del país y en las tareas de la Revolución que conllevó a la realización del Primer Congreso de Escritores y Artistas de Cuba. Como se sabe en ese Congreso se creó la Unión de Escritores y Artistas (UNEAC), que en unos días cumplirá también 50 años, como garante para el ejercicio de esa participación que es hoy el centro mismo de lo que denominamos la Política Cultural de la Revolución cubana.
La necesidad de “desarrollar el arte y la cultura, precisamente para que el arte y la cultura lleguen a ser un real patrimonio del pueblo”, de alcanzar “una vida mejor también en los órdenes espirituales” es tema central en la intervención de Fidel quien, ajeno a todo dogmatismo, plantea con total claridad: “tenemos que luchar en todos los sentidos para que el creador produzca para el pueblo y el pueblo, a su vez, eleve su nivel cultural, a fin de acercarse también a los creadores” . Ese principio, de profunda raíz martiana, resumía quizás de mejor manera el sentido último de aquellas palabras y al tiempo trazaba las principales líneas de acción para nuestras instituciones culturales, líneas que considero totalmente vigentes aún hoy. La Revolución, suma de libertades, debía ser también suma de oportunidades en todos los órdenes. Como se ha recordado muchas veces, unos meses antes de los encuentros en la Biblioteca Nacional, el propio Fidel había pronunciado aquella frase tremenda: “No le decimos al pueblo cree, le decimos lee”. Ahora sentaba las bases de una profunda democratización de la cultura que necesariamente debía pasar por la ampliación de las posibilidades del pueblo para percibir la obra de arte, para vivenciar la espiritualidad.
Las inquietudes de entonces en torno a la “libertad para la creación artística” fueron abordadas por Fidel frontalmente, recordemos aquí sus palabras, las menos citadas por cierto y quizás las más rotundas: “la Revolución defiende la libertad, (…) la Revolución ha traído al país una gran suma de libertades; (…) la Revolución no puede ser por esencia enemiga de las libertades”. Sin embargo es más conocida y citada otra expresión suya, según Aurelio Alonso en un texto reciente, “cimentada en un principio –tal vez sin precedente en la tradición socialista– que previniera, al mismo tiempo, los riesgos de dos dogmas extremos: de un lado, el de aplastar las libertades y, del otro, el de tolerarlas en detrimento, incluso, del proyecto revolucionario”.  El planteo “dentro de la revolución: todo; contra la Revolución ningún derecho” –que al decir del propio Alonso lograba “articular el compromiso revolucionario con un escenario de libertad creativa en una fórmula inédita en los esquemas del socialismo certificado hasta entonces”  –, defendía por sobre todo el derecho a existir de la propia Revolución, “en tanto obra de la necesidad y de la voluntad de un pueblo”.
Despojada habitualmente de su contexto, adulterada incluso, esta frase necesita ser comprendida a las luz de otros dos momentos de la intervención que, como se ha dicho en más de una ocasión fue improvisada y como tal constituye un ejercicio de pensamiento y diálogo. El primer momento es aquel en el que se dice que “la Revolución solo debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente contrarrevolucionarios” ; el segundo, en el que se insiste: “No le prohibimos a nadie que escriba sobre el tema que prefiera. Al contrario. Y que cada cual se exprese en la forma que estime pertinente y que exprese libremente la idea que desea expresar”.  Sin duda, hay en la articulación de estos puntos la declaración de una extraordinaria amplitud en el pensamiento, la evidencia de una mirada antidogmática, distante de todo esquematismo. Una amplitud que incorpora, abre espacios, procura relaciones, despliega la posibilidad del debate desde la Revolución. Una amplitud que debemos preservar a toda costa en tanto representa hacia el futuro la única posibilidad de seguir defendiendo esa gran suma de libertades que ofreció al pueblo la Revolución.
Hoy, cuando los causes de la creación artística se dilatan y ensanchan, cuando un emergente núcleo de creadores de las más diversas manifestaciones se expresan con absoluta independencia, cuando, a partir de las tecnologías de la información y las comunicaciones, se ha democratizado el acceso a las obras de arte, que ahora se distribuyen abiertamente a partir de circuitos alternativos, constituye un gran desafío trabajar por establecer jerarquías, por defender la calidad, por propiciar ese vínculo permanente entre un público cada vez más amplio y las más importantes creaciones cubanas e internacionales de todos las épocas. Al mismo tiempo hay que trabajar por incorporar los valores emergentes que, fruto de la experimentación y de la investigación y con la marca profunda de una sensibilidad actual, producen las nuevas generaciones de escritores y artistas.
A 50 años de pronunciadas, aquellas palabras de Fidel –como se sabe lamentablemente no exentas de interpretaciones e instrumentaciones erróneas, de distorsiones tremendas–, siguen siendo una brújula que nos permite mirar el devenir dialécticamente y pensar arte y cultura desde la responsabilidad ética y desde el compromiso. Responsabilidad y compromiso sustentados, lo digo siempre, en la posibilidad inmensa de participación que la Revolución abrió para los escritores y artistas, participación que no solo implica poder decir en el lugar y momento adecuados lo que se piensa, sino además el lograr desarrollar la propia obra y que esta encuentre un cause para su diálogo con el público. Como es lógico no me puedo desprender aquí de la organización de la que formo parte. Surgida hace ya casi 25 años de la confluencia de la Brigada Hermanos Saíz –brazo juvenil del la UNEAC–, de la Brigada Raúl Gómez García y del Movimiento de la Nueva Trova, la Asociación Hermanos Saíz (AHS) ha tenido la misión de ser una interface entre la creación más joven y las instituciones culturales. En un cuarto de siglo muchas han sido las conquistas, las que como es lógico, tratándose de una organización que es necesario abandonar para que siga siendo lo que es, incluso se han naturalizado, para dar paso a renovadas aspiraciones y a nuevos desafíos.
Quienes me conocen saben que al referirme a las posibilidades que brinda a un creador formar parte de la Asociación Hermanos Saíz siempre distingo dos que me parecen las más importantes. La primera, el poder conocer y frecuentar a los creadores de las más diversas manifestaciones de tu misma generación. De ese intercambio cotidiano nace una permanente interrogación en torno al arte, a la cultura y a lo social en su conjunto que, soy sincero, no he encontrado en otro contexto. La segunda posibilidad es que esa permanente interrogación en Cuba encuentra un cause, encuentra interlocutores dispuestos a hacer de las preguntas de los más jóvenes también sus preguntas, que participan junto a nosotros en la búsqueda de las respuestas. En 2001, en ocasión del Primer Congreso de la AHS, uno de esos interlocutores –privilegio– fue el propio Fidel. Gran intelectual él mismo, Fidel no ha detenido jamás su diálogo con otros intelectuales cubanos y del mundo, tampoco a dejado de escuchar a los más jóvenes, a los pintores, a los trovadores, con los que ha compartido la idea de que un mundo mejor es posible.
Y no era distinta la razón fundamental que articulaba Palabras a los intelectuales, una Cuba mejor era posible y para ello la vanguardia revolucionaria debía incorporar a todos. No es, por supuesto, casual que este año, en el que hemos conmemorado el 50 aniversario de la Victoria de Girón y de la Declaración del Carácter Socialista de la Revolución cubana, haya sido también el año del sexto Congreso del Partido, culminación de un proceso de participación popular sin precedentes en el que se ha puesto a debate el futuro de Cuba. Las conclusiones de ese proceso, que aún no termina y que tendrá continuación en la Conferencia de enero próximo, insisten en perseverar por toda la justicia, por supuesto que tarea tan colosal no es “un paseo de Riviera”. Nada lo ha sido para la Cuba asediada y bloqueada desde 1959. Y por ello, y ante las obras pendientes y nuevas, el arte y la cultura han de seguir ocupando un lugar fundamental. Hoy, cuando Raúl habla de explotar la diversidad de ideas y puntos de vistas, de quebrar falsas unanimidades, de resguardar la unidad, habría que decir que esa ha sido justamente una de las principales tareas del arte y la cultura en la Revolución. Quizás a ello se refería Fidel cuando decía en los 90, en medio de la crisis más cruenta, “la cultura es lo primero que hay que salvar”, “la cultura es espada y escudo de la nación”.
A 50 años de Palabras a los intelectuales ¿qué corresponde a las nuevas generaciones de creadores? No creo que nuestra tarea sea distinta de la de todo el pueblo, debemos perseverar por toda la justicia, nos toca, además, preservar una cultura en revolución.
(Tomado de CUBARTE)

©Ernesto Sierra
02-07-2011

Nancy Morejón: soy una criatura de la Revolución

Intervención de Nancy Morejón en el acto de conmemoración del 50 Aniversario del discurso "Palabras a los intelectuales" de Fidel Castro.

Nancy Morejón lee en la Biblioteca Nacional
Nancy Morejón lee en la Biblioteca Nacional
Acepté a concurrir a este encuentro sobreponiéndome a algunas dificultades personales porque en verdad estamos celebrando un acontecimiento, el acontecimiento que para mi generación hizo posible casi todas las obras que hemos escrito.
Naturalmente, agradezco mucho a los organizadores de este encuentro el haber pensado en mí para estar en este panel , en donde yo no voy a hacer ningún resumen, ni ningún comentario de los oradores que me antecedieron , si no sencilla y llanamente, como acordamos, voy a leer un poema, esa es mi función en esta mañana.
Dice algún crítico, de lo que en mi juventud se llamaba Europa Occidental, que los poemas no tienen que ser explicados, a mí no me gusta explicar los poemas, el poema tiene que existir por sí mismo e intentar encontrar un eco, una audiencia, sin embargo, en este caso, yo me siento en la obligación de dar algunas ideas alrededor del poema que van a escuchar, porque pienso y por supuesto me adhiero a un hallazgo literario de Roberto Fernández Retamar de los últimos cinco u ocho años, en donde se explica por qué la poesía es un reino autónomo.
Como saben ustedes, Retamar fue de los poetas, de los jóvenes escritores de aquel entonces que estuvo presente en esa primera gran reunión de los escritores y artistas de Cuba con Fidel, y yo quiero relacionar ese hecho y esas ideas de Roberto, porque creo que en esas palabras de junio de 1961 Fidel creó una alfombra, una alfombra que nos cobijó y que hizo posible ideas, como la idea de la poesía como reino autónomo y la posibilidad de expresión, no solo de las generaciones más jóvenes, sino de todas las generaciones que coexistíamos en aquel momento, y yo quería que ustedes me permitieran leer breves fragmentos de las palabras que yo pronuncié cuando recibí el Premio Nacional de Literatura; yo decía en aquel entonces:
«He buscado sin tregua darle voz a un coro de voces silenciadas que a través de la historia, mucho más allá de sus orígenes, su raza o su género, renacen en mi idioma. Entre las elegías de Nicolás Guillén y el gesto rumoroso de la poetisa guinera, hoy mayabequina o mayabequense, Cristina Ayala, ha fluido mi voz buscando sitio entre el violín y el arco, buscando el equilibrio entre lo mejor de un pasado que nos sometió sin compasión a la filosofía del despojo y una identidad atropellada en la búsqueda de su definición mejor.
Me ha importado la historia en letras grandes, me importó la historia de abuelas pequeñitas, adivinadoras, las que bordaron el mantel, donde comían sus propios opresores; historia de látigo, migraciones y estigmas que llegaron por el mar y al mar vuelven sin razón aparente.
Formo parte de una familia, una comunidad, una nación de las que no he querido, ni he podido apartarme, sino que las reclamo con amor en cada uno de mis gestos; el amor supone comprensión infinita y una conciencia de que somos semejantes al prójimo. Sin haber tenido la experiencia directa de la guerra, proclamo que estoy contra la guerra por la
dignidad plena de los seres humanos.
La Revolución está en mí como la astilla en la herida, como el sol de todos los días, como la cambiante luna de mis barrios, como la profundidad de los pintores renacentistas o quizás como la de los pintores primitivos haitianos, siempre inventada, pero siempre visible.
Ningún poema mío refleja la Revolución, ni la fotografía siquiera, no la adula tampoco, sino que la provoca en su apariencia trascendente, pero soy una de sus criaturas, soy una criatura de la Revolución.
He buscado la paz y aunque la palabra paz suene hoy ---en aquel entonces 2002--- como un sarcasmo, como una broma de mal gusto entrando al siglo XXI, a un nuevo milenio cuyo umbral parecería otra página de Julio Verne, la palabra paz es hoy una abstracción tras la cual se esconde la verdadera historia de la humanidad.
Frente al riesgo de presenciar el exterminio de nuestro planeta en donde  reina la destrucción y la muerte debemos encontrar una paz tangible, reconciliada con el trabajo y la cultura. Frente a los que quieren restaurar los reinos de la muerte, escribo».
Y escribí este pequeño poema el 24 de junio pasado:
Al vuelo
Hay aires en la mañana sola
bailando entre las plumas de los gorriones
Hay aires al mediodía
bailando entre las fauces de los tanques
Hay aires en la tarde
bailando entre los humos de la carne quemada
Hay aires en la noche trunca
bailando entre los gritos de un niño que sobrevivió.
Entre las sombras de un patio
hablan las plumas de los gorriones
clamando por una paz necesitada
Hay aires en la mañana quieta
volando ante mis ojos
Hay aires en la mañana nuestra
bailando entre la plumas de los gorriones.
(Tomado de CUBARTE)

©Ernesto Sierra
02-07-2011

A cincuenta años de Palabras a los intelectuales

El pasado 30 de junio, un grupo de intelectuales y personalidades se reunieron en la Biblioteca Nacional "José Martí" para intercambiar ideas en torno a los 50 años de "Palabras a los intelectuales". Algunos colegas me han solicitado información al respecto. Aquí iré publicando las principales intervenciones pronunciadas ese día.

Fernando Martínez Heredia habla en la Biblioteca Nacional
Fernando Martínez Heredia habla en la Biblioteca Nacional
Me preocupa mucho que la circunstancia de la cual es hija “Palabras a los intelectuales” haya sido olvidada. Fue en el verano de 1961, cuando salían legalmente por el aeropuerto hacia Estados Unidos casi sesenta mil personas en tres meses. Es decir, un sector que podía viajar en avión se marchó, horrorizado ante la victoria de los revolucionarios en Girón. El 1º de Mayo desfilaron los milicianos desde el amanecer hasta la noche. Una semana después, fue nacionalizada toda la educación en el país. La administración de las grandes rotativas había pasado a la Imprenta Nacional de Cuba desde marzo de 1960; entre mayo y los inicios de 1961 desapareció o fue nacionalizada la mayoría de los medios de comunicación de propiedad privada. La prensa de la ciudad de La Habana era de una riqueza y una diversidad extraordinarias. Tenía más de una docena de diarios nacionales, varios de ellos con decenas de páginas y secciones en rotograbado, otros pequeños pero muy ágiles; estaban llenos de informaciones, reportajes, crónicas, secciones, comics. Por toda la isla había numerosos diarios. La revista semanal Bohemia era la más leída e influyente, la más importante de su tipo en la región central del continente y fue una sistemática opositora a la dictadura. No debemos olvidar que el consumo de esos medios era la actividad intelectual más extendida e importante de las mayorías.
Aquel mundo de tanta amplitud y alcance tenía a su cargo tareas principales de socialización de la palabra, escrita y hablada, esta última a través de un formidable conjunto de emisoras radiales, nacionales y regionales, que gozaba de una audiencia y una influencia descomunales. La novedosa televisión era la pionera de América Latina, se había implantado para todo el país y avanzaba en numerosos terrenos a una velocidad impresionante. Los medios cumplían funciones de la mayor importancia en el equilibrio tan complejo que mantuvo la hegemonía de la dominación durante la segunda república. Una libertad de expresión muy amplia había sido, al mismo tiempo, una gran conquista ciudadana y un instrumento delicado de manipulación de la opinión y de desmontaje de las rebeldías. Pero desde enero de 1959 estaban cambiando las ideas y los sentimientos, las motivaciones y los actos, en todas las esferas públicas, cada vez con más fuerza, extensión y profundidad, y este sistema social de reproducción –el universo de los medios, como diríamos ahora-- tenía que transformarse a fondo, como tantos otros campos de la sociedad. Durante su vertiginoso proceso de eventos y cambios la Revolución trabajó con los medios que existían y con los que ella fue creando, en medio de conflictos crecientes. La intensificación de los enfrentamientos marcó la crisis y el final de aquel sistema, mediante la expropiación de casi todas las empresas privadas de medios de comunicación. El Estado cubano se hizo cargo de ellas.
¿Cómo ilustrar la trascendencia de esos hechos? En los días de “Palabras a los intelectuales” habían desaparecido el mundo empresarial en una actividad especializada que en Cuba contaba con más de siglo y medio de existencia, y un proceso de libertades de expresión burguesas comenzado ochenta años antes, bajo el régimen colonial. El periodismo de las dos últimas décadas del siglo XIX contó con un mar de publicaciones, que creció mucho en la primera república, e incorporó la radio desde los años veinte.
Esa época terminó en 1960-1961. No hay que confundirse: la mayor parte de los medios siguió existiendo, y continuó allí una buena parte de los que trabajaban en ellos. La nacionalización de los medios es un hecho histórico decisivo; la vida, el contenido y otras muchas cuestiones de los medios en los años sesenta es otro hecho histórico. Doy dos simples ejemplos. La emisora COCO, “el periódico del Aire”, de Guido García Inclán, un periodista que tenía un gran prestigio cívico, continuó diciendo más o menos lo que le daba la gana durante varios años más. La Revolución mantuvo el diario El Mundo, una empresa moderna nacida con el siglo, en manos de antiguos activistas católicos, patriotas revolucionarios, hasta su desaparición a fines de la década. Allí tenía una sección Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, y recuerdo una polémica fraternal que sostuvo con el joven profesor de marxismo Aurelio Alonso, acerca del origen de la vida.
En aquellos tres años del 59 al 61, la gente se fue apoderando de su país: empresas, escuelas, tierras, bancos. Y de su condición humana, su dignidad, su ciudadanía, su esperanza. La riqueza social comenzaba a ser repartida entre los miembros de la sociedad. Pero todo era muy complicado y difícil; por ejemplo, en un momento dado amenazaron quebrarse las relaciones entre la ciudad y el campo, algo imprescindible para que se pueda vivir en ciudades. Se rompió para siempre la subordinación que existía de la gente de abajo, los jornaleros, los obreros, los desempleados, las mujeres, los negros. No hay manera de describir bien cuántos significados tuvo eso. Un orden social es una maquinaria muy compleja, gigantesca, pero con mecanismos delicadísimos en los que basa su funcionamiento, su reproducción y el consenso de las mayorías a ser dominadas y vivir del modo en que vive cada clase y cada sector. Aquel orden se fue desbaratando, y en 1961 fue identificado, aplastado y despreciado. Por eso la Revolución reunía, al mismo tiempo, victorias inigualables, necesidades sin cuento, urgencias graves, desórdenes y disciplina, desafíos mortales, un descomunal sentido histórico y un hambre insaciable de personas capaces.
Girón fue el gran triunfo del pueblo entero armado. A veces el artista es más sintético –y más acertado-- que el científico social, como cuando Sara González canta: “¡nuestra primera victoria, nuestra primera victoria!”. Para la clase alta y amplios sectores de clase media fue, tenía que ser, el certificado de su derrota. Su respuesta más socorrida fue con los pies. Entre ellos se marcharon la mitad de los médicos y un gran número de profesionales y de técnicos. Se vivía en eterna tensión, cambiaban las relaciones y las ideas que se tenían sobre ellas, y sucedían extraordinarias desgarraduras. Desde 1960 eran una realidad las bandas contrarrevolucionarias en el Escambray y otros lugares del país; en su mayoría era gente de pueblo, que peleaba contra la revolución que pudo haber sido su revolución. Algunos ponían bombas en La Habana, provocaban incendios, asesinaban milicianos. Es decir, se desplegaba ante todos el correlato inevitable del poder popular: la virulencia de la lucha de clases.
Como todos saben, el imperialismo norteamericano ha sido el protagonista principal de la contrarrevolución, desde el inicio hasta hoy, con saña criminal y con método al mismo tiempo; lo ha hecho contra la más elemental decencia, y a veces también contra su propia eficiencia. Pero ha sido y es el pueblo de Cuba el que ha vivido y sufrido todo este proceso. En 1961 y 1962 una cantidad enorme de jóvenes pasó a dedicarse a la defensa del país, se multiplicaron las escuelas militares y los batallones de milicias, convertidos en unidades militares, y se crearon los tres ejércitos. Lo fundamental para la revolución durante la primera mitad de los años sesenta fue la defensa, aunque al mismo tiempo se realizaron las tareas más asombrosas. La declaración de que la revolución era socialista y democrática, de los humildes, por los humildes y para los humildes, se la hizo Fidel en la calle a una multitud armada. Todos cantaron a continuación el Himno Nacional y se dio la orden a todos de regresar a sus unidades militares. La primera orden del socialismo cubano fue: “marchemos a nuestros respectivos batallones”.
El proceso revolucionario era el centro de la vida intelectual del país en 1961. En junio, ya la Revolución controlaba directamente todo el sistema escolar y todos los medios de comunicación, y se planteaba la necesidad de transformar la Universidad; seis meses después se promulgó la ley de reforma universitaria. La mayor revolución intelectual de 1961 fue, con mucho, la Campaña de Alfabetización, un acontecimiento intelectual incomparable por su contenido, su alcance transformador y su trascendencia. La gran invasión no fue la de Girón, fue la de los alfabetizadores por toda Cuba. Los héroes intelectuales del año 61 se llaman Conrado Benítez y Manuel Ascunce, y la canción de tema intelectual más importante comienza así: “Somos la Brigada Conrado Benítez…”
Este es el país y esta es la circunstancia en que se celebraron las reuniones de los intelectuales en la Biblioteca Nacional. Me extendí tanto porque me parece necesario. Las artes tienen una importancia excepcional en las sociedades, por su naturaleza, sus significados y sus funciones sociales, pero es imposible entender nada de las artes si no se sitúan en sus condicionamientos, en cada caso determinado históricamente. En aquel verano en que sucedían tantas cosas, la Revolución pretendía crear y desarrollar sus instituciones políticas, estatales y sociales. Cuba socialista necesitaba una unión de escritores y artistas, un partido político de la revolución, un aparato estatal apropiado, una asociación de agricultores y otras muchas instituciones. Por eso me falta todavía mencionar un condicionamiento.
La unidad política estaba en el centro de la estrategia de la dirección, en dos planos: la unidad del pueblo y la de los revolucionarios. La primera tuvo como base original la identificación masiva con el Ejército Rebelde, Fidel y el movimiento revolucionario. Entre 1959 y 1961, esa base se amplió una y otra vez, al mismo tiempo que se definía y cambiaban aspectos de su contenido y su composición, según se iba desplegando la revolución socialista de liberación nacional iniciada el 1º de enero. El pueblo del 61 no es igual al pueblo del 59. La unidad de los revolucionarios se había iniciado en los meses finales de la guerra, alrededor del polo que estaba próximo a obtener la victoria. En el curso de 1960 fue definida como unidad entre el Movimiento 26 de Julio, el Directorio Revolucionario 13 de Marzo y el Partido Socialista Popular. Fidel había completado su liderazgo y era el máximo referente popular, el eje, el símbolo, el principal impulsor y el jefe de ambas instancias de la unidad. En medio de esta coyuntura, ganó mucha fuerza la idea de que era necesario tener un partido político de la Revolución que, además de expresar la unidad, tuviera una estructura muy definida y unas funciones importantes. Ese partido debía salir de las Organizaciones Revolucionarias Integradas, que la gente llamó “la ORI”. Pero ella no supo expresar la vocación y los logros de unidad entre los revolucionarios, porque se convirtió en el instrumento de un grupo sectario y ambicioso que pretendió, en pleno Caribe, expropiar la revolución popular y convertir al país en una “democracia popular” como las que dirigía la URSS en Europa. El desvío del rumbo revolucionario y los malestares, contradicciones y conflictos que ese hecho generó eran una realidad dentro de otra en el proceso que se vivía.
Las reuniones de intelectuales celebradas en esta Biblioteca Nacional estaban muy relacionadas con el objetivo de la Revolución de crear una asociación nacional de los intelectuales y artistas, pero estaban condicionadas por todo lo que he dicho. Por tanto, expresaban también esos condicionamientos y eran un teatro de ellos, aunque está claro que lo principal era la actividad misma a la que se dedicaban los participantes, y las cuestiones específicas que ellos estaban viviendo y dirimiendo. Todos los participantes actuaron de acuerdo con sus conciencias de lo que hacían y lo que querían, sus motivaciones y sus intereses inmediatos, sus ideologías, sus ideales trascendentes y sus prejuicios y creencias del día. Eso es lo que sucede en todos los eventos que después se considerarán históricos. Si analizamos con cuidado todo el material de aquellos meses referido a este campo, por lo menos hasta el Congreso de fundación de la UNEAC, en agosto, podremos tratar de establecer el significado que tuvieron entonces los acontecimientos y las declaraciones. Casi siempre existe una historia de selecciones, olvidos y utilizaciones de cada evento histórico, que configura ella misma sus realidades, discernibles respecto al hecho original. Ellas tienen sus sentidos y sus funciones, pero no hay que confundirlas con lo que sucedió originalmente.
Los intelectuales y artistas estaban sometidos a tensiones extraordinarias en aquel verano del 61. Desde el triunfo unos habían participado, y otros apoyado o aplaudido, a una revolución vertiginosa, hecha de cambios profundos, desafíos a Goliat, alegrías de pueblo y justicia evidente. Pero además de su inmensa rectoría moral, sus hechos excepcionales y su inagotable capacidad movilizadora, ahora la Revolución parecía haber comenzado a encargarse de todo. Prácticamente todos los medios para comunicarse estaban sus manos, la mayor parte del trabajo intelectual y artístico debería transcurrir dentro de sus instituciones o de su orden, y este ámbito en su conjunto recibiría sus orientaciones. Y todo sucedía mientras la extrema agudización de la lucha de clases llevaba a muchas personas a decisiones que afectaban totalmente a sus vidas, convertía en hostilidad los desacuerdos y a los juicios en definiciones de amigos o enemigos.
Por si fuera poco, el socialismo según los usufructuarios de las ORI incluye un control político del contenido de las artes y unas valoraciones sobre ellas que gozaban de una muy bien ganada mala fama. En la URSS se habían cometido represiones criminales contra artistas e intelectuales, y en aquel momento sus adeptos tenían todavía por artículos de fe dogmas como el del llamado realismo socialista. La Revolución contaba con varias instituciones culturales propias que ya adquirían obra y prestigio, pero no con una elaboración ideológica en ese campo que pudiera funcionar como norma. No existía unidad entre sus personalidades, ni la dirección del país les encargaba –al conjunto o a algunos de ellos-- la conducción del sector.. El sectarismo y el dogmatismo trataron entonces de imponerse, en nombre de la unidad y de lo que supuestamente era el legítimo socialismo.
Muchos intelectuales sentían zozobra ante aspectos de la situación y de lo que podía depararles el futuro cercano. Tenían razones para sentirla, porque en el campo cultural hubo funcionarios autoritarios, maniobras sectarias y dogmáticas, abusos e injusticias: esos hechos formaron parte del problema. Me imagino que cuando Virgilio Piñera dijo que él debía hablar primero, por ser el que más miedo tenía, Fidel quizás debe haberse sonreído para sí y pensado: “y yo soy el que más dolores de cabeza tengo”. Piñera expresaba el lícito temor de un intelectual acostumbrado a trabajar solo y defender su dignidad en un mundo hostil, pero me niego a creer que era un intelectual que vivía sobre una nube, ciudadano únicamente de la república de las letras. Invito a releer su carta a Jorge Mañach de 1942, en la que el joven Virgilio le expone lo que piensa sobre los deberes sociales del intelectual, la cultura cubana en aquel tiempo posrevolucionario y el sentido cívico que tiene su revista Poeta. Le enrostra a Mañach el significado de su actuación pública --“no hay cosa más difícil para una nueva generación que toparse con que la precedente ha capitulado”, le dice-- y le devuelve el dinero que ha pretendido aportar al novel editor.  O podemos volver a ver cómo presenta Piñera a la sociedad burguesa neocolonial en su pieza Aire frío, un hito trascendente en el teatro cubano del siglo XX.
Los intelectuales reunidos en la Biblioteca Nacional no constituían un areópago de tontos cultísimos a los cuales Fidel ofreció, en dos frases rotundas y brillantes, la orientación de la política cultural, desde la no historia, de una vez y para siempre, que es lo mismo que decir de una vez y para nunca. Fidel ha sido extraordinariamente grande, entre otras causas, porque sus interlocutores no eran tontos, y porque él supo cabalgar sobre sus circunstancias históricas, obligarlas a andar en una dirección determinada y darle trascendencia a lo que pudo haber quedado en unos nobles intentos y un conjunto de anécdotas para ser contadas. Opino que el sentido de sus palabras en la Biblioteca era mantener abierto el diálogo revolucionario con los intelectuales y artistas, defender abiertamente la libertad de creación, respaldar a todo el que echara su suerte con la Revolución y evitar que el sectarismo-dogmatismo consumara un desastre en ese campo. Al mismo tiempo, se proponía sostener la primacía de la Revolución frente a cualquier problema específico, y por tanto su derecho a controlar la actividad intelectual y la libertad de expresión en todo lo que resultara necesario, reclamar a los intelectuales tener fe o confianza en la revolución, respaldar al Consejo Nacional de Cultura sin dejar a su pleno arbitrio el campo cultural y fortalecer la política de institucionalización estatal y de organizaciones sociales, que llevaba hacia la constitución de una Unión de Escritores y Artistas.
Fidel habla aquí como el máximo dirigente revolucionario, y logra mantener una relación íntima entre los principios, la estrategia y la táctica, en medio de una situación política e ideológica muy compleja. Su largo discurso es siempre en tono persuasivo, maneja argumentos y trata de influir y convencer. No ordena ni comunica decretos, no condena al documental PM y es muy cuidadoso en cuanto a no pretender que unos u otros tengan la razón, reconoce que se han expresado pasiones, grupos, corrientes, querellas, ataques, incluso víctimas de injusticias. No utiliza nunca expresiones como las de “problemas ideológicos” o “servir consciente o inconscientemente al enemigo”, que han sido tan funestas para la cultura en la revolución. Al contrario, su discurso contiene gran cantidad de giros como estos: “la Revolución no puede ser, por esencia, enemiga de las libertades”; “la Revolución no le debe dar armas a unos contra otros”: “cabemos todos: tanto los barbudos como los lampiños…”; “tenemos que seguir discutiendo estos problemas (…) en asambleas amplias, todas las cuestiones”. Lo que reivindica es el derecho del Gobierno Revolucionario a fiscalizar lo que se divulga por el cine y la televisión en medio de una lucha revolucionaria, por la influencia que puede tener en el pueblo. Pero también matiza esa exigencia: “lo puede hacer equivocadamente –dice--, no pretendemos que el Gobierno sea infalible”. Y sabe inscribir las discusiones de la Biblioteca en el marco de los hechos portentosos que está viviendo el país en el campo cultural.
Todos recordamos las frases famosas: “…dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada (…) ¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas, revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la revolución: todo; contra la revolución, ningún derecho.” Las frases que son repetidas hasta el cansancio y sin atender a su significado, como si fueran rezos, pierden su valor, cualquiera sea su autor. Si recuperamos las que pronunció Fidel aquí hace cincuenta años, contienen, a mi juicio, la defensa de la posición revolucionaria cubana, de un poder muy reciente e inexperto en medio de una lucha tremenda, frente a la política elitista y la pretendida “pureza ideológica” predominante en las ORI. La idea del intelectual honesto, valioso en sí mismo, que no milita en la revolución, le permite a Fidel hacer planteamientos fundamentales respecto a los problemas reales que confronta la transición socialista. “La Revolución debe tener la aspiración de que no sólo marchen junto a ella todos los revolucionarios (…) la Revolución debe aspirar a que todo el que tenga dudas se convierta en revolucionario (…) la Revolución nunca debe renunciar a contar con la mayoría del pueblo.”
Yo veo la trascendencia de Palabras a los intelectuales en el conjunto de la intervención de Fidel y en los objetivos que tuvo, más que en la frase famosa. A mi juicio, esa frase atendía a lo esencial de aquella coyuntura, y no al propósito imposible de enunciar un principio general permanente de política cultural. Opino que resultó trascendente porque supo relacionar muy bien las actividades intelectuales y artísticas con la gran revolución que estaba sucediendo en Cuba, y porque estableció una forma honesta y clara –revolucionaria-- de relación entre el poder y los intelectuales, que ha sido transgredida innumerables veces, pero sigue ahí, enhiesta, con su prestigio y su alcance, como una meta a conquistar.
Aquellos que al inicio de los años sesenta éramos apenas unos jóvenes revolucionarios estudiosos, utilizamos con entusiasmo a nuestro favor la frase famosa de Palabras... En nuestra interpretación, “dentro de la revolución todo”, quería decir: “todos los que somos revolucionarios activos tenemos derecho a pensar, a expresar libremente nuestros criterios y a leer lo que nos dé la gana”.
En la etapa reciente se ha venido multiplicando la información pública acerca del proceso de la cultura en los primeros años del poder revolucionario, a través de documentos personales, testimonios, reediciones de trabajos polémicos de entonces y algunos textos de análisis. Ese hecho tan positivo nos puede ayudar mucho a la imprescindible tarea de recuperar la memoria, y sobre todo a que los jóvenes se apoderen del proceso histórico de la cultura en este medio siglo y de la totalidad del proceso histórico de la Revolución. Es imprescindible, y es vital para saber bien quiénes somos, de dónde venimos, a qué herencia no debemos renunciar, qué enemigos y qué combates han tenido y tienen una y otra vez ante sí los que pretendan ejercer sus cualidades y realizarse como individuos en el mismo proceso en que crean un medio social que fomente el crecimiento y el desarrollo de la libertad y la justicia social, una sociedad que conquiste liberaciones, en la que sea factible gozar y repartir entre todos los bienes, la belleza y la imaginación. Para poner en marcha esa aventura maravillosa, Palabras a los intelectuales puede ser convocada también, y constituir un instrumento sumamente valioso.
(Tomado de CUBARTE)

©Ernesto Sierra
02-07-2011

Abel Prieto sobre "Palabras a los intelectuales"


Abel Prieto
Abel Prieto
En días recientes envié un cuestionario al ministro de Cultura Abel Prieto, con motivo del aniversario 50 de Palabras a los intelectuales. Hace apenas minutos recibí sus valiosas consideraciones, que de manera textual, y sin cambiar ni una coma, comparto con ustedes:
Amigo Yohandry, he estado bajo mucho presión en estos días y me ha faltado tiempo para contestar a tus preguntas sobre el significado de "Palabras a los intelectuales". de todos modos, te hago estas líneas entre una reunión y otra. Mi opinión coincide en lo esencial con el texto de Fernando Rojas que publicaste hace unos días. "Palabras a los intelectuales" fundó, por primera y única vez, en las experiencias socialistas conocidas, una política cultural ajena a todo sectarismo, a todo "dirigismo" con respecto a la creación, antidogmática, unitaria, con una capacidad para convocar a creadores muy diversos, de todas las generaciones y tendencias, en la gran obra educacional y cultural que se iniciaba. es muy triste que ese discurso tan extraordinario haya sido reducido a una frase fuera de contexto, mal citada muchas veces, y que no se relea en toda su dimensión. Gracias a "Palabras a los intelectuales", los enemigos de cuba nunca pudieron crear una quintacolumna en nuestra intelectualidad y han tenido que acudir durante todos estos años a caricaturas lamentables, sin obra ni moral. La idea de Fidel de que "sólo podemos renunciar a los incorregiblemente contrarrevolucionarios" y de que pueda haber espacio para intelectuales honestos, "no revolucionarios", que se sumen con generosidad a nuestra obra común, tiene una fuerza y una vigencia difícilmente calculables. Sólo renunciaremos, como Fidel, como Martí, a los anexionistas (esto lo recordaba Aurelio Alonso en el suplemento "El tintero" de Juventud Rebelde). Mañana a las 10 a.m., en la Biblioteca Nacional, Fernando Martínez Heredia, Omar Valiño y Jaime Gómez Triana y otros intelectuales debatirán sobre este discurso tan trascendente, 50 años después de ser pronunciado por Fidel. Luego, en la tarde, habrá una mesa redonda especial sobre el mismo tema. Creo que tendremos mucho para comentar y difundir a partir de estas intervenciones.
un abrazo,
Abel Prieto
(Tomado de www.yohandry.com)

©Ernesto Sierra
30-06-2011

El universo de "Palabras a los intelectuales"


Fernando Rojas
Fernando Rojas
En estos días varios medios de prensa digitales cubanos han difundido estas palabras de Fernando Rojas, Viceministro de cultura, con motivo de los cincuenta años de "Palabras a los intelectuales", el conocido discurso de Fidel Castro, pronunciado el 30 de junio de 1961, en el cual expresó los principios de la política cultural del joven gobierno revolucionario. Por el interés que ha despertado el análisis de Fernando Rojas, en el momento en que, además, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba está cumpliendo sus cincuenta años, comparto el texto con ustedes.
El mundo simbólico de varias generaciones de cubanos, de la mayoría de nosotros, es el que creó la Revolución. Esté en la isla o en el extranjero, cualquier cubano ha sido marcado por el cine de Santiago, de Titón y de Humberto, por la poesía, desde Fayad y Retamar hasta Silvio, por el pensamiento, desde Moreno Fraginals a Fernando Martínez Heredia, por la música de los Van Van, Chucho Valdés, Pablo, Santiaguito e Interactivo; y, sobre todo, por un tipo de sociabilidad nuevo, que nos acompaña ya varias décadas y que, aunque se mencione muy poco, es una de las más claras evidencias del cambio revolucionario. Los proyectos de las escuelas en el campo o de las movilizaciones masivas y las exitosas campañas internacionalistas, junto a la política educacional de pleno acceso y la abundancia de libros conformaron una lógica de las relaciones humanas basadas en la solidaridad, el colectivismo y el culto a la satisfacción espiritual. La idea de la cultura como derecho y como oportunidad para todos está en el fundamento de las relaciones sociales construidas por la Revolución. Aún en las circunstancias actuales, en las que pueden confluir el incremento de las carencias materiales y el empobrecimiento del gusto estético, esa sociabilidad se deja ver, a veces de manera difusa, y a veces escandalosamente. La presencia de la religiosidad popular, esencial expresión de la identidad cubana, conecta significativamente con este tipo de relación entre los seres humanos.
De esto se trata “Palabras a los intelectuales”. Suele recordarse solamente la sentencia de Fidel que entró en la historia desde entonces, pero el texto y su contexto son mucho más.
Por supuesto la convocatoria a las reuniones de intelectuales en la primavera y el verano de 1961, obedeció a una coyuntura, por demás bastante fácil de superar, si sólo de eso de hubiera tratado. PM, la película de Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez Leal, que el ICAIC decidió no exhibir, es un filme intrascendente. Su fama se debe, precisamente, a las reuniones de intelectuales de mediados de 1961.
A Fidel le interesaba sobre todo, contrarrestar la inquietud que el suceso con PM había despertado en intelectuales de mucha más valía que los directores del filme.
A la vez, el Primer Ministro del Gobierno Revolucionario necesitaba zanjar esa cuestión para adentrarse en algo tan importante para él como la discusión sobre la censura y los límites a la creación; así, el discurso de Fidel tiene dos partes claramente identificables; pero la segunda casi ni se menciona.
De la parte conocida y divulgada se cita hasta la saciedad la célebre frase “dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada”. Se cita mal, confundiéndola a menudo, por distracción o a propósito, con una frase de Trotsky, -que no dice lo mismo- y sacándola del contexto, pues inmediatamente después Fidel se refiere a cuestiones de derecho, en la lógica de la tradición iluminista, en el sentido de la revolución como fuente de derecho, apartándose un tanto de la cuestión de la libertad de creación. Pero sobre todo, se omite todo lo que sigue sobre la relación de la Revolución con la libertad, que va mucho más allá de la creación meramente artística y literaria, y se refiere claramente a la actitud de la Revolución y su gobierno ante el pensamiento y la actividad creadora que le acompaña.
Fidel habla de que hay que garantizar condiciones de trabajo a los escritores no revolucionarios, insiste en que deben poder trabajar en y con la Revolución. Esta perspectiva inclusiva, en otra parte del texto, se extiende a los contrarrevolucionarios: la Revolución solo renuncia a los que sean incorregiblemente reaccionarios, a los que sean incorregiblemente contrarrevolucionarios. Es decir, se parte del criterio de que la posición contrarrevolucionaria puede ser coyuntural. Y, si de la creación se trata, ese aserto significa que sólo el proceso creador mismo y la circulación de la obra artística será el escenario en que se ventilen estas complejas cuestiones. La inclusión de todos, entonces, es la clave de las “Palabras…” Años más tarde Carlos Rafael Rodríguez dirá que “el que no está contra nosotros, está con nosotros” y afirmará que son preferibles las dificultades por el exceso de libertad que las que provienen de la falta de esta.
En rigor, los asuntos del contenido y la forma de la obra de arte no pueden resolverse esencialmente en el acto de creación. Es absurdo, aún en nombre de la Revolución, pretender no ya normar, sino incluso conocer lo que pasa por la cabeza del creador. La relación de las instituciones con los artistas y escritores arranca del apoyo irrestricto a la búsqueda creativa, a la experimentación y a la complejidad de la forma y el contenido. Cualquier influencia en la obra es posible sólo si las instituciones participan junto al artista y al escritor en el proceso creador, estrictamente en términos de igualdad y en ningún caso inquiriendo sobre la relación personal del creador con ese proceso. Es en el dominio de la promoción, a partir de las reacciones del público y la crítica en el que se vislumbra, por una serie de aproximaciones sucesivas, las perspectivas no sólo y no tanto ideológicas, sino de todo tipo en la naturaleza de la obra exhibida o publicada. Al arribar a este punto, las instituciones de la cultura trabajan con el criterio de que todo lo valioso puede y debe ser promovido. Lo realmente importante es establecer los circuitos de promoción, tan diversos como diversas son las obras artísticas y literarias y su naturaleza, y los públicos que acceden a ellas, a quienes –a los públicos- se les supone capaces de apreciar el arte y directamente participativos más que consumidores estrictos. La exclusión se refiere sólo a “los incorregiblemente reaccionarios” y al mismo tiempo distingue entre la posición política del autor y la obra valiosa que puede y debe circular.
Saldada por el momento la cuestión de la libertad de creación, el líder de la Revolución pasa a explicar en extenso las ideas, discutidas previamente también con los artistas y escritores cubanos, sobre la promoción del arte y la literatura entre las grandes masas de la población. Las versiones manipuladoras de las “Palabras…” omiten completamente esta parte del texto.
Ya para entonces, Fidel ha lanzado el conocido apotegma sobre la libertad de pensamiento de todos los cubanos: “No le decimos al pueblo cree; le decimos lee”. En junio del 61 amplía ese criterio con la idea de multiplicar las posibilidades de las grandes masas de acceder al arte y la literatura, como complemento de aquella otra de hacer todo lo posible porque esas mismas masas estuvieran en mejores condiciones para comprender más y mejor las manifestaciones del arte y la literatura. Para emprender esta titánica tarea, esboza el concepto de la formación de instructores de arte, cuya misión fundamental estaría en detectar los talentos que ingresarían al entonces incipiente sistema de enseñanza artística, y “formar el gusto artístico y la afición cultural” de la población.
Se trataba, en primer término de garantizar el pleno acceso de la población a los bienes y servicios culturales, especialmente al libro. Hasta hoy, ese ha sido uno de los empeños principales de la Revolución y no se podrá cejar en él, frente a desviaciones burocráticas y concesiones mercantilistas.
Se estaban sentando las bases de dos vías de desarrollo de la cultura, inseparables una de la otra, que con el paso de los años se convertirían en procesos únicos, cuyos resultados no dejan de asombrar a quienes los conocen. Así, lo que comenzó con algunos proyectos locales y un par de academias en la capital, se fue ampliando y consolidando hasta convertirse en un sistema de enseñanza artística, que abarca los niveles elemental, medio y superior, y que se extiende por todo el país. Sus frutos más imperecederos están en la obra misma de los artistas e intelectuales con que contamos hoy en nuestro país, y cuya diversidad y calidad es reconocida en todo el mundo.
Pero a la vez, se comprendía desde ya, que sólo el acceso masivo al arte y la cultura lograrían la elevación de la espiritualidad, y por tanto, de la calidad de vida de la población. En años posteriores, se apostaría por el desarrollo del arte en las escuelas de todos los niveles de enseñanza, en los centros de trabajo con el apoyo de los sindicatos, y en la confluencia ulterior de programas especiales que abarcarían las prisiones, los discapacitados, y las zonas montañosas y de difícil acceso. El resultado más palpable de todo este proceso lo constituyó el fuerte y masivo movimiento de artistas aficionados, que en su mejor momento llegó a contar con más de un millón de miembros en todo el país, con muy altos niveles de calidad artística.
Se trata de todo un universo donde lo esencial es la práctica cultural masiva -bien desde lo apreciativo, bien desde la creación como aficionados- y la participación en procesos de desarrollo, que salvaguardan y promueven las manifestaciones y expresiones de la cultura popular. Universo que tiene en su centro el accionar de los instructores de arte, aquellos que en sus inicios actuaron de manera priorizada en granjas, cooperativas agrícolas, comunidades campesinas y grandes centros laborales, y que hoy tienen como esfera fundamental de actuación las escuelas, de todos los tipos y niveles de enseñanza, donde las manifestaciones artísticas forman parte de los programas curriculares. La labor del instructor de arte como educador del gusto estético, como formador de públicos, como promotor de la participación activa de la población en sus procesos culturales, abarca además la identificación, preservación y promoción del patrimonio cultural vivo, a partir del respeto a los procesos identitarios de carácter local y a sus disímiles formas de expresión, y constituye un paradigma en el desarrollo cultural de la nación.
A pesar de la plataforma estratégica que trazó Fidel para los intelectuales, hubo importantes desviaciones de esa política en los años 70, que algunos estudiosos han llamado Quinquenio Gris, y otros Decenio. Esas distorsiones provocaron daños significativos a una parte de los escritores y artistas. Las consecuencias de tales normas y sus secuelas de parametración en el teatro y de censura en la literatura, dejarían una huella duradera en la población, que se perdería por un buen tiempo una parte importante de la producción cultural de vanguardia. La cuestión, si bien fue resuelta en términos de definición de política en el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba en 1975, se prolongó por más tiempo. Fue más sencillo rectificar el error programático en los documentos políticos que eliminar las prácticas asociadas a aquel.
Las rectificaciones, es bueno reiterarlo, han sido rotundas. No son iguales ni parecidas las experiencias de los errores en la política cultural de la Revolución Cubana y las políticas y prácticas del llamado “socialismo real”. La producción intelectual de aquellos años ha sido rescatada. Sus autores gozan de prestigio y reconocimiento. Las instituciones culturales dedican ingentes esfuerzos a promover a todo el que no fue publicado en aquella época y a estrenar las obras de teatro de esos años. El criterio prevaleciente es que toda la producción cultural cubana de valor, realizada en Cuba o fiera de ella, pertenece a la Revolución. Sostenemos que nos pertenecen Cabrera Infante, Lidia Cabrera y Reinaldo Arenas, entre muchos otros. A todos ellos se les ha publicado en Cuba, a pesar de las protestas desde el exterior. Defendemos el criterio de que se debe escuchar a Celia Cruz.
Una prueba importante para esta política fue el ascenso de importantes promociones de jóvenes escritores y artistas a finales de los años 80. Pocas veces resultó tan amenazado el capital simbólico de la Revolución, sin ella misma saberlo: se trataba de la amenaza a lo que de ella había absorbido una buena parte de sus mejores hijos. Una demostración de lo difícil que resultó superar el lastre de los 70 fue la incapacidad que manifestaron inicialmente las instituciones para relacionarse con esos jóvenes, -gran parte de los cuales conformaban las primeras promociones significativas del sistema de la enseñanza artística fundado por la Revolución-, que habían recibido todo el enorme caudal de conocimientos y herramientas consustanciales a la política cultural de “Palabras a los Intelectuales”.
Los desencuentros institucionales con esta importante hornada de creadores cubanos se expresaron en incomprensiones estéticas, en carencias de una legitimación reclamada con justicia a gritos por el propio nivel de las obras producidas y en una politización innecesaria de hechos artísticos y literarios de vanguardia. El saldo negativo más importante fue la salida del país de un grupo de esos jóvenes, en su mayoría artistas de la plástica. Sin embargo, hoy sus obras se exhiben en Cuba, son conocidas por el público y analizadas por la crítica, forman parte del patrimonio nacional y se muestran, por sólo citar un ejemplo, en las salas del Museo Nacional de Bellas Artes.
La conclusión más importante de este proceso es que a fines de los 80 y principios de los 90 se cancelan definitivamente las consecuencias para la promoción de la cultura cubana del llamado “quinquenio o decenio gris”. La capacidad que demostraron instituciones y creadores para difundir la obra de la generación intelectual de los 80, con independencia del credo ideo estético, del lastre de los recientes desencuentros y del lugar en que residieran los escritores y artistas, se consagró como parte de la política cultural. La promoción de la obra de cualquier joven artista o escritor cubano ha corrido desde entonces esa misma suerte. Como ya se ha afirmado por no pocos estudiosos y críticos, vivimos desde principios de los 90 una explosión creativa en todas las manifestaciones del arte y la literatura.
Los vestigios del pensamiento dogmático se atrincheraron en los sectores burocráticos, en un tipo de sensibilidad consustancial al funcionariado, más que en actos concretos contra la creación, que desde entonces ya resultaban imposibles. Se expresaron actitudes insensibles, propensas a promover lo mediocre y lo foráneo, refractarias a la influencia del mercado en el contexto de la crisis de los 90 y la penetración de aquel –por primera vez en muchos años- en la realidad económica cubana. Aquellos cambios de los 90, que hoy parecen a veces cosméticos ante las demandas de la realidad presente, fueron suficientes para generar nuevos tipos de desigualdades que reprodujeron lo peor de los prejuicios raciales de épocas anteriores y, frente a ellos un repuntar de las culturas y las creencias religiosas populares entre la masa de la población.
Para enfatizar el rechazo a cualquier tipo de dogma en la aplicación de la política cultural y en respuesta al intento de reivindicar a algunas personas responsables de los grandes errores de los 70, durante 2007 y 2008 las instituciones culturales y especialmente los escritores y artistas cubanos debatieron a fondo aquellas nefastas experiencias y sus consecuencias. Los resultados de ese debate son ampliamente conocidos. Se necesita que debates como ese se produzcan más a menudo y sin que estén dictados por razones coyunturales.
Los niveles educacionales y el acceso a la cultura alcanzados por los cubanos deberán preservarse y desarrollarse. La cultura es percibida como un derecho y esa percepción forma parte del legado revolucionario y del mundo simbólico de los cubanos de hoy, rico y digno, aún en la pobreza y amenazado por ella misma, por la insensibilidad burocrática, por el mercado y los modelos culturales hegemónicos a él asociados y por la contrarrevolución inescrupulosa e insaciable.
Habrá que preservar y enriquecer la cultura, además, porque de ella tendrá que nutrirse el imprescindible capital ideológico que sustente y enjuicie los cambios en curso. En la inevitable relación con el mercado, herramienta que el gobierno de la Revolución intenta usar contra las carencias de todo tipo, la actitud cultural ante el perseverante fetichismo de la mercancía será esencial para que aquel no nos consuma.
Los “incorregiblemente contrarrevolucionarios” son una exigua minoría, en Cuba y fuera de ella. Se puede pasar rápidamente por encima de la hilarante colección de referencias a la Cuba paralizada y miserable que nadie ve cuando la visita y de la masa opositora sólo existente en la prensa internacional. Se verá entonces que el aporte de estos “intelectuales” se reduce a pretender organizar manifestaciones callejeras, siempre fracasadas, en sintonía total con la lógica de la política norteamericana contra Cuba que pretende por la presión combinada del bloqueo, las campañas mediáticas y la relación “pueblo a pueblo”, hasta hoy desventajosa para esa política, crear un escenario más mediático que real de revuelta callejera, -como está de moda- que permita a los poderes constituidos y a las leyes norteamericanas establecidas organizar la intervención militar “humanitaria” contra Cuba.
Por supuesto, nada de esto es automático. No se trata del clásico agente de la CIA, embozado en una gabardina y armado de dos pistolas y cuatro cuchillos. Si así fuera, no haría ninguna falta dotar de un perfil “intelectual” a los alabarderos imperiales del presente. Se necesita que sean creíbles, que se comporten como voceros del cambio necesario. Sin embargo, cualquier lectura de sus cánticos demuestra fácilmente que son adversarios de cualquier cambio desde la Revolución y de su mundo simbólico en peligro. En su “obra” es evidente la satisfacción con los fracasos y las desgracias, camuflada por la profusión divulgativa de sus textos breves y elementales que se presentan por los medios controlados por las transnacionales como la verdad sobre Cuba.
Las mejores representaciones de la cultura y la Revolución, de uno y otro lado del quehacer político ineluctable, hace unos veinte años, ponían en solfa, desde cualquier signo ideológico, la relación entre lo nacional y lo revolucionario-socialista. La misma idea de Fidel de que en Cuba independencia, socialismo y Revolución están indisolublemente unidos fue cuestionada desde las múltiples orillas del pensamiento. Cuando la cuestión parecía zanjada, en tanto la Revolución venció la prueba de los 90, la crisis reciente y la apuesta decidida de Raúl por el cambio parecieron otra vez poner la misma cuestión sobre el tapete. Pero, -¿cosa extraña?- ya no resulta tan natural discutirla. En tanto en Cuba comienza a debatirse el reto que plantean a la cultura las transformaciones imprescindibles en la economía, en la inmensa mayoría de la producción intelectual de analistas y comunicadores en el extranjero y entre la minúscula contrarrevolución interna organizada, tanto la tradicional como la reformada, prevalece la idea del fracaso absoluto, le perspectiva de no dar el menor chance al gobierno de Raúl.
Una vez más nos encontramos ante un gigantesco desafío cultural, que compartimos con el mundo conocido y especialmente con los pobres de la tierra. Ahora, en medio de la crisis y en el inédito escenario de las extraordinarias tecnologías de la comunicación. La política cultural de la Revolución, las ideas de Palabras a los intelectuales, enriquecidas por una práctica de decenios y prevenidas contra la repetición de los errores de antaño, conservan vigencia. Para los tiempos que corren, nada mejor que una sentencia reciente de Fidel:
“Lo mejor de la cultura y los conocimientos deberá universalizarse y las identidades nacionales, el arte, las costumbres, hábitos, creencias, incluidos los dialectos de la más pequeña comunidad, frutos todos del talento y el trabajo laborioso de cada pueblo, han de preservarse como los más valiosos tesoros de la humanidad”

©Ernesto Sierra
30-06-2011

Marechal: el tiempo es un gran trabajador


Leopoldo Marechal con su inseparable pipa
Leopoldo Marechal con su inseparable pipa
¿Che, este Marechal vive todavía? Se preguntaban en un artículo de finales de los 60, en la revista Cero, los por entonces jóvenes escritores argentinos Nicolás  Casullo y Jorge Carnevale.
La indagación no solo no es superficial, si no que revela una de las claves hasta ahora fundamentales para el acercamiento a la obra de Leopoldo Marechal -autor de una de las grandes novelas escritas en lengua española: Adán Buenosayres-, la biográfica.
Marechal nació en  Buenos Aires en 1900 y muy pronto descubrió su vocación literaria a través de la poesía, la obra de esos primeros años se mueve entre la herencia del postmodernismo  y la entrada pujante de las vanguardias artísticas. El ambiente creativo de la época lo llevó a enrolarse en la gestualidad del grupo y la revista Martín Fierro, donde afiló el estilo, se nutrió de valiosas experiencias para la obra futura y compartió aventuras con Borges, Bioy Casares, Evar Méndez, el pintor Xul Solar, Macedonio Fernández, Ricardo Güiraldes y toda la pléyade literaria que ambientaba el panorama porteño de esos tiempos.
Eran los años de su Días como Flechas,  que obtuvo el Premio Municipal de Poesía, los mismos en que recibió esta  carta de Roberto Arlt:
Querido Leopoldo: Te escribe Roberto Arlt. He leído en La Nación el poema El Centauro (...) me produjo una impresión extraordinaria, la misma que recibí en Europa al entrar por primera vez en una catedral de piedra, poéticamente sos lo más grande que tenemos en lengua castellana. Desde los tiempos de Rubén Darío, no se escribió nada semejante en dolida severidad. He recortado tu poema y lo he guardado en un cajón de mi mesa de noche, lo leeré cada vez que mi deseo de producir algo tan bello se me debilite. Te envidio tu alegría y tu emoción. Que te vaya bien.
En la década del 40 Marechal apoyó con simpatía el gobierno de Perón y para entonces ya tenía casi lista su primera novela: Adán Buenosayres. Sus compañeros de generación no le perdonaron su filiación política y el estigma cayó sobre su persona y sobre su obra. Adán…, publicada en 1948, fue recibida agriamente, con una hostilidad raras veces repetida en nuestros ambientes literarios: ante el silencio de la mayoría Eduardo González Lanuza  y el uruguayo Emir Rodríguez Monegal la comentaron profusamente, dando muestras de un abierto oportunismo disfrazado de crítica literaria. En su Historia de la literatura latinoamericana Enrique Anderson Imbert la califica como “Un ladrillo con fealdades y con obscenidades que no se justificaran de ninguna manera aunque el autor se parapetase detrás del nombre de James Joyce”. Solo Cortázar la comenta seriamente en su momento y la recibe como “Un acontecimiento extraordinario en las letras argentinas”.

Leopoldo Marechal y Juan Rulfo
Leopoldo Marechal y Juan Rulfo
No obstante, el silencio se hizo sobre Marechal durante diez largos años, años de exilio interior, acompañado por su compañera de entonces, Elbia Rosbaco, y visitado en su apartamento por un pequeño grupo de amigos. Refiriéndose a aquellos años dijo Ernesto Sábato:
Se aguantó ese durísimo exilio en su propia patria, esa patria que quería hasta la agonía. Modesto, pero con la conciencia de su grandeza ya que se puede ser modesto frente a los valores supremos, y arrogante frente a los idiotas, en momentos de extrema amargura llegó por fin a quejarse murmurando: ¿Cuándo mis compatriotas dejaran de orinarme encima?
Pero fue tiempo de creación y Marechal continuó escribiendo poesía, teatro, ensayo hasta que, en 1965, obtuvo el premio Forti Glori con su segunda novela: El Banquete de Severo Arcángelo. Eran los años del boom de la narrativa latinoamericana, el éxito de El Banquete fue tal que el público se volcó a buscar el resto de su obra y los empolvados ejemplares de la primera edición del Adán… salieron de los anaqueles para pasar de mano en mano. Marechal volvió a ser aclamado y la corriente  lo sumó a su cauce aclamado como maestro. No pocos, como Cortázar, Sábato o Lezama, comentaron sobre el influjo del autor de Adán Buenosayres en sus respectivas obras.

Augusto Roa Bastos, Marechal y Gabriel Garcia Marquez
Augusto Roa Bastos, Marechal y Gabriel Garcia Marquez
En 1967 Marechal viajó a Cuba como jurado del premio de novela organizado por la Casa de las Américas, llevaba como encargo escribir un reportaje sobre Cuba para la revista Primera Plana -la misma que en 1968 publicara las incalificables declaraciones de ruptura con Cuba de Guillermo Cabrera Infante-. A su regreso a la Argentina, Marechal cumpliría con su palabra y entregó La Isla de Fidel, “la nota de un gran poeta donde relataba sus experiencias en la patria de José Martí”, como lo calificó Elbia Rosbaco. La revista aceptó el reportaje, lo envió a imprenta y lo anunció en la portada, pero justo antes de circular, se le quitó el cuadernillo y se cambió la tapa a la tirada completa. Tiempo después lo invitaron a una cena de desagravio y le explicaron que había sido “una orden de arriba”.
En 1970 murió Leopoldo Marechal, nos dejó una obra de una calidad incuestionable y llena de mensajes al futuro. En algún texto dijo: “El tiempo es un gran trabajador, a cada uno le dará el lugar que le corresponde, la hojita de laurel que supiera conseguir”. Hoy los avatares de su biografía van quedando en el olvido, reivindicado por muchos, reconocido por otros pero, sobre todas las cosas,  rescatado por su propia literatura que espera, rebosante de salud, la avidez de nuevos lectores, la hojita de laurel que le corresponde.

©Ernesto Sierra 
19-06-2011

Borges y él

En su ensayo sobre Quevedo Jorge Luis Borges admite la inquietud que le causaba la gloria parcial que le ha tocado al poeta español en la galería universal de los autores famosos.
Luego de sopesar algunas posibles causas, concluye que la razón fundamental de la mediana fama de Quevedo, es que no dio con un símbolo que se apoderara de la imaginación de los lectores. No al menos como Homero legó a Príamo, Cervantes a Sancho y Don Quijote o Melville a Moby Dick. Acto seguido desempolva los ejemplos de Góngora, Mallarmé y Spencer con los cuales adelanta una cura en salud para afirmar -quizá pro domo sua- que la grandeza de Quevedo es verbal.
Midiendo a Borges con su propio rasero, cabría preguntarse qué personaje u obra simbólicas nos dejó como para merecer un lugar en el panteón universal de la fama. Después de un minucioso ejercicio de la memoria podríamos responder, sin temor a la equivocación, que nos dejó a si mismo. Su más simbólica creación literaria fue su propia imagen.
La trágica y temprana ceguera; su interés por el conocimiento de lenguas remotas; la cita aguda y culterana; sus manías con el tiempo y el espacio; las preocupaciones con la eternidad, la ironía y el sarcasmo fueron cultivados a fondo por él, hasta transmitirnos una imagen compleja y hermética de si mismo. Pero el más logrado de sus mitos personales es el que encierra el oxímoron de su ceguera y su misión de bibliotecario, por supuesto, nunca mejor definido como por su propia pluma en el Poema de los dones:
Nadie rebaje a lágrima o reproche/ Esta declaración de la maestríaDe Dios, que con magnífica ironía/ Me dio a la vez los libros y la noche.
Así quedaría estampada para siempre la imagen terrible y atractiva del ciego visionario. El perfecto guardián del saber. El oráculo.
Tal vez nadie hizo mejor uso de estos guiños que Umberto Eco cuando transfirió al argentino de la categoría de personaje de la literatura a la de personaje literario en su novela El nombre de la Rosa. Como se sabe, allí Eco transforma a Jorge Luis Borges en, Jorge de Burgos, el bibliotecario ciego capaz de asesinar a un grupo de monjes para impedir que leyeran el segundo libro de la Poética de Aristóteles, el dedicado a la comedia.
En entrevistas sucesivas que fueron publicadas con el título de Conversaciones con Borges, este último le cuenta a Roberto Alifano acerca de la etimología de su apellido; le explica cómo Borges proviene de Burgos. Si recordáramos el comienzo del séptimo día de la novela de Eco, encontraríamos la narración de la vida de Jorge de Burgos en boca de Guillermo de Baskerville: el joven monje que llegó a bibliotecario por las excelentes adquisiciones que hizo en su tierra natal y llevó a la abadía; después su paulatina pérdida de la vista hasta llegar al viejo topo ciego, intolerante frente a la risa.
En ese sentido le niega Eco a Jorge de Burgos el fino humor y el uso de la ironía característicos de Jorge Luis Borges. Quizá sea su pequeña venganza al conservadurismo militante del autor de Ficciones; el hombre capaz de especular brillantemente sobre el tiempo y el espacio, y desbarrar, al mismo tiempo, sobre lo que acontecía en el Chile de Pinochet o la Argentina de Videla.
Pero son sólo especulaciones. En el terreno de la ficción es muy fácil seguir pistas falsas y absurdo buscar paralelismos con visos reales. Lo tangible son Borges y su obra, aunque, si reparásemos en sus teoremas literarios -como el que esboza en Las Ruinas circulares- o en la historia reconstruida de Eco, bien pudiéramos pensar que Burgos y Borges son reencarnaciones medievales y modernas del vate ciego que cantó las gestas heroicas de la nobleza de la Grecia antigua; al menos era ciego clarividente.




















De ser así ¿por dónde andará hoy el irónico anciano de ojos de nube? Bajo qué nueva forma estará aprestándose a aparecer, o en qué nueva página se agazapa para salir a nuestro encuentro y recordarnos con voz grave y sentenciosa:
- Verba vana aut risui apta non loqui. *
 (*-No digáis palabras vanas o que causen risa.)

©Ernesto Sierra
16-06-2011

Borges, en breve estaré muerto. 

El 14 de junio de 1986 dejaba de existir en Ginebra (Suiza), Jorge  Luis Borges, quizá el más famoso escritor latinoamericano de todos los tiempos.
Pero, inserto en la impresionante batería de poetas y narradores que ostenta latinoamérica en el pasado siglo, el jabonoso concepto de la fama no se ajusta a la esencia de la literatura del continente mestizo. De hecho Borges, interpelado al respecto, solía citar a Rilke cuando afirma que "La fama es la suma de los malentendidos que se reúnen alrededor de un hombre", o recurría a su inefable sentido del humor para responder a la afirmación de un periodista, cuando aseguró que la prensa decía que el argentino era el más famoso de los escritores vivos, con la inesperada salida:  -¡No le crea, son calumnias!
Lo cierto es que, cuando parecía que Borges dejaba desolados a sus lectores y contemporáneos, la solidez de su obra literaria colocaban los cimientos de su camino a la posteridad, al rescatarlo para nuevas generaciones de lectores. Borges es hoy maestro en el cuento,  el ensayo, la poesía, en el manejo del idioma y en la subversión de los géneros tradicionales. Desde su erudición y amor por los clásicos, sentó las bases de una modernidad literaria. Crece tanto en la singularidad de su obra escrita como en el perdonable desparpajo de sus opiniones.
Comparto con ustedes el poema que dedicara a la fama y un texto que escribí hace años, motivado por la incesante lectura de su obra y el influjo de su personalidad como creador.
La Fama
Haber visto crecer a Buenos Aires, crecer y declinar.
Recordar el patio de tierra y la parra, el zaguán y el aljibe.
Haber heredado el inglés, haber interrogado el sajón.
Profesar el amor del alemán y la nostalgia del latín.
Haber conversado en Palermo con un viejo asesino.
Agradecer el ajedrez y el jazmín, los tigres y el hexámetro.
Leer a Macedonio Fernández con la voz que fue suya.
Conocer las ilustres incertidumbres que son la metafísica.
Haber honrado espadas y razonablemente querer la paz.
No ser codicioso de islas.
No haber salido de mi biblioteca.
Ser Alonso Quijano y no atreverme a ser don Quijote.
Haber enseñado lo que no sé a quienes sabrán más que yo.
Agradecer los dones de la luna y de Paul Verlaine.
Haber urdido algún endecasílabo.
Haber vuelto a contar antiguas historias.
Haber ordenado en el dialecto de nuestro tiempo las cinco o seis metáforas.
Haber eludido sobornos.
Ser ciudadano de Ginebra, de Montevideo, de Austin y (como todos los hombres) de Roma.
Ser devoto de Conrad.
Ser esa cosa que nadie puede definir: argentino.
Ser ciego.
Ninguna de esas cosas es rara y su conjunto me depara una fama que no acabo de comprender.

©Ernesto Sierra
16-06-2011

Repensar Cuba


Cubierta con ilustración de Raúl Perdomo. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Cubierta con ilustración de Raúl Perdomo. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Identidad y descolonización cultural. Antología del ensayo cubano moderno,  es la más reciente entrega editorial de Luís Rafael Hernández (La Habana, 1974). El volumen reúne una decena de  ensayos cubanos del siglo XIX y el XX. El decálogo comienza con Nuestra América, de José Martí y termina con la versión final (de 1993) de Caliban, de Roberto Fernández Retamar. La nómina se completa con Rodó y su Proteo, de Jesús Castellanos; Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, de Fernando Ortiz; Indagación del choteo, de Jorge Mañach; El reino de este mundo (prólogo), de Alejo Carpentier; La expresión americana, de José Lezama Lima; Poesía cubana del XIX, de Virgilio Piñera; Del encausto a la sangre: Sor Juana Inés de la Cruz, de Mirta Aguirre y Lo cubano en la poesía, de Cintio Vitier.
Textos de importancia capital para comprender el proceso de formación de nuestra nacionalidad, desde el momento que pueden ser vistos como un mapa que recorre cimas del pensamiento cubano a lo largo de un siglo, en el cual se aprecia la formación de un pensamiento nacional, casi siempre desde una perspectiva culturológica, nacido de las tensiones entre lo nacional, lo continental y lo universal. De tal modo conviven las visiones fundacionales de José Martí, con la introspectiva de Jorge Mañach, la descolonizadora de Fernández Retamar y el aporte estético de Alejo Carpentier, con su teoría de lo “real maravilloso”, ejemplos, como los restantes, de pensamientos lúcidos y bien estructurados que, en su afán de ubicar las coordenadas de lo nacional, concluyen tributando sus ideas al pensamiento global.

Virgilio López Lemus presenta el libro junto a Luis Rafael y Aida Bahr, vicepresidenta del Instituto Cubano del Libro. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Virgilio López Lemus presenta el libro junto a Luis Rafael y Aida Bahr, vicepresidenta del Instituto Cubano del Libro. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
En ese sentido, Virgilio López Lemus, al presentar el libro lo catalogó de “capital, por rebasar la utilidad académica y mostrar también potencialidades en el campo de la investigación, ya que contiene textos de vital importancia para comprender el mapa literario, histórico, ideológico, político y social del devenir cubano y su interrelación con otras culturas”. Igual señaló algunas ausencias en la antología, ---y destacó el ejemplo de Juan Marinello--- las cuales fueron explicadas por el antologador , al subrayar que las limitaciones de espacio no solo dejaron fuera algunos autores, sino que lo obligaron al trabajo, siempre difícil, de fragmentar algunos textos.
Más allá del apreciable valor de reunir estos textos en un solo volumen, se suma a este el cuidado de Luís Rafael en la edición y las notas sobre los autores, además del enjundioso prólogo, “El ensayo: entre la reflexión y la fabulación”, en el cual practica el difícil y necesario ejercicio de internar discernir las esencias del género, a partir del análisis de su historia, su esencia, y sus principales cultores en Cuba y el mundo.  Un texto de indiscutible valor para la literatura sobre la historia y la teoría del ensayo, cuya esencia define el compilador en las palabras finales del prólogo: La antología que ofrecemos no es más que un muestrario de esa contradicción entre la aspiración moderna, ilustrada, de una intelectualidad de Primer Mundo, y la realidad frustrante, engañosa, de un país expoliado, viciado por el coloniaje y su desgobierno. Sirva como caracterización «subjetiva»d de nuestro devenir histórico, social, cultural y literario. El ensayo, en su tópica libertad, mejor que otros géneros, ha permitido edificar un universo nuevo, entre reflexiones y fabulaciones, conformando una  novela en la que sus autores y lectores resultan los protagonistas (o «agonistas») comprometidos y comprometedores.

Luis Rafael habla de la antología. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
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Luís Rafael Hernández es doctor en Filología Hispanoamericana por la Universidad Complutense de Madrid, Profesor adjunto de la Universidad de La Habana, Miembro de la Asociación Internacional de Hispanistas, y de la Asociación de Estudios Latinoamericanos. Ha publicado varios libros de poesía y narrativa. Con este volumen, se reafirma en su vocación americanista y en su trabajo como autor de varias antologías de considerable valor tanto para el mundo académico, como para el lector de intereses más generales.
Identidad y descolonización cultural. Antología del ensayo cubano moderno, es un libro muy necesario y se convertirá en referencia ineludible dentro de su género. El volumen ha sido publicado por Ediciones Oriente en su colección Diálogo, en coedición con la Editorial Complutense y fue presentado en el habitual “Sábado del libro”, organizado por el Instituto Cubano del Libro, el pasado 21 de mayo. Con su lanzamiento, Ediciones Oriente celebró sus cuarenta años de labor ininterrumpida en el mundo del libro cubano.

Firmando ejemplares. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
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©Ernesto Sierra 
11-06-2011

La memoria de las paredes

El próximo 8 de junio en la Galería EGAM, de Madrid, quedará inaugurada la exposición "Si las paredes hablaran" del fotógrafo español, Pablo Tarrero. Pablo expone una serie de imágenes sobre Cuba luego de varias estancias en la Isla. Tuvo la generosidad de solicitarme unas palabras al catálogo, las cuales publico ahora, junto a algunas de sus fotos, para desearle muy buenos augurios en la apertura de su muestra.

La Habana es la Habana. Foto: Pablo Tarrero. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
La Habana es la Habana. Foto: Pablo Tarrero. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Pablo Tarrero es un fotógrafo muy singular. Inquieto, culto, observador, un caminador incansable que ha recorrido las calles de La Habana por el placer de disfrutar una ciudad que ha sabido hacer suya, conocer su gente, entrar a sus hogares. Ha vivido en ella como uno más y esa experiencia le ha dado una visión privilegiada, la cual revela ahora con perspicacia e inteligencia.

Isla sin mar. Foto: Pablo Tarrero. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Isla sin mar. Foto: Pablo Tarrero. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Sus fotografías rehuyen los tópicos comunes, ya gastados, que suelen atribuirse a Cuba y su capital. No encontrará el espectador mulatas espectaculares, coches antiguos, tambores y rituales cuasi folklóricos, salpicados de ron y azúcar. Pablo está bien distante de la visión turística y de la mirada apocalíptica de los que buscan los lunares en la historia de la mayor de las antillas.

Paredes-I. Foto: Pablo Tarrero. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Paredes-I. Foto: Pablo Tarrero. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Aquí se hacen palpables la ternura, la complicidad y la identificación con el destino de su objeto artístico. Más que la geografía física de la ciudad, Pablo retrata la geografía espiritual del locus, de esa Habana que no deja huella en él a través de sus edificios, parques, plazas, monumentos, sino a través de los detalles pequeños, cotidianos, casi íntimos. En su representación de las paredes, en su textura, alude a la piel de la ciudad, aquella que guarda en sus marcas, en la huella de cada rincón, la memoria de generaciones enteras.

Si las paredes hablasen. Foto: Pablo Tarrero. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Si las paredes hablasen. Foto: Pablo Tarrero. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Escenas costumbristas, rostros humanos, imágenes de animales, son detalles que complementan y refuerzan su visión del paisaje urbano de La Habana. La luz, el tono áureo, el humor y ciertos pasajes surrealistas ayudan a conformar una imago citadina con tonos de universalidad.

Boda y Vudú. Foto: Pablo Tarrero. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Boda y Vudú. Foto: Pablo Tarrero. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Una muestra de elevados valores estéticos, en la cual la excelencia técnica del artista y su aguda sensibilidad, dan como fruto una visión entrañable de la ciudad en la cual, Pablo Tarrero, practica el ejercicio espiritual de buscar los destinos de sus antepasados y el suyo propio.

©Ernesto Sierra
04-06-2011


La herejía de la impermanencia

Me estrecha la mano Alberto, Hernández Reyes, para ser más preciso. Pintor, graduado de medicina. Hace años el amor lo ancló en Güines, mi pueblo natal. Desde allí viajamos hasta La Habana el año pasado al terminar la Feria del libro. Hicimos el trayecto por la carretera central en un almendrón azul que, entre humaredas y sobresaltos, hacía más movida la conversación. Alberto hablaba poco pero en ráfagas de convicción. Las suficientes para sostener un intercambio de impresiones en el que escuché atento sus criterios, y los resortes de su pasión por el paisaje.

Alberto Hernández Reyes. Impermanencia 73,5x94cm. (Serie Impermanencia) Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Alberto Hernández Reyes. Impermanencia 73,5x94cm. (Serie Impermanencia) Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Ahora me saluda en la puerta de mi casa. Igual habla poco. Lo justo para decirme que expondrá este año en una galería de la Habana Vieja, que me invita y me deja un disco con algunas imágenes y datos personales.
Me quedo absorto frente a la serie “Impermanencias”, una secuencia de paisajes que me exige concentrarme, observar una y otra vez. Visión maravillada de unos paisajes que rehuyen los tópicos comunes de la representación de la naturaleza. Me asombra el ostentoso desprecio por el color. La mayoría de los lienzos son monocromáticos y los que no, se aferran a una estrecha gama de colores que apenas sobrepasa los tonos pasteles.

Alberto Hernández Reyes. Cascada 60x80cm (Serie Impermanencia). Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Alberto Hernández Reyes. Cascada 60x80cm (Serie Impermanencia). Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Tratamiento casi herético del paisaje. El protagonismo está en las formas. Se diluyen unas en otras, se superponen, pelean en una atrevida lucha entre la figuración y el abstraccionismo. Lo curioso es que apenas nos damos cuenta porque las formas están en función de una búsqueda ulterior: la transmisión de una atmósfera.
El monte, la nube, la catarata de agua, la tierra, el viento, aparecen fundidos por la visión personal del artista, inspirado en el concepto budista de la impermanencia, que afirma la falta de atributo individual de las cosas y su sometimiento al cambio perpetuo, a la extinción. De ahí que los elementos se diluyan en los suaves contornos de las formas, en la monocromía o la timidez del color, en busca de un ambiente sutil, fantasmagórico, casi místico, reforzado por las zonas de luces y sombras, la pincelada relamida y la subversión del orden natural.

Alberto Hernández Reyes. Impermanencias V 90x135cm. (Serie Impermanencia). Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Alberto Hernández Reyes. Impermanencias V 90x135cm. (Serie Impermanencia). Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Es la individualidad del artista volcada en su concepción del mundo. Una vuelta a los orígenes, en la cual nos recuerda que en el principio fue el todo de la nada. La mirada introspectiva que invita a replantear el sentido de la existencia a través de la visión idealizada de la realidad, en la cual el caos y el orden apelan a la cualidad contemplativa del ser humano.
Su paisajismo no desdeña algunos elementos clásicos, si no que los asume, los asimila y subvierte para ofrecernos una visión entrampada de la naturaleza. Paisaje estilizado, en el que aparecen solo los elementos vegetales junto a las grandes materias, el aire, el agua, la tierra. Pero en el que, de manera muy singular, somos invitados a descubrir cierta representación antropomórfica cuando estos se funden para sugerir un ojo, una cabeza, una boca, -en alusión a un elemento o poder superior que nos observa o se entremezcla en nuestra realidad- o una vagina, un falo, una garganta, los cuales unidos a la suavidad y perspicacia con que son trabajadas las formas, proponen una lectura erótica, por tanto más humana, terrenal, que complementa y multiplica las visiones del paisaje al remitirnos al del espíritu y el del cuerpo.

Alberto Hernández Reyes. Impermanencia 69x80cm. (Serie Impermanencia). Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Alberto Hernández Reyes. Impermanencia 69x80cm. (Serie Impermanencia). Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
No salgo de mi asombro, del deleite que me causa esta relectura, sencilla y a la vez formidable, de los paisajes de mi infancia.

©Ernesto Sierra
14-05-2011

Gonzalo Rojas entre nosotros

Nos ha llegado la noticia de la muerte del poeta chileno Gonzalo Rojas, una de las voces imprescindibles de la poesía latinoamericana del siglo XX. En enero de 2008, cuando contaba 90 años, visitó la Casa de las Américas para dejar inaugurado el premio literario de ese año. Estuve allí esa noche y escuché su extraordinario y divertido discurso de apertura de las sesiones del premio. Por entonces contaba yo con una modestísima cámara de fotos que me permitió guardar las imágenes que acompañan el texto que escribí esa tarde, antes de ir a conocer al merecedor del Premio Cervantes 2003. Ha muerto uno de los grandes poetas de nuestras letras.

Entrevistado por la periodista Dianik Flores. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Entrevistado por la periodista Dianik Flores. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Está pronta a comenzar la edición 49 del Premio Literario Casa de las Américas y como cada año la Casa tendrá un invitado especial con cuyas palabras quedarán inauguradas las sesiones de trabajo del Premio. La elección de este año es, como casi siempre sorprendente: vendrá a Cuba el poeta chileno Gonzalo Rojas.
La comunidad literaria cubana debe estar de plácemes, y a mí la noticia me da motivo para compartir algunos comentarios en estos Perfiles. Se me acercan amigos, sobre todo, mis estudiantes de la Facultad de Letras para preguntar quién es el poeta que nos visita. La pregunta es legítima. Gonzalo Rojas nació en Lebu, Chile, en el ya lejano 1917; lo que quiere decir que sobrepasa los 90 años. Mis estudiantes tienen 19 o 20. Por demás, Chile tiene en su haber los dos reconocidísimos premios Nobel de literatura de Gabriela Mistral y Pablo Neruda. Circunstancia feliz para el país pero difícil para sus poetas. Es como ser narrador colombiano en el tiempo de García Márquez.
Pero Chile cuenta también en su firmamento poético con una larga nómina de rutilantes vates como Vicente Huidobro, Pablo de Rokha y el también nonagenario Nicanor Parra. Menciono solo estos por estar vinculados de diferente manera a la vida y obra de Gonzalo Rojas. Este último comenzó su vida literaria vinculado al grupo poético que se juntó en torno a la revista Mandrágora, de la que se publicaron seis números entre 1938 y 1941. Para entonces ya oscilaba la concepción de la poesía de Gonzalo Rojas entre los desenfadados aires vanguardistas de Huidobro y los envolventes escarceos románticos del primer Neruda. Creo que en esas tesituras se signa su concepción de la poesía. No en balde cuando recientemente un periodista le preguntó sobre la influencia del surrealismo en su obra, le respondió:
...el surrealismo no ha desaparecido. Como el romanticismo, no ha desaparecido. Además a escala de parentesco, de afiliación, ya se sabe que el surrealismo rescata en gran medida las ideas vertebrales y los fundamentos de los románticos. Para leer a los surrealistas hay que haber leído a los románticos. Es como para leer poesía de amor, hay que leer poesía mística. Si no, no se entiende. Se entienden porquerías, se entiende la parte externa.
Por su relación con el grupo y la revista Mandrágora, Rojas es considerado miembro de la llamada Generación Literaria de 1938. No obstante, su primer poemario, La miseria del hombre, no aparece hasta 1948. El libro fue recibido con algunas críticas desfavorables, hasta que Gabriela Mistral publica un comentario elogioso sobre el mismo, anécdota que hoy recuerda con modestia el poeta como un hecho “divertido”. Lo cierto es que allí ya aparecen los elementos esenciales de su arte poética, al revelar, como ya mencioné, su acomodo a las estéticas surrealista y romántica, como consecuencia de la herencia de las conquistas de las vanguardias poéticas del siglo XX.
Su poesía es existencial, hedonista a veces, donde pueden aparearse el erotismo y las preocupaciones sociales con detalles de la más sencilla intimidad e indagaciones sobre el ser y su relación con el universo. El siempre discutible pero agudo Anderson Imbert, lo retrata como un poeta que …sin salir de la oscuridad, que es su elemento, se puso a hablar más de sus emociones que de sus pesadillas. Cosa de acentos, pues todo se daba en su poesía introspectiva: romanticismo, creacionismo, superrealismo, existencialismo. A esas cualidades habría que sumar el interés del poeta por el aspecto formal. En su caso el énfasis lo pone sobre la sílaba:
El poeta sabe aunque dice que no, sabe que él es palabra. Uno es palabra. Uno es nada más que palabra. Es como el respiro... No hay que ser un Rilke para afirmar que la palabra existe con la urgencia fisiológica de lo necesario. Yo no sé vivir, ni ver mundo, sino desde ese juego silábico. A Rimbaud le gustaba la vocal, a mí me gusta la sílaba.
Curiosamente, Gonzalo Rojas publicó solo tres poemarios entre 1948 y 1977. No obstante ha sabido combinar su labor poética con otras funciones afines a la vocación literaria y desempeños dentro de la vida social y política de su país y el continente. Ha sido alfabetizador, fundador de revistas, catedrático universitario, diplomático. En esas funciones –como Encargado de negocios- se encontraba en Cuba, cuando se produjo el brutal golpe de estado fascista del 11 de septiembre en Chile, que dio al traste con el Gobierno de la Unidad Popular y segó la vida de Salvador Allende. Fue excomulgado por la junta militar por “significar un peligro para el orden y la seguridad nacional”.
A pesar de esos avatares continuó su obra, entre la que se cuentan los libros: Contra la muerte, (1964); Oscuro, (1977); Transtierro, (1979); Antología breve, (1980); 50 poemas, (1980); El alumbrado y otros poemas, (1987); Antología personal, (1988); Materia de Testamento, (1988); Desocupado lector, (1990); Antología de aire, (1991); Las hermosas. Poesías de Amor, (1991) o Zumbido, (1991). En 2003 recibió el Premio Cervantes, considerado el Nobel de las letras españolas. También ha recibido el primer Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el Premio Nacional de Literatura (1992), el Premio Octavio Paz de México y el José Hernández de Argentina.En 2007, a raíz de su noventa años de vida, se organizó en Santiago de Chile el homenaje Gonzalo Rojas 90 Años: Nueve décadas de relámpagos y tormenta.

En la Sala Che Guevara de la Casa de las Américas. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
En la Sala Che Guevara de la Casa de las Américas. Al fondo un mural de su compatriota Roberto Matta. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Hoy, lunes 21 de enero en la Sala Che Guevara de las Casa de las Américas, Gonzalo Rojas dejará inaugurado el Premio Casa. Allí mismo, el jueves 24, se presentará su antología poética, Contra la muerte y otras visiones. Un regalo para los amantes de la poesía y la literatura latinoamericana, quienes tendremos el privilegio de escuchar a este protagonista excepcional de nuestras letras y el quehacer del continente.

©Ernesto Sierra
26-04-2011

Nocturnidad de Viengsay Valdés

En los primeros días de marzo publiqué en este blog el texo "Una noche con Viengsay Valdés", motivado por la extraordinaria interpretación de la joven bailarina en el personaje de Kitri, del ballet Don Quijote. Por esas fechas publiqué otro texto acerca del mismo tema pero, motivado esta vez por la fértil coincidencia con el pintor y poeta, Jesús Lara Sotelo. Ese texto fue publicado en el Portal de la Cultura Cubana, CUBARTE. Una de mis estudiantes de la Universidad de La Habana, leal y aguda lectora, me sugirió publicarlo aquí. Los dejo con esta inspiración a cuatro manos.


Una nueva presentación del ballet Don Quijote, con Viengsay Valdés en el personaje de Kitri, fue motivo suficiente para que terminara sentado en la penumbra del balcón del Teatro Federico García Lorca,  a principios de este mes de marzo. Sala abarrotada. Expectativa por apreciar este clásico de la danza mundial y una Viengsay en plena madurez interpretativa.
Terminado el primer acto, encuentro casual con Alicia Alonso y Pedro Simón en la balconada del edificio: -¿Y Lara? Me preguntó afable Pedro, después de intercambiar breves saludos. Se refería al pintor y poeta Jesús Lara Sotelo, con quien suelo tomar el pulso al ambiente cultural de la ciudad, de vez en vez. Le respondí que no sabía, que yo había ido solo esa noche al ballet. De repente, alguien que no logro recordar ahora, dijo que sí, que estaba en el teatro en la parte baja. Me sorprendió un poco el comentario, pues Lara se encontraba inmerso en un proyecto complejo que le consumía todo el tiempo. Bajé y mi sorpresa fue mayor cuando lo encontré enfundado en una vestimenta cómoda, casi deportiva y armado de un par de excelentes cámaras de fotos en los asientos reservados a los fotógrafos de la prensa.
Me recibió con una sonrisa traviesa, casi infantil y la mirada aguda de siempre. Por lo visto el único sorprendido era yo. Lara siente una pasión por la fotografía comparable a las que guarda por la pintura, las letras y la música y no pudo sustraerse a la tentación de realizar una sesión de fotos de la Interpretación del ballet y de Viengsay, sobre todo, después de fuera la primera ballerina quien le facilitara el acceso al asiento de privilegio.
Pedro Simón pregunta por ti, le dije, y subimos a compartir una bebida refrescante. Después de conversar con Pedro, intercambios algunos comentarios pero no logré que me dejara ver las fotos. Estoy familiarizado con la creatividad de Lara Sotelo, y sé de su ensimismamiento en el momento en que trabaja. Al final de la función salimos caminado hacia nuestros respectivos destinos, casi sin hablar. Hoy comprendo que ambos íbamos rumiando la magia de la experiencia estética vivida esa noche.
A la tarde siguiente yo le mostraba una viñeta que escribí impresionado por la actuación de Viengsay, y él leía, contenido, un texto que no me atrevo a clasificar, intenso, desbordado de imágenes, asombroso. Luego llegaron las fotos, que me parecían pinturas fotografiadas más que tales. La gran metáfora que es el ballet inspirado en la obra de Cervantes se me revelaba en cada fotograma: la alegría, el espíritu popular, el ambiente de ensueño, la materia sutil de la que parecen estar hechas las bailarinas, Viengsay, a veces enérgica, otras alegre, coqueta, estilizada, virtuosa, única. En unas es la realidad material de la fuerza física, del cuerpo que se exige hasta lograr la perfección de un paso, el virtuosismo; en otras, es materia que se esfuma, transparencia que transita de la masa al espíritu, a las esencias, hasta convertirse en un sentimiento. Es el ojo del artista que capta su propia condición en la naturaleza del sujeto admirado.






©Ernesto Sierra
21-04-2011


Otra manera de inventar la luz


Yanelys y Alpidio. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Yanelys y Alpidio. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Viernes primero de abril. Es una tarde habanera ya calurosa, pero no lo pienso dos veces para salir a la calle en busca de la poesía. Me invita Alpidio Alonso a su tertulia "Amor de ciudad grande" en la librería “El Ateneo”, en la calle Línea. La poeta invitada es Yanelys Encinosa, joven escritora graduada de Letras, merecedora del Premio David de Poesía 2007 por el libro Del diario de Eva y otras prehistorias. Conozco a ambos desde hace ya algunos años y se que juntos pueden regalarnos un rato que nos haga olvidar el prematuro calor de un abril recién nacido.
a librería es pequeña, quizás por eso más acogedora. Entre anaqueles y estanterías llenas de libros y revistas, se improvisa el auditorio. Veo a Roberto Manzano, Alex Pausides, Daniel Díaz Mantilla, Sinecio, Karel…al rato llega Mario Martínez Sobrino y nos saludamos todos con un refrescante té de limón en las manos.

Roberto Manzano y Alex Pausides escuchan la lectura. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Roberto Manzano y Alex Pausides escuchan la lectura. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved

Alpidio condujo su tertulia sin altisonancias. Nos prometió una evocación del poeta peruano José Watanabe y eso hizo. Memoria necesaria y agradecible, apoyada en poemas grabados en su propia voz, fragmentos de entrevistas y los acertados comentarios del anfitrión.
Llegó el turno a Yanelys. Leyó con una mezcla de timidez y seguridad. Una responde, supongo, a la lectura pública, al descorrer los velos de la intimidad del creador y dejar que los textos corran su destino particular, su vida propia; la otra emana de la confianza que inspira el diálogo personal con la poesía. Los escritores genuinos conocen esa sensación. Yanelys la conoce. Su poesía fluye entre comentarios y sonidos de aprobación. A veces se torna coloquial, otras, se llena de imágenes enigmáticas. Los temas combinan lo cotidiano con indagaciones trascendentales. Es un tránsito natural en la joven poeta. La poesía es un torrente infinito e indetenible. El poeta tiene vocación de acequia. En esa tensión se fraguan los buenos poemas.

Yanelys lee fragmentos de su libro. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved
Yanelys lee fragmentos de su libro. Todas las fotos registradas. Please don't use this image on websites, blogs or other media without my explicit permission. © All rights reserved

Yanelys termina su lectura. Un breve silencio flotó en el aire. Se habían esfumado las fronteras de la timidez y el público quedó cautivo de su voz. Todos nos quedamos con deseos de más. Alpidio nos despide con un poema de Nicolás Guillén musicalizado por Pablo Milanés. Otra ronda de té con limón y salgo a la calle como quien camina por sobre cojines.
Solo ahora, cuando ejercito la memoria, recuerdo que pensaba en el calor esa tarde, antes de ir al encuentro con la poesía.
La conquista del fuego
No había otra forma de inventar la luz
noche cerrada
amenazaba el frío
en la caverna tiritaban las sombras
una danza de fieras se acompasaba
en cerco
ya cerca
hambre
dentro y fuera de las piedras
temblaban
aquellas entrarán en cualquier momento
una sola basta para saciar
la vida o la muerte
la oscuridad decidirá la pelea
fuera
rabia     fauces
dentro
miedo   silencio
apretaron los cuerpos
frotaron
se fundieron
la primera chispa
Atenea mediante
Aún soy ánfora
vacía
me han guardado al mejor premio
y mía ha de ser la gloria de saciar al vencedor
Atenea descansa en mi vientre
mi elegancia y el peplo de la diosa
peligran de idéntica languidez
la fragilidad de mi textura aguarda el gran final
y la vigilia desespera el golpe del aceite
apresúrate atleta
no flaquees en
el salto

©Ernesto Sierra
06-04-2011



Una noche con Viengsay Valdés







Cuando se descorrió el telón mi confusión fue total. No sabía de qué lado había quedado la realidad; si en el ajetreo de automóviles y gente con prisa que cruza los últimos metros de la calle Prado,  o en el universo de luces y color que se me revelaba en el recuadro, frontera final del teatro abarrotado de ensoñadores como yo.
Trueque beneficioso de las artes. La danza pone en movimiento a Don Quijote, ofrece otra vida a la historia del Hidalgo trastornado por tanta lectura. Aunque ahora el asunto de la coreografía despierte su estatua y la de Sancho en la España del siglo XIX, invadida por los franceses. Kitri, hija de Lorenzo el posadero, ama a Basilio, el barbero. Lorenzo se opone. Prefiere a Camacho, noble afrancesado que ofrece una dote considerable. El pueblo pide la intervención de la pareja cervantina.
La música aguzó los sentidos y anunció la aparición de los bailarines. Comenzó el espectáculo: baile, movimiento, ritmo, sensaciones, transparencias, deslumbramiento del espíritu, evocaciones de gastadas lecturas, reanimación de símbolos añosos, goce de la memoria que se proyecta al disfrute de la inmediatez.
Viengsay Valdés es Kitri. No por esperada fue menos sorprendente su aparición en el escenario. A los aplausos cede un silencio absoluto. La admiración por el arte causa esa impresión en el público, que rompe sus votos de mutismo para ovacionar las cúspides de virtuosismo de la bailarina. Los prolongados equilibrios y los dobles fuetees arrancan exclamaciones exaltadas.


Transcurre el tiempo y Viengsay no es solo la joven que baila, es una sensación, es un estado de ánimo que flota en la escena, en el aura de la sala. Más allá de la técnica impecable, de la dificultad de los pasos, del extra en cada movimiento, es su interpretación la que subvierte la noción de realidad, la que provoca el goce estético sin apellidos.
A veces es una brizna de sauce mecida por un suave viento, otras, una rama azotada por la borrasca, luego, un manantial que fluye hasta evaporarse en el éter. Camina, salta, se arremolina, se aquieta, sonríe, mira, cautiva. En ella todo es orgánico, es de una fluidez prodigiosa, casi increíble, presencia escénica total que funde el dominio del cuerpo con las emociones más profundas, las que nacen del talento verdadero, de la identificación absoluta con la esencia de la danza. Baila, actúa, flota, convence, seduce. No hay descuido; la punta más rigurosa es rematada por la curva de una mano etérea, casi vaporosa, que señala al rostro altivo, coqueto.


Kitri se casa con Basilio. La magia termina. Salgo a la calle. El aire nocturno de marzo me da en la cara, me acompaña en mis meditaciones por El Prado. Mientras camino, pienso en que Viengsay quizá responda a la naturaleza de las formas que no admiten definiciones. A la altura del Malecón siento la premonición unánime de quedarme sin palabras.


©Ernesto Sierra
25-03-2011

Tranquilamente hablando de Gabriel Celaya


Manuel Rico en la Sala Nicolás Guillén
Manuel Rico en la Sala Nicolás Guillén
Esta tarde el poeta y crítico literario español, Manuel Rico, ofreció una charla sobre Gabriel Celaya, al conmemorarse el centenario del poeta vasco. La Sala Nicolás Guillén, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, acogió a los convidados. Los premios nacionales de literatura, César López, Nancy Morejón, Pablo Armando Fernández, Reynaldo González y Jaime Sarusky, estuvieron presentes, junto a un destacado grupo de escritores de varias generaciones. Nicolás Hernández Guillén, Presidente de la Fundación Nicolás Guillén, dio la bienvenida a los presentes y presentó al poeta Guillermo Rodríguez Rivera, encargado, a su vez, de preparar el terreno al conferencista invitado.
Guillermo ofreció sus consideraciones acerca de Celaya y, en un breve bojeo por la obra del poeta español, destacó su carácter fundador de la poesía conversacional, una de las corrientes poéticas predominantes en el siglo XX hispano.
Manuel Rico propuso acercarse a la obra de su coterráneo a través de diez enunciados, los cuales explicó con agudeza y amenidad. Apoyó cada uno de sus análisis con la lectura de versos de Celaya, para lograr, así, un ambiente íntimo, de evocación poética. Abundó también en la biografía del poeta, firme en su vocación literaria y azarosa en la recepción que tuvo en su país. La mención a la que fuera su esposa, Amparo Gastón, fue una constante, compañía inseparable y decisiva a lo largo de su vida.

Guillermo R. Rivera y Manuel Rico dialogan con el público
Guillermo R. Rivera y Manuel Rico dialogan con el público
Los poetas Nancy Morejón y César López, hicieron sendas evocaciones de Celaya, a quien conocieron durante sus visitas a Cuba, en la década de los sesenta. César abundó en anécdotas y pormenores de la presencia del poeta español en nuestro país, mientras Nancy lo recordaba como un personaje inquieto, que tramaba constantes travesuras con Nicolás Guillén, su amigo.
Rafael Gabriel Juan Múgica Celaya Receta, es el nombre completo delpoeta nacido en Guipúzcoa, el 18 de marzo de 1911. Adoptó varios seudónimos a lo largo de su carrera literaria para esquivar la oposición de su familia a la vocación poética. Sus textos se inscriben en la corriente de poesía social, como expresión de experiencias colectivas, cargadas de denuncia social, en la época de la España franquista. Su estilo se inserta en lo conversacional, y está permeado por la presencia de lo cotidiano y la realidad concreta.En su obra es notoria la influencia de la llamada generación del 27 y de poetas hispanoamericanos, sobre todo, de Pablo Neruda.
Autor fecundo, legó casi un centenar de obras, dentro de las cuales  se destacan varios libros de ensayos. Algunos de sus títulos  más recordados son, Movimientos elementales (1947), Tranquilamente hablando (1947) y Las cosas como son (1949).
En 1986 se le otorgó el Premio Nacional de las Letras Españolas. Gabriel Celaya murió en Madrid, en 1991. Al morir vivía en una situación económica bastante precaria. Muchos se preguntan todavía por qué no se le concedió el premio Cervantes.
CONSEJO MORTAL
Levanta tu edificio. Planta un árbol.
Combate si eres joven. Y haz el amor, ¡ah, siempre!
Mas no olvides al fin construir con tus triunfos
lo que más necesitas: Una tumba, un refugio.
Gabriel Celaya
19-03-2011



Por las Viñas de David

El 15 de febrero de 2007 se quedó en mi memoria para siempre. Ese día tuve el privilegio de entrevistar para el programa Videoteca Contracorriente, de la televisión cubana, al destacado escritor y pensador argentino David Viñas. Fue una invitación generosa de Enrique Ubieta, quien sabía de mi admiración por Viñas y su obra. Acepté sin dudar y el día señalado me presenté en la casa de protocolo donde se alojaba. Me acompañaba un equipo de jóvenes realizadores de cine y televisión.
Iba bien enfundado en un traje y una corbata impecables y, para mi sorpresa, Viñas me recibió en pulóver, shorts y chancletas, gesto que hizo cambiar mi indumentaria de entrevistador televisivo improvisado. Era el señor corpulento y vivaz que había visto en las fotos, con voz gruesa y cálida a la vez, que fumaba sin parar y me decía: -¡Pero si sos un pibe!
Sin mucha ceremonia pasamos a tomar unos cafés mientras los muchachos preparaban el equipo de filmación. Comenzamos a hablar de inmediato. Era un conversador nato. Me pidió lo tuteara y me hacía más preguntas que yo a él. Hoy comprendo que la entrevista completa fue esa, la de nuestra larga conversación, que duró poco más de tres horas. El resultado final fue una síntesis apretada de aquel diálogo para ajustarlo a la televisión, de la cual conservo la transcripción que ahora comparto con ustedes, y que apareciera publicada en el volumen, Por la izquierda II, de las Ediciones ICAIC. El texto conserva la sintaxis original del diálogo espontáneo. No lo someto a arreglos artificiosos.
Nos ha llegado la triste noticia de la muerte de David Viñas. Desde aquí vaya nuestro último saludo a este luchador incansable e incorruptible de la causa latinoamericana y uno de nuestros  más grandes narradores.



EL VIAJE DE AMÉRICA LATINA HACIA SÍ MISMA
Entrevista a David Viñas, escritor e historiador argentino

DAVID VIÑAS (Buenos Aires, 1927-2011). Escritor e historiador argentino. Miembro fundador de la revista Contorno. Autor de novelas (Hombres de a caballo, 1967), ensayos (Literatura argentina y política. De los jacobinos porteños a la bohemia anarquista, 1995) y obras de teatro. Vivió exiliado en varios países de América y Europa hasta su regreso en 1983 a Buenos Aires. Dirigió el Instituto de Literatura Argentina.




ERNESTO SIERRA: Confieso que para mí es un honor y una sorpresa, David, poder conocerte personalmente. Te he leído durante muchos años, igual que varias generaciones de cubanos. De manera que, te repito, es un gran privilegio para mí y una sorpresa inolvidable esta oportunidad de poder estar conversando contigo.
Casi siempre cuando se genera este tipo de conversaciones hay algunas preguntas que suelen ser trilladas, pero que son necesarias. Y quisiera, poniendo un poco de orden en un inicio, preguntarte cómo nació tu vocación de escritor. Porque tengo entendido que tu formación inicial tuvo que ver, en cierta medida, con colegios de curas y colegios de militares. ¿Cómo llega David Viñas a la vocación literaria?
DAVID VIÑAS: Bueno… con curas y con militares, ¿sí? Fijate que en perspectiva del tiempo te podría decir, paradójicamente, que con los militares, entre los trece y los dieciocho años, yo me sentí más cómodo. Hablábamos hace un rato como se dice, off the record, del aprendizaje con curas de Fidel, con los jesuitas. Yo no voy a ser tan benévolo, porque no me eduqué con los jesuitas, si no con los salesianos y tengo que ser muy duro. El aprendizaje con los curas Salesianos de Don Bosco transcurrió durante nada menos que los años de la Guerra Civil española, del 36 al 39. Y, desdichadamente, si tuviera que hacer un balance de mi aprendizaje infantil con los curas salesianos, tendría que decir por lo menos dos cosas: que la mayoría de ellos estaban enfermos y no lo sabían; tenían una serie de características muy condicionadas por el contexto histórico que se estaba viviendo. La Argentina, para no abundar, durante los años de la guerra civil española, hizo todo un corrimiento hacia la derecha. Habría que decir de manera contradictoria, muy contradictoria, que yo por parte de mi madre venía de una familia rusa (y por entonces eran comunistas las hermanas mayores de mi madre). Yo tenía una prima por el lado de mi padre que nos llamaba los «primos congos», porque no estábamos bautizados, es decir, éramos como la barbarie. El eje del aprendizaje era convertir, a la mayoría de los alumnos de una escuela primaria de curas salesianos, en delatores. Fijate vos: era una educación muy perversa. Sí, esto hay que decirlo, refiriéndonos, como te decía, al contexto de ese momento: el colegio de curas salesianos estaba en la Provincia de Buenos Aires, no en la ciudad de Buenos Aires, sino en la provincia. Y había un gobernador que se llamaba Manuel Fresco que hacía escribir en todos los pizarrones que estaban en el colegio de curas: «Dios, patria, hogar». Y este gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Don Manuel Fresco, entraba al colegio de curas, cuando hacía visitas al colegio, haciendo el saludo fascista: inolvidable.
Te cuento esto para contextuar el tipo de educación lamentable, por no decir siniestra, que estos padres salesianos distribuían entre aquellos chicos que tenían entre siete y trece años a lo sumo. Es decir, que ese aprendizaje con los curas condicionó, como te decía, un tipo de literatura muy conflictuada, y resuelta como tentativa, una literatura de conjuro y, te diría, de desquite. Era más bien lamentable el aprendizaje que se hacía en ese momento.
E.S: Con esa vocación inicial clara y con esa brújula orientada hacia ese realismo, esa literatura de desquite, ¿ya eras consciente o no, o pasó con el tiempo, el encontrar en la tradición literaria argentina y latinoamericana algún referente, o sea, como se pregunta en otros términos más comunes: algunos padres literarios, alguna literatura anterior que te sirviera de asidero?
D. V: Había dos personas, dos escritores argentinos a los que tomábamos como referencia. No era Borges: Borges entonces era prácticamente un desconocido. Pero en ese momento, años cincuenta y tantos —ha pasado el tiempo—, eran dos figuras: Martínez Estrada en el terreno del ensayo, don Ezequiel Martínez Estrada —que, por intermedio de un cubano-argentino más que considerable que se llamaba Ernesto Guevara, vino a trabajar a La Habana. Es decir, la última etapa de don Ezequiel Martínez Estrada es un trabajo, un largo trabajo sobre Martí…
E.S.: Publicó muchísimo…
D.V.: Sí, tema sobre el cual podemos volver… Martínez Estrada como influencia, sobre todo en el campo del ensayo, y un escritor que ya había muerto, muy joven, que era Roberto Arlt, un outsider, un marginal —también Martínez Estrada era un marginal—, es decir, eran escritores que siempre estaban fuera de lugar dentro del panorama argentino. Martínez Estrada en el ensayo, en la novela Roberto Arlt. Sobre todo dos novelas fundamentales de Roberto Arlt: El juguete rabioso y Los siete locos. Esas eran las figuras referenciales que de manera muy polémica planteábamos en ese momento. Recuerdo entonces que cuando dedicamos un número especial sobre Roberto Arlt, un escritor de La Nación, es decir, un típico escritor del sistema, de la cosa canónica, nos dijo: «pero ¿cómo van a dedicar un número a Roberto Arlt que era un escritor de quiosco?» (es decir, un escritor popular). Este hombre de La Nación, desdichadamente para él, no tenía en cuenta que probablemente el libro más divulgado de la literatura argentina sea el Martín Fierro. El Martín Fierro cuando se publicó allá por 1870, estaba excluido de la literatura. No es que se leía: se lo escuchaba…
E.S.: Se recitaba.
D.V.: Se lo escuchaba, lo escuchaban los gauchos, que en su mayoría eran analfabetos; y en las pulperías de entonces se pedían ejemplares, y el pulpero les leía, como si fuera la radio o la televisión ahora, al grupo de gauchos que atendían y que repetían esta historia de un gaucho perseguido: Martín Fierro. Y te repito: el Martín Fierro siempre fue considerado, hasta mucho tiempo después, al margen de la literatura. Es decir, Roberto Arlt era un escritor de quiosco, el Martín Fierro en su época también era un texto, si no de quiosco, de pulpería, pero estaba al margen del canon oficial.
E.S.: Me haces pensar en otro personaje del siglo XIX, un poco por contraste. Ese linaje literario del que provienes o el que más te interesa, de carácter popular, digamos, menos elitista, representado por José Hernández con Martín Fierro ¿Podría complementarse con la obra y la personalidad de Sarmiento, del cual has escrito páginas a tomar muy en cuenta?
D.V.: Sí, pero con mucha…, es decir, se reproduce un poco como el caso de Borges. Quiero decir: Sarmiento entonces, Borges ahora; reconocimientos de condiciones literarias y de todo lo que eso implica, pero rescatando permanentemente o conservando una actitud crítica tanto respecto de Sarmiento como respecto de Borges. Sobre todo teniendo en cuenta que el canon, el canon de una literatura, en este caso la argentina, no es algo que desciende del Espíritu Santo, sino que el canon es una producción como cualquier cosa, que realmente es una producción que se hace desde el poder. El canon: quién entra, quién queda al margen. Y todo el espacio muy condicionado por el mercado de los prestigios, eso hay que tenerlo muy en cuenta. La producción literaria de Sarmiento, la más significativa, no ya el Facundo, sino, por ejemplo, Campaña del Ejército Grande, que es de primera —hay una edición estupenda hecha en México— y Recuerdos de provincia, son los libros, junto al Facundo, más significativos en el período en que en la Argentina está en poder de Juan Manuel de Rosas.
D.V.: Él está exiliado, viaja permanentemente, hace viajes a Europa, África, toda una historia —por cierto, a Estados Unidos, que lo fascina. Es decir, él entra en crisis, critica acerbamente la cultura europea, incluso la francesa, y empieza a admirar de una manera, en mi criterio con matices desde ya, porque va dos veces a Estados Unidos: una durante el período de Rosas, y luego es designado prácticamente embajador, que entonces no se llamaba embajador —por la tradición republicana— sino «ministro», el ministro argentino en Washington.
E.S.: Si te mencionaba a Sarmiento, a propósito de que citabas a José Hernández, era precisamente porque tenía en mente algo que puede estar ya subyaciendo en tu obra. Sarmiento es quien lanza a la palestra pública en el XIX el lema de «civilización y barbarie».
D.V.: El Facundo, desde ya clave.
E.S.: Después va a ser un tema recurrente en la literatura y en el pensamiento latinoamericano. Pero, ¿hasta dónde crees que ese lema lanzado por Sarmiento y todo lo que significa dentro del contexto histórico y cultural argentino esté presente en la hechura de tu literatura?
D.V.: Es clave. Hay una palabra también que vamos a introducir que es bastante intimidatoria, que es «dicotomía civilización y barbarie». Lo que pasa es que esa dupla, esa pareja, a lo largo del tiempo ha ido teniendo adjetivos sucesivos de acuerdo a cada circunstancia. Incluso, fijate vos, civilización y barbarie: es muy significativo. El 1924 —con perdón— es el centenario de la Batalla de Ayacucho, el escritor más representativo de la Argentina en ese momento es Leopoldo Lugones. Y en 1924 en Lima, junto a Santos Chocano y a Leguía, el dictador del Perú, Leopoldo Lugones pronuncia un discurso famoso que se llama «El elogio del sable». Vos podrías dentro del panorama argentino, desde 1924, ir siguiendo las reapariciones de los golpes militares, cómo retoman y resignifican aquel planteo de Lugones en 1924. Pero el mismo año, el viejo amigo, compañero contradictorio de Lugones que es José Ingenieros —una figura quizás olvidada, pero hay que recuperarla—, en 1924, paralela y contradictoriamente al discurso de Lugones de elogio del sable y de los militares argentinos, escribe un saludo con motivo de la muerte de Lenin. Es decir, que en ese momento, 1924, civilización y barbarie adquieren dos significaciones distintas. Incluso podría agregar: civilización y barbarie adquieren dos signos polémicos a partir de los discursos de Lugones y de Ingenieros. La opción ya no es civilización y barbarie, sino Roma o Moscú, el conflicto en ese momento, es decir, de cómo aquella formulación se va impregnando, coloreando con otros adjetivos a lo largo del tiempo.
E.S.: Hay un momento en que hablas de un tema que es común en la literatura latinoamericana, que es el viaje. Hay numerosos ejemplos en la historia de la literatura latinoamericana de escritores que siempre han ansiado el viaje, o que han soñado un París o un Nueva York idílicos. Tú, a propósito de Cortázar y del Che, sintetizas en un comentario que he leído en alguna parte, que Cortázar representaba el viaje del escritor, del intelectual, en busca de un nuevo horizonte, en este caso espiritual, quizás estético, y en esa misma tesitura mencionas al Che, quien, con la misma intensidad, en el mismo nivel, emprende también un viaje, en este caso no a París, sino por Latinoamérica. Pero en una búsqueda de la acción, pudiéramos decir de la acción y de la acción también ya transcurriendo hacia el hecho violento. ¿Cómo lo ves ahora?
D.V.: El viaje de Cortázar a París y su instalación en París se corresponde, se inscribe, ese viaje, en la vieja tradición liberal del viaje argentino y latinoamericano. Porque también podés encontrar un común denominador a nivel latinoamericano del viaje a París, sobre todo a lo largo del siglo XIX. Es el viaje civilizado. Eso aparece en Rayuela: en Rayuela aparece el viaje de la Tierra al Cielo, es decir, que en gran medida el viaje a París de Julio Cortázar es el despegue desde la tierra y los conflictos de la inmediatez, de la cosa inmediata argentina, con rumbo a la cosa francesa en París. Lo que pasa es que él es lo suficientemente sagaz como para dialectizar —con perdón de la palabra—: el viaje se hace no solamente de ida sino también de vuelta. Se hace una especie de ping-pong, de la tierra al cielo y del cielo a la tierra. Él lo dice con mucha claridad, Cortázar lo dice tajantemente: «Yo descubrí América Latina en mi experiencia de París.» Podría agregar: la primera vez que lo veo lo decía, a Cortázar no lo había conocido en la Argentina, me lo encuentro en Cuba, lo conozco en Cuba.
Respecto del viaje de Ernesto Guevara: hace un viaje latinoamericano, empieza a hacer un viaje latinoamericano. Esto dicho con toda la cautela del caso: mi primer viaje al exterior es en el 1956, no a París sino a Bolivia. En 1956 qué implica esto: no es como para ponerse una medalla, sino que ese viaje bárbaro en contra del viaje civilizado a París implicaba una búsqueda distinta, un elemento polémico respecto al aprendizaje que se podía hacer en Europa. Y se estaba buscando la alternativa, en el caso concreto de Ernesto Guevara, por el viaje latinoamericano. Pero de pronto advertí que esa decisión del viaje heterodoxo, si vos querés, distinto respecto del viaje previsible a Europa, es también un componente, una serie, una colección de viajes que se hacen, para no abundar, desde la Argentina hasta América Latina, que es un viaje de iniciación también, de aprendizaje, de Ernesto Guevara sobre el mapa latinoamericano, hasta llegar, entre otras cosas, a México y posteriormente a Cuba. Es una forma inédita de «viaje bárbaro». Es un viaje bárbaro, está recuperando la barbarie, es decir, todo lo contrario de la cultura euro céntrica convencional y tradicional. Es decir, son dos viajes: el viaje personificado tradicionalmente, con todos los elementos contradictorios como decíamos. En el caso de Julio, hay como un viaje bumerán: ir a Europa y regresar; en el caso de Ernesto Guevara es un viaje iniciático heterodoxo de descubrimiento de algo que, te repito, en la Argentina es muy poco conocido. Qué quiero decir: en Argentina, cuando hablas, por ejemplo, de Bolívar o de la capital del Ecuador, muy poco se sabe de Bolívar, de la figura de Bolívar, o cuál es realmente la capital del Ecuador, por toda una serie de influencias que históricamente se han ido dando y acumulando, actualizadas por la realidad que vemos cotidianamente en los diarios, sobre todo los diarios conservadores, neoliberales. El conocimiento precario de América Latina. Hoy actualmente estamos en eso, creo que es un fuerte común denominador que hace a la identidad latinoamericana: el conocimiento de América Latina.
E.S.: Yo veo ahora que tuviste que emprender un viaje que, en cierta medida, sintetiza —cambiando lo que haya que cambiar— los destinos de esos dos argentinos, de esos dos coterráneos tuyos. Porque te viste obligado a salir al exilio involucrado entonces, por supuesto, en un hecho de acción, en un hecho que también tenía que ver con la justicia y con la injusticia, un hecho que termina con la violencia, que era ese viaje que emprende el Che. Y también, de cierta manera, no dejaste de escribir y entonces, aunque fuera de esa manera obligatoria, violenta, yo veo que tuviste que hacer un viaje también, donde tuviste que hacer búsqueda de ese horizonte espiritual, de reorganizarte, quizás, estéticamente como escritor.
D.V.: Como decía Lenin, esos viajes, esto que vos llamás exilio… confieso que frente a la palabra exilio focalizo a la Argentina, de manera muy prudente, porque la palabra exilio tiene una entonación romántica que generalmente sirve como para una autoexaltación: «Yo fui exiliado». No. En la Argentina… focalizo: en la Argentina del 76 al 83 cuando predominó siniestra, de manera obscena, terrible, despiadada, la dictadura militar del 76 al 83, gente, como mi caso, que pudo irse de la Argentina, afuera, y gente que no pudo, entre otras razones, económicas, se tuvo que quedar. Es decir, había un exilio exterior, ya fuera en Europa, ya fuera en México, por ejemplo, y en otros lugares de América Latina —en España, en mi caso—, y gente en un exilio interior durante los años de la dictadura militar.
E.S.: De todas maneras, David, decidiste regresar y regresas en el 83 a la Argentina.
D.V.: Me llaman desde la Argentina por una serie de razones, incluso aparentemente anecdóticas, y regreso. Salgo de México donde estaba trabajando en la UNAM.
E.S.: ¿Cómo fue ese regreso? ¿Qué encontraste? ¿Te fue fácil?
D.V.: ¡No entendía nada! En esos años no solamente había cambiado Buenos Aires. Lo que más se visualizaba del cambio de Buenos Aires eran los proyectos faraónicos, las grandes autopistas que habían hecho los militares. Eso en primer lugar. En diciembre del 83, cuando regreso, te diría que tuve que hacer «examen de ingreso»: entre otras cosas, no entendía algunas palabras.
E.S: En esa biografía, en el año 91 se produce cierto escándalo en la prensa, en el ámbito latinoamericano, a propósito de que te fue otorgada la Beca Guggenheim, y como mismo la obtuviste la rechazaste. Yo quisiera aclarar, tú lo sabes bien, pero quisiera aclarar —para los más jóvenes que a lo mejor no lo conocen— que rechazaste en ese momento 25 000 dólares: una cifra nada desdeñable, sobre todo para los escritores que casi nunca pueden vivir de lo que ganan…
D.V.: ¿Te lo dije antes? Yo no soy sobrino de Kennedy, vivo de mi jubilación. Te digo: no me quiero poner otra medalla.
E.S.: ¿A qué se debió ese rechazo?
D.V.: Estaba tironeado… vivía al día. Consulté…, porque esto es un aparato: para conseguir la beca Guggenheim te tiene que proponer una persona que ya la haya obtenido; trato de ser muy breve: la persona que propuso mi nombre fue Ricardo Piglia. Cuando supe que estaba en esas condiciones, consulté con algunos amigos, incluso con Jaime Petras, si me presentaba o no. Lógicamente, como vos decís muy bien, de pronto eran 25 000 dólares, que en la Argentina es un delirio: mucho dinero. Pues bien, aparte de esta fascinación por el gran dinero hubo gentes, amigos, compañeros, compañeros políticos que me dijeron: «Grave error». Entonces yo resolví rechazar la beca.
E.S.: Pero en algún momento dijiste que era un homenaje a tus hijos.
D.V.: Efectivamente, ese argumento condicionó. Dos hijos de veinte años —hay que decirlo acá con toda precisión— asesinados, desaparecidos: Lorenzo Ismael y María Adelaida, desaparecidos —no han aparecido hasta ahora— por la dictadura militar. Eso fue lo que me dijeron, entre otros Jaime Petras: «Vos, David, no podés aceptar la beca Guggenheim por el hecho concreto que tus dos hijos —dos de mis tres hijos, los menores— han desaparecido».
Pero quería decir: este acontecimiento, que podría ser otra medalla y toda la historia: medallas nada, siempre series, es decir, hay otras personas que han renunciado a esto en situaciones análogas. Haroldo Conti, compañero escritor y todo eso, renunció también a la beca Guggenheim, y hay otros compañeros. Sobre todo que allí aparece un elemento, digamos, una táctica del sistema, que es la cooptación: te pueden cooptar, sí. Y no se trata de decir: «Yo qué bonito qué soy, fijate en lo que he hecho»… No, se trata en última instancia de politizar, en el mejor sentido de la palabra —al decir «politizar» obviamente no estoy hablando de pedir el voto a nadie—, sino politizar, en mi criterio, es contextuar, poner en contexto, saber con mayor precisión qué es lo que está pasando y cómo funciona. Pero, le repito, no es un caso aislado: hay una colección de gente, por lo menos argentina, y también latinoamericana, que sería otro común denominador que hace a la identidad crítica latinoamericana, que es el rechazo de las ofertas, generalmente de sutil cooptación, que el centro del imperio hace sobre los países latinoamericanos.
E.S.: En la década del 50 fundaste y codirigiste la revista Contorno. De manera breve, desde la distancia de los años, ¿cómo ves esta experiencia de la revista en tu obra?
D.V.: Te podría decir que el emblema, la insignia de esa revista era: «No practicamos la comunión de los santos». Más bien todo lo contrario, es decir: plantear permanentemente la polémica.
E.S.: En la década del 60 ya eres un escritor reconocido, un escritor que ya tiene una madurez literaria, que ha escrito novelas, ensayos, que ha hecho guiones de cine, que hace periodismo, y que en el 67 gana el premio Casa de las Américas de novela, con un jurado nada más y nada menos…
D.V.: ¡De madre, un jurado de madre!
E.S.: …que compuesto por Julio Cortázar, José Lezama Lima, Leopoldo Marechal, Mario Monteforte Toledo…
D.V.: Y un español considerable… ¿cómo se llama?… Juan Marsé.
E.S.: ¿Para ti que significó el Premio Casa en ese momento?
D.V.: Bien, desde ya era un privilegio. Fijate qué año: 67. Cortázar, Lezama Lima, Marechal, Monteforte Toledo. Hay dos argentinos: es un exceso. Lezama Lima, un cubano memorable. Monteforte Toledo, de origen guatemalteco. Juan Marsé, un escritor español muy crítico, muy lúcido. Desde ya, podríamos decir… recuperando ¿no?, porque la gente pregunta: indicadores de la identidad latinoamericana. Yo diría: por favor, lean la conformación de estos jurados. También es un elemento común denominador que hace a la identidad latinoamericana, en este caso, que comprende también incorporando a un escritor español, y lo tenemos que tener en cuenta. Yo te decía —creo que off the record apareció— que todos los días, además de leer un diario crítico hacia la izquierda en Buenos Aires y un diario muy conservador, cada vez más reaccionario, como es La Nación, leo El País de Madrid. Es decir, que en España también tenés aliados políticos muy críticos, escritores muy críticos en el sentido de exigencia hacia fuera y autoexigencia. Eso que creo que también es un común denominador que hace a la identidad latinoamericana.
E.S.: En la década de los 60, bueno los 60 fueron unos años muy convulsos, aún hoy —mucho después— son vistos como polémicos, pero también como muy fructíferos. En el campo literario latinoamericano es la época del llamado boom de la narrativa latinoamericana, llamado por otros la nueva narrativa latinoamericana. ¿Qué saldo crees que en materia literaria dejó este fenómeno del boom para el presente de la literatura latinoamericana?
D.V.: Elementos de todo tipo, quiero decir: positivos, permanentes —algunos se han disuelto—; desde ya podríamos tomar a la figura más visible del llamado «bum» latinoamericano, que es García Márquez. En la literatura colombiana actual, para no abundar, se definen y redefinen por elementos de aceptación de lo de García Márquez y de polémica con García Márquez. Ahora, además de lo del bum, que yo lo escribo no boom, sino «bum», como decimos, con u —todas estas palabras, en última instancia, de origen inglés norteamericano, incorporadas al lenguaje cotidiano. Pero creo que corresponde rescatar un elemento de comprensión —que en ese entonces lo planteó con mucha claridad Ángel Rama, este crítico uruguayo del que hablamos—, que era: no se puede entender en perspectiva histórica y coyuntural en los años 60 la difusión que tuvo el llamado bum latinoamericano de literatura, si no se lo pone en el contexto de ese momento que era la Revolución Cubana.
E.S.: Mirando en su conjunto, en su totalidad, la historia de la literatura y la cultura cubanas, ¿cuál es el escritor, el intelectual que más te impresiona?
D.V.: Yo focalizaría quizás postulando una versión lateral de la figura de Martí. Martí está muy vinculado a la Argentina. Martí fue corresponsal, entre otras cosas, del diario La Nación durante la primera reunión panamericana en Washington en el año 89. Él tiene una serie de comentarios sobre las figuras argentinas, los personajes —de la oligarquía, entendámonos— que representan en 1889 a la Argentina, que son Roque Sáenz Peña y Manuel Quintana: dos hombres del corazón de la oligarquía, pero en su momento de apogeo. Hay que decir, en segundo lugar, que él era corresponsal de La Nación en 1890, fines del siglo XIX, pero de La Nación de entonces, que se correspondía con la mejor tradición liberal, la tradición liberal clásica, impregnada incluso de elementos que en algunos casos han sido tergiversados: el impacto de la masonería entonces y qué implicaba la masonería entonces —es decir, la masonería también tenemos que evitar ni angelizarla ni demonizarla—, qué significaba entonces la masonería como inflexión del pensamiento liberal clásico. La Nación de entonces era, digamos, progresista, hoy La Nación se ha convertido en un diario evidentemente reaccionario.
E.S.: No es La Nación en la que escribía Martí.
D.V.: Nada que ver.
E.S.: Tú ¿como te definirías?
D.V.: ¿Cómo me definiría? Yo dejaría la definición a la gente que ha escuchado esta reunión. Es decir, se trata de un argentino con una perspectiva latinoamericana desde ya, pero que en ningún momento postula la comunión de los santos, es decir: que todos estemos de acuerdo y nos hagamos la señal de la cruz. De ninguna manera.




©Ernesto Sierra
12-03-2011



Recado infantil para Rufo Caballero

Rufo:
Anoche mi hijo Alejandro logró que se me hiciera un nudo en la garganta. Nos sentamos un rato a comer un dulce, un panquecito de los de ahora, que son como los de antes, solo que envueltos en sofisticado papel de colores, lo cual los hace más caros, aunque no más sabrosos. De repente el Ale levantó la cabeza y con la boca llena me dijo: -Papá, el día más, más feliz de mi vida, fue el de Rufo Caballero.
Mi desconcierto fue total. No entendí nada y, por unos segundos creí asistir a uno de los tantos capítulos medio surrealistas que nos regalan los niños en su esfuerzo por comunicarse con los nosotros, los adultos. Respiré hondo y le pregunté por qué me decía eso. La respuesta fue inmediata, sin dudar, un rafagazo: -¡Papá! Ese día me regalaste un dulce igual que este, se me acabó, la señora que estaba al lado mío me regaló unas galleticas, Rufo me tocó la cabeza, me dieron refresco y luego tú me llevaste a ver los animales, las casas de los ratones y los barcos ¿No te acuerdas, papá?
El párrafo me cayó encima como una tonelada de cemento. Todo era cierto. La señora a su lado era Mayra. El niño de cinco años que me decía esto, tenía cuatro en el verano pasado, el sábado en que lo llevé a la presentación de Agua Bendita, sin saber que no volvería a verte.
La respiración se me agitó, no pude seguir con mi dulce. Intentando ser natural le pregunté a mi hijo si estaba seguro. -Son muchos días, Ale. Le dije. -¡No papá, ese fue el más feliz!
No hay nada que entender, solo aceptar.
Rufo, donde sea que estés, debes saber que hay un niño pequeño, mi hijo, para quien el día más feliz de su vida, fue el de Rufo Caballero. Un abrazo, Ernesto.

©Ernesto Sierra
08-03-2011



Escritor inoportuno en un país difícil

“Mi deseo es practicar un periodismo fecundo. Libre de padres corruptos, de tíos y sobrinos hábiles en pillerías. Que no tenga necesidad de acceder al intercambio de unas pocas galletas duras por unas pocas palabras, yertas y peregrinas…”
Luis María Martínez se me acerca discreto, casi como quien no quiere molestar y me dice que ha sido él quien ha llamado en la mañana. En la mano derecha trae una pequeña tarjeta, blanca con letras verdes y negras. Con una leve sonrisa y un gesto casi decimonónico me la entrega y espera mi lectura. Es la letra clara y dinámica de Joel Filártiga, un mito viviente del que hablaré en otra ocasión: Estimado Ernesto, va a Cuba un amigo del alma y gran poeta, Luis Mª. Martínez. Atiéndelo y un gran abrazo, Joel.
Salgo entonces de mi sorpresa y entre palabras apenas inteligibles por las risas y los cumplidos, intercambiamos abrazos y recibo los libros traídos del lejano Paraguay.
Estamos en la casa del ALBA, en el corazón del Vedado. En unos minutos debe comenzar la presentación de dos antologías de literatura paraguaya, publicadas en Cuba, dedicada una, a la poesía, otra, al cuento. Pero esperaba a Luis María desde que Filártiga me pusiera al tanto de su viaje a La Habana para participar de la XX Feria Internacional del libro. Hacemos un aparte, conversamos, nos ponemos al día de los respectivos quehaceres. Será una plática que mantendremos durante cuarenta y ocho horas, interrumpida solo por la poesía, el sueño, y la inevitable despedida en el salón del hotel Riviera.
Luis María es comedido, habla bajo, siempre con una sonrisa que denota simpatía y tranquilidad. Ha traído las maletas llenas de libros. Es un buen conversador y un escritor prolífico y multifacético. Poeta, ensayista, animador y director de revistas culturales, autor de más de veinte libros. En dos ocasiones ha sido presidente de la Sociedad de Escritores del Paraguay. Se expresa con la sintaxis rotunda de quien conoce el peso de la oralidad.
Saca un libro, otro, colecciones de revistas, ejemplares valiosos, casi reliquias, ediciones agotadas, textos de amigos que no pudieron viajar pero enviaron su afecto en las páginas impresas. Comenta cada ejemplar en detalle, con el entusiasmo del verdadero hombre de letras. Ha cargado en el equipaje gran parte de la historia de su país. Le prometo que los volúmenes serán entregados en los destinos que trae en mente. Antes de la despedida me obsequia País difícil, un poemario suyo, ilustrado por nuestro amigo Filártiga, y Cuadernos de notas II, un texto curioso, una suerte de bitácora en la cual mezcla modalidades discursivas que la hacen transitar de la prosa periodística, al tono intimista del diario o a la prosa ensayística de análisis social.
El escritor me ha dejado sus libros. En ellos, parte de su ser, de su desgarramiento por un país que merece un destino mejor y al que ha dedicado su vocación, su vida entera. La literatura es un camino difícil, el compromiso del poeta con su pueblo es un destino difícil, el Paraguay de Luis María Rodríguez es un país difícil.
País difícil
“porque te quiero te aporreo”
Dicho popular
Porque te quiero y te quiero,
país de hermosos campos,
de ríos y ríos de cristales,
de pájaros y serranías,
de antiguos bosques devastados,
te aporreo.
Yo tengo tu materia en cada hueso,
en cada gota de mi sangre ardiente,
en cada verbo que me nace del canto.
soy guaraní quizá por las fogatas
que aún llevo en las alforjas de mi vida,
quizá por lo que pienso,
quizás por esa heliolatría
de exponerme a su fiera bocanada
sin camisa y con testa descuidada,
sintiéndome muy hijo de este valle,
latiéndome sus aguas en mis entrañas.
(…)

Dentro de poco, en menos del lapso de doce meses estaré en los 70. Sí, algo increíble. El tiempo que avanza a instaurar la vejez, la vejez que vence a la juventud, que canoniza la experiencia. Y me pregunto: ¿qué he obtenido de la actividad literaria? Algo, poco, y nada. Un lugar intrascendente, una mezquina resonancia, un lugar o un sitio que no representa casi nada. En nuestro país, el escritor es un don nadie, una cifra social representada por el cero. Es que en el medio ambiente, el pensamiento es instrumento escasamente considerado, un arado, hecho de nube para una tierra inhóspita. Se piensa poco y se medita ardientemente mal. Sin embargo, el pensamiento es arma de lucha, un ariete de la inteligencia. Quizás mañana cambiadas las condiciones existentes en el país, el pensamiento podría actuar como la trabajadora abeja, y que reparta mieles de hombre a hombre de sol a sol.



©Ernesto Sierra
08-03-2011


Otras pisadas sobre el rostro de La Habana

Recibí el correo apenas con el tiempo justo para decir que sí. Me escribía el poeta y profesor universitario paraguayo, Miguel Angel Fernández. En dos días llegaba a La Habana para participar en la Feria Internacional del Libro y me invitaba a presentarlo en el momento de dictar su conferencia, “Metamorfosis de la modernidad en la literatura paraguaya”.

En la Sala Carpentier
En la Sala Carpentier
Nos encontramos en San Carlos de la Cabaña casi a mediodía. El, con cara de haber acabado de bajarse del avión y, yo, casi seguro con el aire feliz y agotado del editor-expositor que lleva días fatigando callejuelas y escalinatas empedradas en la antigua fortaleza colonial devenida catedral caribeña del libro y la lectura. Su conferencia casi empezaba pero se imponía apenas una breve charla de saludo, en lo que dura un café o una bebida refrescante.
Era el mismo que había conocido en 2003 en la sala Che Guevara de la Casa de las Américas, aquella tarde memorable en que se reunieron Augusto Roa Bastos y Fidel, bajo la sombra metafórica del Arbol de la vida. Miguel Angel fue el presentador de los libros de su amigo Roa Bastos aunque, solo ahora me contaría los detalles del inesperado viaje. Roa lo llamó para invitarlo a presentar sus libros en La Habana pero, tenía que ser “en un rato”, pues se iban con Fidel en el avión de Cubana. En unas pocas horas tuvo que actualizar el pasaporte y viajó con una escuálida bolsa personal. Nunca le había ocurrido algo igual.
Apuramos el café. Leyó su texto en la Sala Alejo Carpentier. Un panorama iluminador de una de las zonas más interesantes y prolíficas de la literatura de su país que al final le solicité para publicar en alguna de nuestras revistas culturales. Pablo Armando Fernández le hizo el honor de la visita, pues los une una amistad de años. Al final de la tarde se sentaron a conversar como lo que son: dos poetas amigos. El paraguayo nos había obsequiado su más reciente poemario, Litterae II, mientras Pablo Armando discurría en una conversación medio esotérica, medio histórica, sobre la importancia de los pies y su limpieza en la historia espiritual de las civilizaciones, cuando de pronto, practicando no sé qué raro arte de la simultaneidad, señala un poema del libro de Miguel Angel y lo leyó entero.

Pablo y Miguel caminan por La Cabaña
Pablo y Miguel caminan por La Cabaña
Fue un instante mágico. Dejé a ambos poetas y me fui con mi amigo Jesús Lara Sotelo, que había presenciado todo el encuentro, a tomar las últimas fotografías de la tarde desde ese pedazo de arrecife donde se asienta el castillo de los Tres Reyes del Morro, cuña de piedra y coral que se adentra en el Atlántico, para permitirnos el goce irrepetible de ver la cara de La Habana.
Sentado en el peñón, me acompañaban los versos de Miguel Angel en la voz de Pablo Armando:
Quizá tus pies recuerden todavía Las arenas de Leblón, otro verano,
junto al mar presentido y otro cielo,
igual y distinto al de estos días,
sin ti, sin mí, desmemoriados, ciegos,
hacia otro mar lanzados, hacia el vacío.
“To be or not to be, that is the question”,
the question is to be, the question,
or not to be, the question…
Inútil todo el verbo estéril,
la lengua prostituta,
la ínfima canción,
que no apuntala,
un cielo igual,
distinto,
indiferente,
inútil.
Un vago signo dibujaste en las arenas De Leblón, otro verano,
un signo, que el viento, el agua,
acaso tus propios pies, borraron.

©Ernesto Sierra
06-3-2011

Pájaro en mano: Orígenes, la multimedia

Hace muy pocos días Norge Espinosa se presentó en el vetusto local de Ediciones Cubarte en busca de su ejemplar de la multimedia Orígenes. Se lo había prometido a fines de año, cuando ya estaba entregado el título a fábrica y esperábamos todos verlo impreso. Esa tarde, en plena euforia de traslado hacia el recinto de la XX Feria Internacional del Libro, le entregué Orígenes en su mano. Al regreso de mis avatares de editor-expositor en La Cabaña leí, en La Jiribilla, el extenso comentario de Norge, inspirado en la multimedia. Debo decir que lo leí con sorpresa y regocijo. No son comunes los comentarios de publicaciones digitales entre nuestros críticos, de ahí mi sopresa. La satisfacción proviene de ver mezclados, junto a los conocimientos, opiniones y remembrazas de Norge, su criterio acerca de la publicación de CUBARTE.  Desde aquí le agradezco en nombre del equipo de colegas que la hizo posible.
Pájaro en mano: Orígenes, la multimedia
Norge Espinosa

Pantalla inicial de la multimedia
Pantalla inicial de la multimedia
 1
La tarde en que me atreví a dialogar con José Rodríguez Feo, tuve la suerte de encontrarlo de un magnífico humor. Allí, en la biblioteca de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) que hoy lleva su nombre, estaba encantado con uno de los tomos de la edición facsimilar que estaba dando a conocer Ediciones El Equilibrista a partir de la colección completa de Orígenes, la revista que él inventó. Porque no solo la pagó, como alguna vez quiso decirse de manera insidiosa, sino también la imaginó en diálogo intenso con Lezama, aportando a esas páginas que reconocía en esa publicación mexicana las colaboraciones de figuras excepcionales, a quienes arrancó con su encanto y arrojo juvenil verdaderas maravillas. Eliot, Stephen Spender, Santayana, Jorge Guillén, Luis Cernuda… son apenas algunos nombres de esa constelación de grandes intelectuales que supieron de Orígenes a través del conocimiento de ese habanero incansable, empeñado en construir una Habana sobre la Otra, transformando el dinero que proveía de los centrales de su acaudalada familia en aquellas publicaciones que saludaban a cada nueva estación desde las prensas de Úcar García.
Fue la primera vez, también, que pude ver lo que ahora llamo “el mundo de Orígenes” en papel, mezclando poemas y prosas con los dibujos de Portocarrero, Diago, Mariano, Amelia y Lam. No sé si pueda, aquí, describir esas dos emociones que de inmediato se me revelaron a través de un fuerte contraste, cuando Rodríguez Feo, tras mostrarme aquellos facsímiles diciendo: “Mira qué maravilla”, pasó sin transiciones a deslumbrarme con su colección de Ciclón, la revista que también imaginó, confabulado con Virgilio Piñera, para imponer a esa Habana consagrada desde las letras la versión de una capital dominada por los fantasmas de un deseo no solo literario. “Fui el inventor”, afirmó en algún momento de esa tarde, “de las dos revistas más grandes del idioma”. Añadiendo tras una pausa irónica, “claro, además de Sur”.
Me encontré poco con José Rodríguez Feo. Murió en 1994, y ahora apenas conservo una plaquette que adelantaba algunos testimonios del libro Tiempo de ciclón en la que dibujó para mí alguna dedicatoria. No sé adónde fueron a parar aquellos tomos de El Equilibrista que rescataba la maravilla de Orígenes. Mucho menos sé adónde habrán ido los tomos encuadernados de Ciclón, por los cuales un norteamericano había ofrecido cinco mil dólares, en aquella Habana de duro período especial, rechazados por Pepe (como le decían sus íntimos, no yo) con el sano orgullo de quien sabe lo que valen ciertas cosas. En la biblioteca de la UNEAC, amén de su nombre, queda poco del quehacer y la vitalidad que desplegó incansablemente ese hombre al que ahora, cuando tengo en mis manos la edición en multimedia de la revista Orígenes, y su colección de libros, no puedo dejar de recordar intensamente.
2
La presentación de la colección completa de Orígenes en formato digital es un acontecimiento indiscutible en nuestra vida cultural. Cuidadosamente escaneados y reconstruidos, están aquí todos los números de la importante publicación, incluyéndose los famosos y controvertidos números dobles que Rodríguez Feo imprimió por su cuenta tras la ruptura que, en 1954, lo separó de Lezama y del Comité de colaboradores: el 35 y 36 que tuvieron sus “gemelos” en los que bajo esa misma numeración editó Lezama por su lado.
Quien revise esta multimedia tendrá un acceso privilegiado a los contenidos de cada número, y podrá repasar la frecuencia con la cual aparecían nombres, referentes, personalidades cercanas al grupo creado en 1944, como pilar de una poética que en sí misma no se concebía como grupo, sino más bien como un estado de ánimo articulado a partir de una confraternidad, de un conciliábulo de pareceres y amistades.
En las fotos recogidas en la Galería de esta multimedia, se confirma tal idea:

Orígenes era un punto de confluencia de lazos muy diversos
Orígenes era un punto de confluencia de lazos muy diversos
Orígenes era un punto de confluencia de lazos muy diversos: un laberinto que, como dijera Cintio Vitier de Enemigo rumor, o engendraba un mundo o engendraba un caos. Ya sabemos hoy, sobrepasados los recelos, que en su día y en épocas posteriores tuvieron que enfrentar los origenistas, que sucedió lo primero, y de ese mundo que es Orígenes parten los cardinales desde los cuales se explica un cuerpo de nociones que son, hoy, el canon literario cubano. Hasta que surja otro estremecimiento tan poderoso o más que este, y todo vuelva a replantearse. Cosa que sucede, por cierto, solo muy de vez en vez. Como quería de algún modo Juan Ramón Jiménez, Orígenes fue el “Estado poético cubano”. No deja de ser curioso, como también apunta Vitier, quien fuera el andaluz y el principal animador de lo que como esencia lírica tuvo Orígenes, y el que desatara su final.
Antes que apareciera publicada la “Advertencia” que en el número 35 lezamiano da cuenta de la separación “con carácter irrevocable” de Rodríguez Feo y el núcleo fundador de la revista; habían aparecido números extraordinarios, impensables para un país que apenas se resistía a seguir siendo imaginado como un trópico de postal. Luchar contra esa idea insufló los ánimos origenistas, y llevó a algunas batallas previas, como las que Vitier y Baquero emprendieran contra “La isla en peso” piñeriana. De esas tensiones también Orígenes se alimentó, hasta que esas fuerzas estallaron.
La dimensión de Orígenes alcanzó también a sus ediciones, pequeños libros sin los cuales hoy nuestra concepción poética no sería la misma, y que incluyen, por mencionar solo algunos títulos imborrables, Las miradas perdidas (Fina García Marruz), En la Calzada de Jesús del Monte (Eliseo Diego), Asonante final (Eugenio Florit), o La poesía contemporánea en Cuba (Roberto Fernández Retamar). Esos libros están aquí también, junto con el empeño extraordinario que fue en su día la antología Diez poetas cubanos (1948), de Cintio Vitier, que ahora podrá ser leída en secuencia con Cincuenta años de poesía en Cuba (1952) y Lo cubano en la poesía (1957). Junto con la colección de fotos, las notas biográficas, las opiniones (entre las cuales me alegra hallar algunas recopiladas en un dossier que coordiné sobre los 60 años de Orígenes para la revista Extramuros en el 2004); y las grabaciones de audio y video; esos libros recomponen casi la totalidad de lo que es hoy Orígenes, por encima de las guerras lógicas e ilógicas que lo rodearon, lo rodean, y aún lo rodearán. Entre esos fragmentos de video están las insustituibles opiniones y memorias de Cintio y Fina, a las que se unen momentos preciosos en los que Gastón Baquero agrupa sus recuerdos, y al tiempo que alza un tributo enorme a Lezama, también lo desacraliza desde una cercanía que es amistad y ejercicio lúcido de contemplación. Entre las verdaderas joyas de esta entrega se cuentan esos instantes. Valen para olvidar alguna que otra errata, y la falta de un índice de autores que hubiese hecho más rápida la localización de este o aquel fragmento.
El equipo de colaboradores y diseñadores que, bajo la guía de Ernesto Sierra ha hecho posible esta entrega, ha querido también rendir homenaje a Laura Vitier, quien tanto puso de sí en esta multimedia. En ese conjunto están Teodoro Mancera, como diseñador; Ivette Fuentes de la Paz como investigadora; Erick Wong, Ana Margarita García Menocal, José Luis Prado Ramírez, Maribel Pérez y Laura García, entre otros, con producción de Julio Maldonado.
No creo mentir si digo que Ediciones Cubarte ha logrado un punto de ascenso con este desempeño. Lo sabremos más cuando se distribuya este disco entre sus lectores y estudiosos. Lo sabremos cuando se repita la acción restauradora y otras revistas de no menor valía alcancen el privilegio del que ya goza Orígenes entre nosotros. Un privilegio que ahorrará muchos dolores de cabeza, conociendo el estado en que se hallan no pocas colecciones de periódicos y publicaciones seriadas a los que cada día resulta más difícil acceder, o encontrar en un estado de conservación al menos digno. Un buen día, quizá, tengamos a mano ediciones como esta que nos permitan entrar a lo que fueron Ciclón, Revista de Avance o Nuestro Tiempo, para hallarlas tan cariciosamente rescatada como lo está ahora Orígenes. El mundo de Orígenes. El que imaginaron, en una noche habanera, sobre el banco de un parque, el hijo de un millonario y un gordo al que llamaban, burlonamente, “escaparate con libros”.
3
En una carta dirigida a Lezama, María Zambrano, la sacerdotisa, intenta cerrar el fuego de la ruptura en pro de una vuelta a la armonía de Orígenes. “¿Por qué no os arregláis?”, pregunta, como quien quiere mediar entre niños que disputan, “¿Por qué hasta Orígenes ha de llegar la Guerra Civil desatada hace tantos años por Juan Ramón, infatigable batallador?”.

Bella y Eliseo con María Zambrano
Bella y Eliseo con María Zambrano
A la vuelta de un tiempo enorme (si es que el tiempo real puede medir un tiempo poético), esa imposible reconciliación ocurre en las páginas digitales de esta multimedia. Aquí se enfrentan los números que dan fe de esa lid, los de Pepe Feo y Pepe Lezama, y se cuenta la saga de esa publicación hasta su número 40, cuando ya, en 1956, no pudieron más las arcas de los amigos, y la revista dio por cumplida su labor y su existencia. Pero eso fue solo en apariencia. El tiempo poético se cumple de otras maneras, y aún hoy llega a nosotros la vibración de lo que supo ser Orígenes.
Me gusta recordar que aún se nos deben aquellas prometidas memorias del Coloquio celebrado en La Habana por los 50 años de esta revista. Mucho me hubiera agradado hallar en esta multimedia, así fuera en formato digital, aquellas conferencias que sacudieron el polvo y el mármol para que redescubriéramos la riqueza que ahora se nos devuelve, en aquel 1994 donde la poesía era el alimento de muchos, a falta de otros.
Otro añadido pudiera haber sido un conjunto de cartas en las cuales se diera fe de la tras-escena de este pequeño universo, en las que sus protagonistas contaran los avatares de cada entrega, las mínimas y grandes vicisitudes que acompañaron a cada edición. Si pido más, es porque la calidad de lo que tengo en la mano, pájaro verbal que resucita y canta esos tonos que fueron Orígenes, es digno y estimulante. Una obra que nos recuerda por qué y cómo podemos enorgullecernos de un instante cultural tan intenso como Orígenes fue.
Al equipo de Ediciones Cubarte vayan mis agradecimientos más sinceros. Imagino ahora, cerrando estas líneas, con cuánto buen humor podría volver a recibirme en su biblioteca José Rodríguez Feo, si pudiera ahora mismo alzar en su mano un ejemplar de este nuevo, lustroso, imprescindible Orígenes.

©Ernesto Sierra
03-03-2011


Hervé Fischer, el exorcista de la noche infinita



Hervé Fischer
Hervé Fischer

Desconcierto y fascinación fueron las impresiones que recibí al acometer  la lectura de Ciberprometeo. Hervé Fischer, su autor, venía acompañado por una colorida fama de hombre de las tecnologías, de fundador de las multimedias, agitador de ideas interactivas, y otros epítetos que me aconsejaban una lectura cuidadosa. Esperaba encontrarme entonces con un texto cargado de tecnicismos, fórmulas o retadoras ecuaciones cibernéticas. Sin embargo, mi sorpresa comenzó desde las primeras palabras del libro, que abre con la fuerza y la belleza de una imagen mitológica: Los instintos de placer y de muerte, Eros y Tánatos, reinan sobre el mundo de Freud, el creador del psicoanálisis. Pero este olvidó al tercer actor: el instinto de poder. Lo llamaremos Prometeo, y es para nosotros el motor de la historia humana.
La sorpresa inicial da paso a la fascinación, pues, como en los buenos libros de ensayos, Fisher se apropia de una metáfora, de una imagen, -el mito de Prometeo en este caso-, para revelarnos un mundo de ideas, datos, relaciones intertextuales, conceptos, hipótesis,  asociaciones históricas y culturales que atraparán al lector hasta el final del libro.
Ciberprometeo no es, por tanto, un texto especializado en las nuevas tecnologías. Es un ensayo de largo aliento que problematiza el impacto de las llamadas nuevas tecnologías de la información en las sociedades actuales, el presente y futuro más inmediatos de la especie humana. Es una indagación sobre la condición humana, una imago mundi, una summa teosófica que se apropia de la tradición para escudriñar el presente.
En la conocida obra de Esquilo, Prometeo encadenado, el titán roba el fuego a Zeus para dárselo a los hombres. Zeus decide castigarlo, lo ata a una roca en lo alto del Caúcaso, y asegura que un águila le picoteé el hígado sin cesar para restarle las fuerzas, hasta que Hércules, protegido de Hera, la esposa y hermana de Zeus, lo libera y mata el águila. Luego, el centauro Chirón, por compasión y por escapar de sufrimientos crónicos, cede su inmortalidad a Prometeo.  Como se sabe, el fuego robado a Zeus no solo representa el poder material de transformación por parte de los hombres, es además, y sobre todo, la apropiación simbólica del poder divino: el rayo del padre del Olimpo.
Para Fischer el mito de Prometeo encarna el mito de la humanidad. Esta, al robarle el fuego a Dios, compite con él, es castigada, liberada, e inmortalizada. El  mito de Prometeo encarna, entonces, el afán de perfección divina de los hombres. En sus textos y conferencias, el filósofo ha insistido en que la civilización ha rebasado la Edad de piedra, del fuego, para entrar en la Era digital. Por analogía, Prometeo se ha convertido en Ciberprometeo, el titán que viene a ofrecernos el poder divino y la inmortalidad, ya no a través de la energía, sino mediante la tecnología y la información.
El hombre, devenido Ciberprometeo, aspira a ser Dios, por eso, junto al erotismo y la destrucción señalados por Freud, Fischer propone colocar ese afán de poder infinito del hombre, como móviles esenciales de su existencia.
Ahí queda expresada la tesis fundamental de su libro. Pero es solo el punto de partida pues, como señalé antes, Fischer, filósofo, artista, científico, humanista, se replantea el mundo actual desde múltiples aristas y enfoques, donde no faltan el psicoanálisis, la sociología, la política, la ciencia. Ahí radica un atractivo fundamental del libro, el cual, bien leído, se dirige a una amplísima cofradía de lectores.

Edición cubana de Ciberprometeo
Edición cubana de Ciberprometeo
Las utopías de hoy ya no son políticas, son tecnológicas, dice Fischer. Después del fracaso del socialismo real y de los desmanes del neoliberalismo, la humanidad no está pensando en el sistema social más avanzado, sino en el próximo invento tecnológico. La tecnología nos hará dominar el mundo y saciar nuestras ansias de poder, disfrazar el desequilibrio psíquico de la especie del que habla el psicoanálisis. Eso creen muchos.
Donde se hablaba de renacimiento, modernidad, postmodernidad, neomodernidad, Fischer propone el término de poshumanismo. Ese estadio en que lo digital se presenta como un nuevo idealismo, un nuevo platonismo, como la utopía a la canzar. Una era en la cual se sobrevalora lo digital en detrimento de lo real, en la que el hombre persigue los adelantos digitales como un fin y no como un medio.
Hay que volver a pensar, nos alerta Hervé Fischer, hay que retornar al humanismo, a mirarnos hacia dentro y encontrar las respuestas posibles en nuestra espiritualidad. Para que el hombre deje de ser el lobo del hombre, hay que entender con urgencia que el progreso tecnológico nos obliga al progreso ético. Al posthumanismo debemos oponer el neoromanticismo. En ese sentido el autor de Ciberprometeo es radical cuando afirma:
A los profetas del posthumanismo que murieron al nacer, a los entusiastas ingenuos o perversos de la utopía tecnológica, a la pulsión de muerte que activa la exacerbación de nuestra voluntad de poder, nuestra sociedad ya opone el impulso vital del neoromanticismo, que probablemente volverá a cimentar este humanismo de la edad digital que buscamos (…) Hay que animarse al lirismo del mundo.

©Ernesto Sierra
16-02-2011